La pasión por los caballos

Ricardo y Silvia Dorrego dirigen el club Hípico “Santa Fe”, donde transmiten su pasión por los caballos a los alumnos de una actividad que crece. Equitación y equinoterapia son sus principales líneas de trabajo.

TEXTOS Y FOTOS. FEDERICO AGUER.

La pasión por los caballos
 

“Riki”, como lo conocen sus amigos, se crió en los cuarteles del ejército. Hijo de un oficial de caballería, tuvo que resignarse a esa vida errante, en la que los caballos fueron los únicos amigos con quien compartir sus vivencias.

En su paso por Santa Fe, sin embargo, quedaría atrapado por la ciudad, su entorno y su gente. Y esos compañeros con quienes compartió una cancha de rugby defendiendo una camiseta celeste y blanca, se transformarían a la larga en sus amigos para toda la vida.

Ese derrotero sin final lo lleva de vuelta a su Buenos Aires natal, donde conoce a Silvia, con quien decide compartir el viaje, casi sin saber que juntos terminarían saldando esa deuda de gratitud con los caballos.

En 1988 recalan en Tolhuin, Tierra del Fuego, donde Ricardo se desempeña como director de obra de un aserradero. En 1990, de vuelta en Buenos Aires, montan un emprendimiento de jardinería para grandes empresas. Pero cuando sus hijos Lucila y Manuel estaban en tercer y cuarto grado deciden irse de Buenos Aires. “Ya no se podía vivir”, recuerdan.

Buscando mejores aires, en 2001 se mudan a Córdoba. En Traslasierra los esperaba Nono, donde compran un campo para hacer unas cabañas. “Rancho La Peregrina” las bautizan y las destinan al turismo serrano y a la primera escuela de equitación. “Pero vimos que allá los chicos ya estaban familiarizados con el caballo y con las cabalgatas”, recuerda Silvia.

TERAPIA DE A CABALLO

En 2008 vuelven a Santa Fe, aunque Ricardo se va a trabajar a Buenos Aires. Como Silvia se queda sola se interesa por el tema de la equinoterapia, viendo que acá no se hacía. “Me enteré de que es un tema que no está legislado y que las prepagas no la cubren. Hice muchas gestiones; me reuní con legisladores pero nunca se manifestaron en concreto al respecto”, recuerda. Sin embargo, para Silvia se trata de una actividad que tiene resultados increíbles, sobre todo en los chicos con parálisis cerebral o síndrome de Down, logros que incluso se pueden apreciar en los juegos Paraolímpicos. “En los chicos que pudimos seguir, las mejoras fueron impresionantes: empiezan a tragar, se ríen, los tocan. El movimiento tridimensional del caballo los estimula con su paso, ya que va para adelante, para los costados, y para arriba y abajo. En ese movimiento emula a quien lo monta la acción del paso del ser humano. Un chico que no puede caminar y que monta siente como si caminara, porque el cerebro recibe la información de que el cuerpo está caminando y activa un montón de cosas que estaban dormidas: el fortalecimiento de la estructura de la columna es uno de los primeros síntomas”, nos cuenta. Para Silvia, los chicos con autismo, por ejemplo, acceden el contacto, las texturas, el calor del caballo, y sobre todo a tener que hacerse cargo de otro ser. “Son chicos acostumbrados a que toda la atención está sobre ellos, pero responsabilizarse por otro ser les fomenta una faceta novedosa. El caballo necesita de ellos y no al revés. Es que la actividad incluye bañarlos, darles de comer, guardarlos en los establos, y sobre todo, afuera del marco de un consultorio, en un ambiente libre, rodeado por la naturaleza”, dice con entusiasmo.

APUESTA FAMILIAR

En 2010 Ricardo vuelve de su trabajo en Buenos Aires a Santa Fe y arrancan “a full” con la escuela de equitación y la de equinoterapia, “pero al revés de lo que creíamos, la equitación acaparó la mayoría del tiempo con una gran cantidad de alumnos”, dicen los Dorrego. “Nos trajimos los 3 caballos y un pony que teníamos en Córdoba, queríamos empezar de a poco”, dicen.

Lo hicieron en un lugar estratégico, a la vera de la autopista, y gracias a un cartel en la rotonda y al “boca a boca”, sumaron sus primeros 50 alumnos. Además, los hijos Lucila y Manuel se sumaron a este verdadero emprendimiento familiar.

Como se les vencía el contrato de alquiler se tuvieron que mudar frente al barrio El Pinar, y ahí los vio mucha gente que todavía no los conocía, sumando otra horda de chicos que se “montaron” a esta actividad. Si bien aquellos caballos iniciales se jubilaron (por superar los 26 años), decidieron pasar a la siguiente etapa.

OTRA ETAPA

Con la idea constante de seguir creciendo, fueron sumando cosas al club. Como suele pasar, fueron los hijos quienes apuntalaron el proyecto. Si bien Manuel descubrió que lo suyo era la música, siguió prendido, ayudando con las cabañas, pero Lucila redobló la apuesta por la equitación. Este año se va a inscribir en la Federación Ecuestre Argentina, requisito para competir en el circuito de salto nacional. De hecho, a partir del año que viene, competirá por primera vez en nombre de su club, del Hípico Santa Fe, algo que desde ya ilusiona a sus padres.

Claro que para lograrlo, todavía falta mucho por recorrer: “precisamos construir dos baños, más lugares con sombra, un picaderos cubierto para poder realizar las actividades en invierno o con mal tiempo, etc.”, aseguran los Dorrego.

Por ahora están comenzando un nuevo año, con una matrícula de 40 alumnos que están arrancando las actividades que incluyen el primer torneo en Sunchales, a donde fueron a competir con 10 caballos y 13 alumnos, una movida interesante reflejado en una caravana multicolor.

