El rey de la moda

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Nació en París, confeccionó sus primeros diseños con retazos; fue pionero en su estilo y audaz en sus creaciones. Con ellas generó adhesiones y críticas pero no pasó inadvertido, tampoco cuando decidió desterrar el corsé. Aquí, vida y obra de Paul Poiret.

 

TEXTO. ANA MARÍA ZANCADA.

La moda como una lógica social hizo su aparición a mediados del S XIV. En realidad, el deseo de destacarse a través de la indumentaria nace con el hombre y va reflejando, a pesar de su apariencia de frivolidad, los cambios de costumbres y las necesidades vivenciales que marcan los distintos períodos históricos del ser humano dentro del marco social en que se desenvuelve.

La alta costura, que nace con Worth en la época de Napoleón III, como una necesidad de las clases altas, va incorporando nombres que se hacen famosos a través de sus creaciones, que responden a los caprichos y deseos tanto de mujeres como de hombres. Indudablemente, el poder adquisitivo de determinadas elites, alimentó la imaginación de quienes se transformaron en verdaderos tiranos de lo que pasó a llamarse moda y creció al compás de caprichos y deseos de ostentación. Las mujeres lucían la fortuna de sus maridos o familias a través de la ropa y las joyas. La innata soberbia humana alimentó el capricho de aquellos mortales que, a través de su vestimenta, enloquecían por mostrar su rango social. Las diferentes épocas marcaron las tendencias y así fueron naciendo los creadores encargados de corporizar la vanidad.

Cada época tuvo su impronta, su cliché que, a manera de plataforma de lanzamiento, fue marcando el camino. Así surgieron también los que dieron forma a lo que fue imponiéndose en las cortes y en los grandes salones.

Susana Saulquin en su último trabajo dice: “La moda ha sido siempre un paraíso perdido que nos permitió aparentar temporalmente lo que no somos y adquirir nuevas identidades. Efectivamente, los años han marcado las distintas tendencias, que a merced de economías fluctuantes, guerras, crisis económicas o variopintos niveles sociales, fueron encumbrando o ignorando las fluctuaciones de los mercados y por supuesto las clases sociales.

Hacia fines del S. XIX nace un señor que aportaría ingenio, buen gusto y por qué no, un poco más de libertad a la encorsetada figura femenina”.

UN PRECURSOR

Paul Poiret nació en París -no podría haber sido de otra manera- en 1879. Su familia tenía un negocio de telas, pero su padre lo colocó en una fábrica de paraguas donde el jovencito utilizaba los retazos para confeccionar ropa a las muñecas de sus hermanas. Su imaginación para crear modelos le valió la entrada en el taller del ya famoso Jacques Doucet y a comienzos del S.XX un escalón más en el veleidoso mundo de la moda, en la Maison Worth. Tenía sólo 21 años.

Pero Poiret iba siempre un paso más adelante y todavía sus audacias no eran bien recibidas. Como consecuencia, en 1903 abrió su propia casa desde donde comenzó a mostrar lo que él consideraba era la moda. Su especialidad eran los trajes para las grandes recepciones. Un detalle que llamó poderosamente la atención del público fue el hecho de dejar iluminadas sus vidrieras durante toda la noche.

A los tres años ya era conocido por todo París. En 1905 se casó con Denise Boulet, una provinciana que le sirvió de modelo para ir mostrando sus creaciones y con la que tuvo cinco hijos.

Uno de sus pasos más audaces lo dio al desterrar el corsé y lanzar la línea Directorio: talle alto y un toque oriental, inspirado en los Ballets Rusos. También fue el autor de las faldas “trabadas”, lo que obligaba a las mujeres a caminar dando pequeños pasitos, y los pantalones abultados, de haren, poniéndose en su contra a las pioneras sufragistas que rechazaban todo lo que tuviese visos orientales de machismo. Sin embargo, se inspiró en la moda oriental para la creación de capas, quimonos, caftanes, pantalones bombachudos y túnicas. Poiret creó una moda de “Las mil y una noche” (¿estaría Onur por allí?).

En 1911 realizó una fantástica fiesta en su casa, ambientada dentro de la línea oriental. La consigna era ir vestido acorde. A quien no lo hacía, se le facilitaba la vestimenta adecuada. Durante mucho tiempo fueron famosas las recepciones en su residencia.

Un detalle para destacar: no sabía coser. Tal vez por eso amaba las líneas rectas.

Pero Poiret era un visionario, un pionero en todo lo que emprendía. Fue uno de los primeros en incorporar a su línea perfumes y mobiliario, tener sucursales en las principales ciudades del mundo y crear los catálogos de moda.

Su primer perfume llevó el nombre de una de sus hijas: Rosine. También fue precursor del art-decó en la moda. Era un apasionado del arte moderno. Las mujeres más bellas y distinguidas de la época lucían sus creaciones: Regine, Sarah Bernard, Helena Rubinstein, Isadora Duncan, Colette y la excéntrica Peggy Gugenheim, que lo entronizó como “el rey de la moda”.

EL OCASO

Entre 1910 y 1913 viajó por todo el mundo llevando sus creaciones, entre ellas la pollera pantalón que desató un verdadero escándalo y le valió la condena del Papa Pío X.

Su eterna rival fue Cocó Chanel. Al estallar la Primera Guerra Mundial, Poiret fue reclutado por el ejército pero no perdió tiempo ya que diseñó un nuevo capote para los soldados.

Pero también tuvo su perfil humanitario ya que costeó una escuela de arte para muchachas sin formación que aprendieron a diseñar telas y alfombras que luego él usaba en sus modelos.

Fue un adelantado en muchos sentidos ya que, allá por 1917, hizo que la moda descendiese de los salones a la calle, llegando a todos los públicos con reproducciones de sus diseños que vendía a precios accesibles, una verdadera línea pret-a-porter, pero fracasó. Publicó varios libros relacionados con el arte y la gastronomía, ilustrado por artistas del momento de la talle de Cocteau, Duffy y Foujita.

En 1925 vendió su firma y en apenas un año se arruinó. En 1929 la casa cerró definitivamente. Murió en 1944 enfermo de Parkinson, sin un centavo y olvidado por el gran mundo que antes le había abierto sus puertas.

Dicen que no se cansaba de repetir: “De todas las revoluciones, la mía se hizo en honor a la libertad”. Su amiga de siempre, Elsa Schiaparelli, le pagó el entierro.

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poiret aportó ingenio, buen gusto y más libertad a la encortesetada figura femenina.