Bicentenario de la provincia de Santa Fe (1815-2015) - 2

El centralismo de Buenos Aires desde el inicio de la Revolución de Mayo

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José Gervasio Artigas, en un retrato de Juan Manuel Blanes.

Por Alejandro A. Damianovich

El 24 de marzo de 1815, tuvo lugar en Santa Fe la proclamación de su autonomía. El acto significó un pronunciamiento en contra del proyecto de país que se alentaba desde Buenos Aires, ciudad que había puesto en marcha un proceso de apropiación del poder regional inicialmente dirigido a administrar la crisis de la monarquía borbónica, pero que luego derivó en una política de dominación y centralismo.

Si bien Santa Fe se sumó a la empresa revolucionaria desde el primer momento, ya manifestó su resistencia a las prácticas centralistas porteñas en octubre de 1811 y noviembre de 1812, momentos de tensión y aprontes de resistencia. La demanda para que el teniente de gobernador de la ciudad fuera santafesino nunca fue atendida y se enviaron seis coroneles para que administraran la jurisdicción entre 1810 y 1815.

Para dominar

El primero de la lista fue el español europeo Manuel Ruiz que se hizo cargo de sus funciones el 18 de agosto de 1810. No pudo evitar el recelo de los santafesinos por ser peninsular y porque su nombramiento significó el desaire de los candidatos propuestos por la ciudad, entre los que resonaba el nombre de Francisco Antonio Candioti. Sin embargo, Ruiz se ganó el respeto local y quedó en la ciudad después de finalizar su gestión en febrero de 1812. A él le tocó auxiliar a Manuel Belgrano: primero, en su expedición al Paraguay, y después, en la construcción de las baterías de Rosario. Durante su mandato funcionó una Junta Subalterna, que Ruiz integró en compañía de dos vecinos, órgano creado por el gobierno central que despertó gran resistencia y que funcionó en permanente conflicto con el Cabildo.

El coronel Juan Antonio Pereyra vino en segundo término. Si bien no descuidó la defensa de la ciudad, se comportó como un tirano desde que asumió el mando el 14 de febrero de 1812, lo que dio lugar a permanentes quejas del Cabildo ante el triunvirato, mientras se profundizaba el resentimiento hacia Buenos Aires. Fue reemplazado por el coronel Antonio Luis Beruti (el de las cintas de la Semana de Mayo) a principios de diciembre del mismo año. Como sus antecesores, se ocupó de guarnecer de las riberas frente a los desembarcos de tropas españolas de Montevideo.

Beruti fue reemplazado en junio de 1813 por el coronel Luciano Montes de Oca, quien tuvo que enfrentar los primeros movimientos militares de Artigas, el caudillo oriental que ya había roto con Buenos Aires, sobre todo después de que fueran rechazados sus diputados a la Asamblea del Año XIII. Actuaba también en la ciudad como comandante de la guarnición el coronel Eduardo Holmberg, a quien se le ordenó operar contra Artigas, pero fue vencido en El Espinillo por las tropas de Eusebio Hereñú, que respondían al “Protector”. Se desencadenaba la guerra civil cuando aún estaba en pleno proceso el enfrentamiento con el poder militar español.

Como consecuencia, el director Posadas comisionó a Francisco Antonio Candioti y a Fray Mariano Amaro para conferenciar con Artigas, aunque el resultado de tales tratativas no produjo ningún acercamiento, sirvió para conectar a los dos líderes rioplatenses.

A Montes de Oca le siguieron los coroneles Ignacio Álvarez Thomas y Eustoquio Díaz Vélez, como representantes del Directorio en Santa Fe. El paso del primero fue breve y del segundo, que asumió en mayo de 1814, se caracterizó por extremar los aprontes defensivos de la ciudad, pues aunque ya había caído el poder español de Montevideo, el avance artiguista sobre Entre Ríos era incontenible. A principios de 1815, la concentración de tropas artiguistas en Paraná hacía que se esperara por momentos el estallido de la revolución en Santa Fe.

