al mArgen de la crónica

Exquisito patrimonio

Para llevarse a la boca una pizza napolitana primero hay que cocinarla y esto requiere seguir unos pasos que sus artesanos más apasionados han elevado a la categoría de arte y que podrían llegar a ser parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

El denominado “arte de los pizzeros napolitanos” acaba de ser incluido en la lista de candidaturas que desde hoy revisarán los expertos de la Unesco en un largo proceso de selección que no culminará hasta 2016.

Pero en la ciudad de Nápoles ya celebran haber superado la primera criba mientras buscan el reconocimiento mundial a esa tradición gastronómica.

“Es un saber transmitido de generación en generación”, apunta Claudio Sebillo, directivo de la asociación de los pizzeros napolitanos, la cual impulsa ahora la recogida de un millón de firmas después de las 300.000 presentadas el año pasado para respaldar la iniciativa.

Con orgullo comenta Sebillo que el arte de hacer pizza es una “habilidad inimitable” que, a diferencia de lo que ocurre en otros lugares, mantiene su espíritu artesanal tanto en la preparación de la masa como en el momento de echar mano de ella y hacerla volar para extenderla.

Como buen purista en la materia, desconfía de quienes no cocinan la pizza a la manera napolitana: en hornos que estén a unos 450 grados centígrados y por noventa segundos. Si no se hace así, “queda más crujiente”, dice con cierta desaprobación.

Sebillo considera que “el pizzero se aproxima cada vez más a la figura del chef” y que en la última década el negocio de la pizza, icono donde los haya de la cocina italiana, se ha disparado notablemente.

Hasta 314 elementos de todo tipo integran actualmente la lista de la Unesco, que en los últimos tres años ha recogido prácticas italianas como el cultivo de la viña en vaso de la comunidad de Pantelleria, las procesiones de estructuras colosales llevadas a cuestas o la fabricación artesanal de violines en Cremona.