La vuelta al mundo

De Boris Nemtsov a Alberto Nisman

17_img085.jpg

Por Rogelio Alaniz

A Boris Nemtsov lo asesinaron en Moscú el 27 de febrero de este año, es decir, hace apenas un mes. El político liberal, opositor a Putin caminaba en la noche por el Gran Puente de Piedra. Lo acompañaba una mujer joven y bella, Ana Duritskaya, su novia desde hacía dos años. Un auto de color blanco estacionó y descendieron tres hombres. Uno de ellos le disparó cuatro disparos por la espalda. Según los médicos forenses, con uno hubiera alcanzado porque todos fueron mortales, pero ya se sabe que los sicarios en cuestiones de plomo no son avaros.

El crimen se produjo un viernes. El sábado Nemtsov participaba de un acto público donde amenazaba revelar pruebas que comprometían a Putin. Tema: la guerra de Ucrania. Por supuesto, todas las miradas se dirigieron hacia el presidente ruso, un hombre al que pareciera que la casualidad siempre se empeña en eliminar violentamente a sus críticos.

Como corresponde en estos casos, Putin salió inmediatamente a decir que condenaba esa muerte mientras ordenaba a sus colaboradores que investigasen “hasta las últimas consecuencias”. Como para que no quedaran dudas de su inocencia y buen corazón mandó una enorme corona de flores al velorio de su opositor. Rusia no es México, pero no dejaría de ser interesante que Putin tomara conocimiento de que en el país azteca se sabe que el responsable de un crimen es quien envía la corona de flores más grande a la casa del muerto. Se dice que los jefes mafiosos suelen hacer algo parecido.

Mucho más interesantes y sugestivas fueron las declaraciones de Dmitri Perpov, algo así como el Aníbal Fernández de Putin. Luego de las previsibles condolencias oficiales, Perpov refutó a quienes involucraban a su jefe con ese crimen diciendo que él era el más perjudicado por esa muerte y que no le extrañaría que los ideólogos del operativo hayan especulado con esa posibilidad. Perpov no inventa nada. Cada vez que el poder aparece involucrado en una muerte se dice más o menos lo mismo. Los argentinos alguna experiencia tenemos al respecto.

Como algunas de las respuestas no conformaban a los periodistas, Perpov se despachó con la siguiente declaración: “Con todo respeto a su memoria, les digo que Nemtsov no representaba ninguna amenaza para el presidente. Al lado de Putin, Nemtsov en términos de popularidad no supera a la de un ciudadano medio”. Impecable. Lo sorprendente en este caso es la capacidad del régimen de Putin para decir lo mismo en las mismas circunstancias.

¿Ejemplos? En 2006, fue asesinada en la puerta de su departamento la periodista Anna Politkovskaia. También entonces dijeron que el único perjudicado por esa muerte era el presidente y que la muerta en realidad se trataba de una pobre chica a la que nadie leía.

Nemtsov y Politkovskaia tenían varias cosas en común: creían en la libertad, eran respetados por sus seguidores y sus adversarios, se oponían a Putin, denunciaban sus atropellos y enjuagues y criticaban su política guerrera y mafiosa. Nemtsov advertía sobre las maniobras militaristas rusas en Ucrania; Politkovskaia, acerca de las masacres en Chechenia. Los dos ahora están muertos, pero Putin sigue vivo. Vivo e inocente. Creer y resignarse: a diferencia de lo que ocurría en las viejas películas de Hollywood, en la Rusia actual los buenos nunca ganan.

Nemtsov era doctor en Física, uno de los críticos más severos del régimen comunista y hombre que movilizó multitudes cuando después de la tragedia de Chernobyl los comunistas querían levantar otra usina nuclear. Fue gobernador, legislador y liberal a tiempo completo. Alguna vez se desempeñó como ministro en la gestión de Boris Yeltsin. En los últimos años, era un crítico sistemático del régimen de Putin. Sus acusaciones acerca de la corrupción y despilfarro de los Juegos Olímpicos de Sochi en 2014 trascendieron las fronteras.

