Un cambio radical

Carlos y Camila: de amante a su alteza

Hace una década, la actual esposa del príncipe heredero del trono británico era poco menos que una paria. Sin embargo, actualmente Camila Parker-Bowles supo ganarse su lugar y es ahora una de las protagonistas principales del ritual monárquico.

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En una década, Camila Parker-Bowles, con discreción y buenos modales, logró reemplazar a la bella Diana en el corazón de los británicos y ocupar un lugar destacado en la cada real. Foto: Archivo El Litoral

Agencia DPA

Hace diez años, para la mayoría de británicos Camila Parker-Bowles no era más que “la otra”. Ella había apartado al príncipe Carlos de la querida y popular Diana y sumido a la monarquía británica en una etapa de sombras. Sin embargo, cuando el 9 de abril de 2005 se casó con el heredero al trono, todo cambió.

Diez años después del enlace, Camila está plenamente aceptada tanto por la reina como por el pueblo. Acude a las ceremonias de inauguración del Parlamento y se sentó junto a Isabel II cuando ésta celebraba su 60 aniversario en el trono. El título oficial de “su alteza real” para la que antaño era apodada “rottweiler” por la prensa del corazón ha dejado de sonar raro.

“Ha cambiado su papel a una velocidad de vértigo. Primero fue la amante y después, alteza”, afirma la biógrafa de la casa real Penelope Junor. Y eso que la boda no empezó precisamente con buen pie: celebrar una ceremonia civil en el palacio de Windsor no era posible, así que la pareja tuvo que darse el “sí” en el ayuntamiento. Además, la fecha hubo de retrasarse un día porque el día previsto coincidió con el entierro del Papa Juan Pablo II. Y la reina no participó en el enlace, sino que acudió sólo a la bendición eclesiástica.

La normalidad actual no se dejaba entrever cuando hace diez años el príncipe de Gales se casó en segundas nupcias con su amor de juventud, Camila Parker-Bowles. Fue una celebración modesta, muy alejada de la boda de cuento que protagonizó en 1981 con la princesa Diana. Y su décimo aniversario lo celebrarán en la residencia privada de Birkhall (Escocia), dentro del castillo de Balmoral.

A la pareja le gusta desplazarse allí para pasear y pescar, calzando botas de goma en lugar del mundo de lentejuelas del agitado Londres que tanto le gustaba a Diana.

Camila también ha asumido su función dentro de la familia real. Si en un principio se mostraba nerviosa, ahora es una de las protagonistas de las celebraciones monárquicas y patrocinadora de 85 organizaciones sin ánimo de lucro.

“El día de su boda, tenía miedo de que la abuchearan en público”, sostiene Junor. Pero ese temor fue cambiando poco a poco. Por ejemplo, cuando Catalina, entonces prometida del príncipe Guillermo, buscó consejo para su boda en 2011, ahí estaba Camila. Para el príncipe Carlos, ella es el amor de su vida, aunque no sea la madre de sus hijos.