Insurrección en 1811 y 1812

La ciudad había vivido, en octubre de 1811, un clima de insurgencia que encontró afinidades con una parte de un ejército porteño en tránsito hacia Montevideo. En un informe especial de noviembre de 1811, elevado por el comisionado del Triunvirato, Ventura Bedoya, se describe la situación: “... las agitaciones de esta ciudad han sido obra de algunos espíritus inquietos y revoltosos que no faltan en todos los pueblos...”. Agrega que se llegó a decir que “... el gobierno se ha opuesto a la libertad de los pueblos; que el gobierno y los principales cargos están en manos de europeos”, todo lo cual constituye a su entender “... un ridículo reparo”. La situación pudo haber sido grave para el Triunvirato, ya que Bedoya agrega: “... apoyaban este modo de pensar las tropas [al mando de Juan Florencio Terrada] que estaban destinadas a la Banda Oriental (y me consta) y les ofrecían auxilio, dando por sentado el consentimiento de los jefes, que suponían de su parte. Y hubo un oficial que tuvo la osadía de proponer el plan de la revolución a uno de los generales. Ilusionados -prosigue Bedoya según la transcripción de José Rafael López Rosas- con tales ofrecimientos se atrevieron algunos a salir al descubierto con su pretensión [...] inquietaron al vecindario con amenazas de degüello y de saqueo; y llegaron a la osadía de dirigirse a V.E. (el Triunvirato) con un anónimo que llenó de cuidados a esa superioridad”.

Luego, hace una especie de diagnóstico sobre los posibles vecinos que pudieran merecer la designación de gobernador de la plaza. Sobre Candioti deja entrever que aglutina a los opositores del Triunvirato en Santa Fe. ¿Eran opositores al Triunvirato porque apoyaban a Saavedra y a la Junta, o eran, más ampliamente, opositores al gobierno centralista de Buenos Aires?

La orden recibida por el ejército para que regresara a Buenos Aires, luego de la firma del armisticio con el Virrey Elío, produjo el cese inmediato de la agitación santafesina de 1811. No es posible dejar de relacionar estas inquietudes con el levantamiento de los Patricios ocurrido el 7 de diciembre en Buenos Aires (“motín de las trenzas”), justamente cuando regresaron de Santa Fe dos divisiones de ese regimiento.

Sea como fuere, los santafesinos no estaban conformes con la forma en que Buenos Aires se apropiaba del poder de los virreyes sin reconocer a los otros pueblos el derecho a la autonomía, opinión que el comisionado Bedoya consideraba un “ridículo reparo”. En noviembre de 1812, estaban de nuevo al borde del levantamiento, pronunciados contra el autoritario gobierno de Pereyra y las asfixiantes “contribuciones patrióticas” que exigía a los vecinos.

En una comunicación del Cabildo dirigida al Triunvirato, que publica José Luis Busaniche, se lee: “La tiranía, la arbitrariedad más refinada y un despotismo que no conoce otro límite que el antojo, son las cualidades que se encuentran reunidas en nuestro jefe, don Juan Antonio Pereyra, y crea V. E. (el Triunvirato) que en nada se diferencia de los antiguos mandones [españoles], sino antes bien los aventaja en el desembarazo y desenfreno con que atenta todo género de violencias y de escandalosas tropelías”. Y en otra, se lo muestra como un déspota, “... opuesto y contrario a la libertad que V.E. nos ha hecho entender que nos corresponde y que con tanta energía proclaman por todas partes. Libertad soñada cuando un tirano maneja las riendas de un gobierno”. Para finalizar describiendo a los santafesinos como “... un pueblo justamente resentido de atentados tan escandalosos y de una opresión que aventaja en sumo grado a la que experimentaba bajo la dominación de los mandones del gobierno antiguo [el español]”.

Santa Fe y la opción artiguista

Mientras crecía en Santa Fe el disgusto frente al centralismo de Buenos Aires, tomaba forma en la Banda Oriental un nuevo proyecto revolucionario que se presentaba como alternativo para Santa Fe y que en muchos sentidos era superador con respecto al de mayo de 1810. Este proyecto era el que puso en marcha José Gervasio Artigas y sus líneas fundamentales quedaron fijadas en las instrucciones dirigidas a los diputados que representarían a la Banda Oriental en la Asamblea de 1813. Apuntaban a la declaración de la independencia, el dictado de una constitución, el sistema republicano de gobierno, la organización federal de los pueblos y una serie de reformas sociales inclusivas.

La ciudad de Santa Fe se inscribió en esta nueva opción y recibió el apoyo de Artigas para su pronunciamiento federal, opción que debió defender con las armas ante sucesivas invasiones porteñas durante los siguientes cinco años, hasta la hora decisiva de Cepeda, cuando López y Ramírez producen la caída del Directorio, del Congreso Constituyente y de la frustrada constitución centralista y pro monárquica de 1819.