Fue en esa ocasión que Nemtsov dijo textualmente: “A Putin le tengo miedo”. El hombre sabía de lo que estaba hablando. Mucho más directa fue su madre, quien sin rodeos le aconsejó a su hijo: “Dejá de criticar tanto a Putin que te va a matar”. Algo parecido nueve años antes le habían dicho a la periodista Anna Politkovskaia, quien ¡oh casualidad!, fue asesinada el día del cumpleaños del jefe ruso. ¿Algún sicario fiel y agradecido que decidió obsequiarle a su jefe con un regalo a la altura de su gloria? Imposible saberlo. Lo que sí se sabe, lo que todo ruso experimenta en el cuerpo, es que meterse con Putin no es aconsejable.

El amable y atento lector habrá advertido algunas inquietantes coincidencias entre la muerte de Boris Nemtsov y la de fiscal argentino Alberto Nisman. No es el único. El Bild de Alemania y El País de España describieron más o menos lo mismo. En todos los casos, pareciera que las personas que molestan con sus denuncias a los que mandan tienen serios problemas con su salud. En todos los casos, el poder se presenta como inocente y se comporta como si lo hubiera sido. Como se dice en estos casos: cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.

Como para que la relación entre fantasía y realidad se hiciera más íntima, la muerte de Nemstov también fue objeto de manipulaciones faranduleras. Al otro día de su muerte, su intimidad fue expuesta a las aves de carroña. Recordemos los hechos: Nemtsov caminaba por el Gran Puente de Piedra acompañado por su novia de los últimos dos años. En el acto, descubrieron que la señorita era modelo, que unos meses antes habían viajado a Suiza para hacerse un aborto, que él por esa mujer había abandonado a su anterior esposa. Abundaron las fotos, las declaraciones de los comedidos de turno y las descalificaciones morales.

No terminó allí la fiesta. Nemtsov era un mujeriego compulsivo que martirizaba a su esposa con sus infidelidades, un perverso que mantuvo romances escabrosos con una conductora de televisión, un acosador sexual que luego se enamoró de su secretaria y más tarde de una conocida periodista de Moscú. En el camino hubo hijos no reconocidos que todos los rusos pudieron conocer porque sus fotos aparecieron en los afiches del caso.

Conclusión: Nemtsov era un mal bicho, un personaje oscuro y sórdido, un político lamentable, alguien que no merecía las lágrimas de los rusos. Al lector argentino, ¿la campaña publicitaria le recuerda algo familiar? Imposible eludir las asociaciones. Para colmo Nisman y Nemstov se escriben con N. Coincidencias o juegos del azar, lo cierto es que por obra y gracia de la magia publicitaria la víctima se transforma en culpable, el asesinado en verdugo.

¿Y los verdaderos asesinos? Bien y gracias. Un par de semanas más tarde fueron detenidos dos chechenos. Inmediatamente, se informó que habían conseguido ser los autores del crimen. Ocurre que cuando se produjo el atentado terrorista contra la revista Hebdo de Francia, Nemtsov hizo duras declaraciones contra el fanatismo islámico. Pues bien, éste era el precio a pagar por su osadía.

Todo parecía haberse resuelto cuando uno de los detenidos comenzó a hablar, a denunciar que las confesiones del crimen se las habían arrancado con torturas. La noticia intentó suavizarse pero no hubo forma. Zaur Dadaev ganó las tapas de los diarios. Se trata de uno de esos personajes sacados de las cloacas de la sociedad, un gatillero disfrazado de islámico dispuesto a matar a su madre siempre y cuando le paguen. Y alguien que por una mínima concesión judicial no tiene problemas en hacerse cargo de cualquier crimen.

¿Dadaev inocente o Dadaev culpable? En todas las circunstancias está claro que él no pudo haber organizado la ejecución de Nemtsov. Una vez más, Putin se comprometió a seguir investigando. Por lo pronto, en Rusia nadie cree que alguna vez lo autores intelectuales del crimen vayan a ser descubiertos. Por otra parte, es muy probable que mientras se investiga esta muerte haya otras ejecuciones u otras tragedias que ocupen el centro del escenario. También en Rusia se sabe que la memoria de la sociedad suele ser algo frágil e inconstante y que el destino de toda noticia es inevitablemente la sustitución por otra noticia. En Buenos Aires y en Moscú.