De domingo a domingo

De modelo en modelo o de tropiezo en tropiezo

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En su primer discurso como presidente, el 25 de mayo de 2003, Néstor Kirchner pronosticó que llevar adelante una economía como la que actualmente tiene la Argentina conducía al desastre. Foto: Archivo El Litoral

Por Hugo E. Grimaldi

(DyN)

Después de haber escuchado a la presidente Cristina Fernández citar a Eva Perón para poner en el mismo plano a los “oligarcas” y al “frío de los corazones de los compañeros” quienes, debido a las barrabasadas que conlleva el actual impuesto a los sueldos, le hicieron el martes pasado al gobierno un imponente paro general, no queda más remedio que repasar como contracara del momento la letra de aquel discurso fundacional que pronunció Néstor Kirchner el día en que asumió la presidencia.

Para entender la situación económica de hoy entroncándola con el último mandoble sindical, que además se hizo eco del padecer de la mitad de la población “en blanco” que gana menos de 5.500 pesos según el propio Indec, no es necesario tener a mano la reciente y crítica opinión de la secretaria del Departamento de Estado de los EE.UU. que se encarga del seguimiento de Latinoamérica, Roberta Jacobson, sobre la “mala forma” de la economía argentina, sino que basta con acudir al Diario de Sesiones del Congreso del 25 de mayo de 2003. Ese día, en su primera alocución como presidente de los argentinos, el santacruceño le prometía al Congreso y al pueblo “cambiar” el sistema impositivo para tornarlo “progresivo” y permitir así “reducir alícuotas en función de la mejora en la recaudación”.

Cobrando a los trabajadores

Su receta sobre los “equilibrios” no era nada diferente a la lógica de cualquier familia o negocio: “La sabia regla de no gastar más de lo que entra debe observarse”, ordenó Kirchner ese día.

Y agregó: “El país no puede continuar cubriendo el déficit por la vía del endeudamiento permanente ni puede recurrir a la emisión de moneda sin control, haciéndose correr riesgos inflacionarios que siempre terminan afectando a los sectores de menos ingresos”.

Doce años después, todas esas manifestaciones tan esperanzadoras de política económica y social están patas para arriba: la recaudación aumentó, pero los gastos también, el déficit fiscal se cristalizó y la suba de los precios, que el propio Néstor reconocía que está ubicada primordialmente en los desequilibrios del Estado, hace estragos entre los más pobres.

Está claro que hoy sus sucesores no sólo dejaron en el camino todo este diagnóstico, sino que por no seguir a rajatabla tan elementales reglas de la buena administración tienen que cobrarle impuestos a los trabajadores que, sin ajustes de las escalas o de los pisos de tributación para no reconocer la inflación, se han tornado manifiestamente regresivos en nombre de la “solidaridad” que reclama Cristina.

Al fallar en esas premisas básicas que el fundador del kirchnerismo tenía tan claras y que si las hubiese enunciado cualquier otro hubiera sido acusado de neoliberal o noventista, está claro que quienes le diseñan la política económica hoy a la presidente han tirado por la borda no sólo la tradición peronista de nutrirse del movimiento obrero, sino también los “sueños” de su propio esposo.

Cuando un Kirchner citaba a Martin Luther King

Aquel día, el entonces nuevo presidente cerró aquel discurso con una apelación inspirada en Martin Luther King: “Vengo a proponerles un sueño: quiero una Argentina unida, quiero una Argentina normal, quiero que seamos un país serio, pero, además, quiero un país más justo”.

A casi 12 años de aquella disertación, es evidente que los cuatro objetivos que le propuso Kirchner al país ese día (unión, normalidad, seriedad y justicia) no han sido alcanzados plenamente, como tantas otras cosas que no se pudieron o no se quisieron hacer o se hicieron mal por consentimiento o por incapacidad.

