Media estación

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Esta época del año es espectacularmente agradable por estas tierras de dios, de garay, de corral, tuya y mía: el otoño sostiene (pereyra) días soleados y frescos, con brisa ideal y días menos ventosos que la primavera. Y aparecen los distintos termostatos de la gente. Me pongo el pongo y me saco el saco.

 

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO ([email protected]). DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI ([email protected]).

Hay casos paradigmáticos: desde el imperturbable compañero de laburo que sigue viniendo en remera de mangas cortas a primera hora de la mañana, cuando hace un fresquete consistente; hasta la que trae una campera inflable digna de otras latitudes y la tiene puesta sin alusión alguna hasta el mismísimo mediodía, cuando andamos por los treinta grados. La gente (tu familia, tus compañeros de laburo, el taxista: todos) demuestran como nunca en el año sus preferencias, gustos, y datos corporales que un fino observador debería registrar, sobre todo si tiene alguna aspiración a compartir sus días, sábanas y temperaturas plantales con alguien del entorno...

Por estos días, también en primavera, tenés los estornudadores profesionales, los alérgicos, los manipuladores de temperatura, ventanas, aires acondicionados nunca del todo correctamente acondicionados, tenés las pulseadas respecto de la climatización correcta y adecuada del espacio común.

También quienes tienen diferentes temperaturas sectorizadas y quienes todavía no decidieron homogeneizar guardarropas y hacen convivir sandalias con camperas, musculosas con borceguíes; y texturas varias de ropa (y música) ligera o de gruesos paños.

Aparecen los capas de cebolla, tipos y tipas prevenidos que se van sacando o poniendo ropa según apriete el solcito o prendan, los acalorados, el aire acondicionado en frío a full.

Hay enojos, asonadas, enconos súbitos por una ventanilla abierta. Y muchas veces la perilla del aire acondicionado del auto viaja del azul al rojo (del frío al calor) como si fuera un limpiaparabrisas.

Para colmo de males, no hay regulación o mediación en los laburos para estos temas: no hay reglamentos de apertura de ventanas, horarios, correspondencia luz y temperatura exterior con climatización interior; no hay un encargado de temperatura laboral, carajo, en los trabajos del mundo. Y eso que hablamos de un presunto, supuesto, potencial cargo sensible, sujeto a variaciones cotidianas, pero a la vez capaz de asegurar el buen clima (cuec) laboral y por ende el normal desenvolvimiento de tu negocio.

Tipos que dejan sacos y camperas en sus trabajos, chalecos en los baúles, remeras de repuesto en cualquier parte, mudas de ropa de dos estaciones diferentes en distintas partes de la ciudad: la casa de la abuela, la amiguita, la tía Carlota quete recontra y la mar en coche y el coche en la mar. Todo mezclado, todo en multi media estación.

Después tenés a los jugados (juzgados) que eligen una ropa a la mañana según diferentes fuentes y pulsiones (que el solcito engañoso que se ve por la ventana, que la luminosidad del día, que el piso del baño frío, el informativo de la radio o la tele -eso es Buenos Aires, bolú-, o la vecina que sale diez minutos antes que vos...) y que después quedan desacomodados para el resto de la jornada, conforme va cambiando la temperatura. Te jugaste, hermano, por mangas largas que estuvieron muy bien a las 8 de la matina, pero que te hacen sudar la gota gorda y flaca a las dos de la tarde: lo siento. O viceversa o verso: tipas encantadoras con su musculocita sentadora tiritando como hojitas a primera hora y caminando luego gallardas (pero incubando ya un resfrío) al mediodía.

Y nos vamos yendo, mis chiquitos. Concepto comprendido. No hay soluciones, sólo descripciones. Quedo al aguardo de otras opiniones. Con la verdad al desnudo o al abrigo de mis desabrigadas observaciones. Y abrigate el pechito. Y sacate o ponete las sandalias. Y hacé lo que quieras.