“Tenemos caballos en los boxes y en los corrales a campo, y ahora los cambiamos porque estamos sembrando alfalfa. En el resto del tiempo dividimos los piquetes de los que duermen al aire libre y en boxes. Nos falta mejorar la pista de arena y la de césped para un nivel de competencia. Nos falta comprar los rodillos para mantenimiento y delimitarla. La idea es armar también el lugar para el jurado de los torneos”. Un quincho para eventos y un piquete cerrado para equinoterapia serían la culminación de un proyecto que nunca acaba.

CABALLOS PARA TODOS

Según enfatizan los Dorrego, para empezar en la actividad, sólo hacen falta ganas. Si bien el entrenamiento ideal pasa por tener un caballo propio y practicar todos los días (se precisa un ayudante de pista que levante las vallas si las derribás: puede ser un papá, una mamá, o un amigo), ellos disponen de la estructura y los caballos para quienes se animen y quieran empezar.

“Vivimos para los caballos y para los chicos. Por un lado, te esclaviza un poco pero es lo que nos gusta, no lo sentimos como un trabajo. Hacemos lo que nos gusta, y esto es muy cambiante, no es todos los días la misma rutina: cuando llueve implica sacar los caballos, secarlos, cambiar piquetes. Si hace calor hay que bañarlos; si un caballo está enfermo darle antiobióticos; y ese cambio permanente lo hace único. Cada caballo es único también, porque tienen su personalidad, son seres vivos tan particulares y tan distintos entre sí. Esto te enamora, no podría hacer otra cosa”, dice Silvia con pasión.

“La equitación en Santa Fe todavía está muy verde, pero creemos que con el tiempo se hará más conocida

Los alumnos sólo precisan venir con ganas, un pantalón largo es el único requisito para montar. Si en un par de meses les gusta se compran su casco y arrancan con más exigencias. Queremos ofrecer este emprendimiento a la Secretaría de Deportes, para que las actividades equinas se incluyan en las alternativas deportivas de la provincia de Santa Fe”, se ilusionan.

Hoy forman un equipo aceitado, una verdadera empresa familiar. Silvia y Ricardo junto con sus hijos se animaron a romper el molde laboral tradicional para trabajar codo a codo detrás de ese sueño. El de largarse a hacer lo que les gusta.

Silvia y Ricardo Dorrego se animaron, junto con sus hijos, a romper el molde laboral tradicional para trabajar detrás de este sueño.

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FEDERADOS CON HISTORIA

La Asociación Argentina de Fomento Equino fue fundada en 1927 por un grupo de criadores entusiastas. Hoy la AAFE abarca al Silla Argentino y al Tiro Argentino. En sus registros selectivos cuentan a la fecha con 70.000 animales fichados y más de 300 socios. Organiza exposiciones, Copa de Criadores, campeonatos y remates.

A nivel nacional, la Escuela “Hipocampo” del Club Hípico Buenos Aires se destaca en esta actividad y cuenta con más de 350 alumnos de diferentes niveles y edades. El área de equinoterapia de la escuela está coordinado por la Dra. Verónica Settepassi, y cuenta con un plantel de profesionales (médicos, terapistas ocupacionales, psicólogos, traumatólogos, fisioterapeutas y profesores de equitación). Al día de hoy atienden a más de 100 pacientes con distintas capacidades diferentes, tanto psíquicas como físicas. “Nuestra filosofía es brindar el servicio a niños y adolescentes con cualquier capacidad diferente, al igual que a personas víctimas de accidentes, problemas de conducta y/o aprendizaje, a fin de que puedan tener acceso a los beneficios de la rehabilitación mediante el uso del caballo, apoyando por este medio su mejor desarrollo integral como seres humanos y su integración y adaptación a la sociedad; con una visión de asistencia social, haciendo accesible el servicio a personas de bajos recursos”, sostiene Settepassi.

El caballo posee características musculares únicas y quien sabe montar ha experimentado la agilidad y el movimiento armónico. Más que un medio de locomoción, para su jinete representa la libertad de movimiento, la potencia, la fuerza. “Para las personas que sufren de algún tipo de discapacidad, el caballo puede significar no sólo el medio para mejorar y progresar sino también la oportunidad de escapar de esa limitación, pudiendo rehabilitarse en un ambiente rico en estímulos y completamente alejado de las rutinas diarias”, aseguran. De allí que el caballo sea una fuente inagotable de estímulos, que actúa tanto a nivel motor como sensitivo, cognitivo, educacional, afectivo y emocional.

EL POTENCIAL DE LA EQUINOTERAPIA

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CABALLOS DE SALTO

La equitación se realiza mayoritariamente con caballos de raza “Silla Argentino” que se destacan por su temperamento enérgico y vivaz. Son animales eminentemente deportivos que se utilizan para salto, adiestramiento o prueba completa. Si bien en sus comienzos eran usados por los militares y preparados para la guerra, hoy brillan en competencias tipo cross-country (campo traviesa) y saltando troncos. Son hábiles, rústicos, aunque al mismo tiempo delicados, ya que deben responder a las órdenes sutiles del jinete en las pruebas de salto en pista. “De volumen y peso medianos, su estructura fuerte y proporcionada le otorga una armonía apta para el deporte. Su pelaje, notablemente liso y sedoso, puede ser alazán, zaino o tordillo. Este animal de líneas largas y armoniosas posee ojos vivaces y expresivos, cola y cuello bien insertados y extremidades fuertes y nítidas, correctamente aplomadas. Sumamente resistente y eficaz, es utilizado en toda clase de competencias ecuestres”.