Resulta que esas mismas carencias son ahora parte del discurso continuista de estos días que plantea cambiar desde diciembre para tratar de alcanzar todo aquello que no se logró en los últimos doce años. Las consecuencias de no haber seguido aquellos consejos de Néstor han sido la falta de inversión, el parate productivo de casi dos años y el deterioro de las cuentas externas (otro hito que se derrumbó) con el consecuente control de la salida de divisas, algo que para el gobierno no existe como “cepo”, aunque Máximo Kirchner acaba de admitirlo a la hora de hablar de sus “implicancias económicas”, cuando en un reportaje radial criticó a Mauricio Macri por querer eliminarlo de cuajo.

Sobre esto mismo y en paralelo con los comentarios de Jacobson, un informe de una dependencia comercial de la administración Obama marcó la “preocupación” de las empresas estadounidenses por la baja de reservas que impide la salida de dólares, justo en momentos en que recrudece la ofensiva del gobierno contra la filial argentina del Citibank por haber arreglado con los holdouts la atención de dos vencimientos locales y luego su retiro como agente pagador.

El ministro de Economía, Axel Kicillof, había preparado el terreno diciendo que “en mi opinión, el acuerdo entre el Citibank y los fondos buitre viola la normativa argentina”. Con poca independencia de criterio, primero fue la Comisión Nacional de Valores la que suspendió a la entidad como agente extrabursátil y luego el BCRA el que le retiró la autorización para desempeñarse “como representante legal y máximo responsable de la sucursal Argentina de Citibank NA” a Gabriel Juan Ribisich, un banquero de 30 años de experiencia y de alta idoneidad según sus pares, pero que según el Central “desconoció el marco legal vigente en la Argentina”.

Las cuentas del jefe de La Cámpora

La semana de Malvinas le dio al gobierno la oportunidad de anunciar la desclasificación de documentos de la guerra, mientras que trascendieron maniobras de espionaje del Reino Unido sobre la Argentina que generarán seguramente réplicas diplomáticas.

En paralelo, un banco global con patente inglesa, el HSBC, está en la mira de los sabuesos de la Afip y de una Comisión bicameral que controla el kirchnerismo en el Congreso, quienes investigan si los giros de fondos a Ginebra (Suiza) y la consecuente evasión de casi 4 mil clientes fueron consentidos por la filial local de la entidad.

A través de la revista brasileña Veja se conoció que el hijo de la presidente podría ser el titular de dos cuentas en el exterior, una “abierta en octubre de 2005 en el Felton Bank (Delaware), a nombre de la empresa Business and Services IBC, con sede en el paraíso fiscal de Belize” y una segunda “abierta en diciembre de 2006 desde Luxemburgo, en el Morval Bank & Trust Ltd”, una entidad con sede en las islas Cayman.

La publicación corrobora y avanza en una información que un día antes había proporcionado el periodista de Clarín, Daniel Santoro, quien también dio otros detalles del asunto que enlaza al país, a Venezuela e Irán, a propósito de asistencia nuclear argentina al gobierno persa. Según Veja, la primera cuenta estaba a nombre de “Nilda Celia Garré, Henry Olaf Aaset (ex abogado de los Kirchner en Santa Cruz) y Máximo Carlos Kirchner”. También publicó que “el primer depósito de la primera cuenta fue realizado desde Caracas” y que el saldo en abril de 2010 era “de 41,7 millones de dólares”. En tanto, sobre la cuenta en Cayman dijo que también tiene a Garré y a Máximo como titulares, pero que la tercera beneficiaria es una hija de la ex ministra de Defensa, María Paula Abal Medina, mientras que estableció que “el saldo en abril de 2010 era de 19,8 millones de dólares”.

La receta que dio Néstor Kirchner en su primer discurso, sobre los “equilibrios”, no era nada diferente a la lógica de cualquier familia o negocio. “La sabia regla de no gastar más de lo que entra debe observarse”, sentenció.

 

Hoy el gobierno tiene que cobrar impuestos a los trabajadores que, sin ajustes de las escalas o de los pisos de tributación para no reconocer la inflación, se han tornado manifiestamente regresivos en nombre de la “solidaridad” que reclama Cristina.