Chaltén, la capital del trekking

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Rodeado de montañas, El Chaltén es un pueblo tranquilo, prolijo y con mucho respeto por los espacios públicos.

En un viaje de 35 días por Patagonia, viene bien hacer una parada un poco más larga a mitad de camino. La tierra, el ripio, el viento y las rutas que parecen eternas llegan a cansar hasta al viajero más aventurero. Para esa pausa, la autora eligió El Chaltén.

TEXTO. REGINA CANDEL MARTÍNEZ. FOTOS. REGINA C. MARTÍNEZ Y ARCHIVO.

 

Fueron días intensos desde que salimos de Gobernador Gregores. Después de dejar el Parador La Leona atrás encaramos para El Chaltén, al encuentro con Caro y su familia y a la espera de Felipe, un amigo que llegaba ese día desde Rio de Janeiro.

Caro es una de esas mujeres que se animó a un cambio radical en su vida, esas personas a las cuales admiro por su valentía y espíritu de movimiento. De vivir en Capital Federal se fue una temporada a conocer y trabajar en El Chaltén, y la encantó de tal manera que nunca más se pudo ir. Conoció a Jorge con quien hoy tiene tres hijos hermosos: Juana, Pedro y la pequeña Olivia, que me conquistó con su sonrisa simpática.

En El Chaltén son todos inmigrantes de otras partes del país o de otros países latinoamericanos. Porteños, misioneros, jujeños, colombianos, paraguayos y etceteras han conformado lo que hoy es la capital del trekking. Todos van en busca de una vida más tranquila y en contacto con la naturaleza (ya que el pueblo está dentro del Parque Nacional Los Glaciares ) o de un mejor pasar económico, ya que los sueldos en general son bastante más altos de lo que estamos acostumbrados en el centro y el norte del país. O simplemente van en busca de un cambio y la montaña los atrapa.

Es un pueblo que nació hace poco y está en pleno crecimiento. Hoy son 800 habitantes, 550 personas más de cuando lo visité en el año 2003, muchas más casas y muchas en construcción. Muchos más comercios y hoteles preparados para recibir centenares de viajeros con perfil de mochila.

Todos los viajeros parecen figuritas repetidas, vestidos con Montagne o North Face, mochila al hombro, palitos de trekking, calzado adecuado. Recorren varios kilómetros por día de los senderos que ofrecen en la oficina de Guardaparques. Otros van con expectativas mucho más altas. Montañistas amateurs o profesionales que pagan miles de pesos/dólares a un guía para tener la experiencia de sus vidas enfrentando cerros, glaciares, viento, nieve y sus propios medios. Nos cuentan que una expedición de entre 6 y 20 días, dependiendo del clima, puede costar 5000 dólares. La mayoría sale bien y todos vuelven a casa contentos. Otras veces hay que llorar a los que desaparecen. A veces me sorprende hasta dónde el ser humano se exige más allá de los límites normales. No entiendo la pasión de los montañistas que son capaces de entregar sus vidas por enfrentar el cerro Torre, uno de los más difíciles del mundo, para tocar la cima, no tanto por su altura sino por la pared recta a la cual el hombre debe colgarse para lograr su objetivo. Un paso en falso y listo, ya no pueden contar más historias. Las pasiones superan definitivamente cualquier razonamiento.

Caro y Jorge nos prestaron una casilla al fondo de su casa. Nos instalamos y dormimos muy bien después de un día de encuentros. A la mañana siguiente fue hermoso levantarse y descubrir las montañas nevadas atrás de la casilla. Armamos una mesa y sillitas, y desayunamos afuera para planificar los días que teníamos por delante.

EL CLIMA TIENE LA ÚLTIMA PALABRA

El clima es tema común en las preocupaciones de la gente en El Chaltén. Todo depende de si va a llover o no, si el viento va a dejar caminar o es mejor quedarse adentro ya que, si sopla demasiado fuerte puede hasta ser peligroso. Es muy cambiante. No es un clima que quisiera tener, pero uno se acostumbra a todo. Nos cuentan que algunos chaqueños vuelven a su casa en el norte y se quieren volver rápidamente a los cambios climáticos patagónicos. Prefieren eso al calor y los mosquitos. Yo me quedo con lo último. No me imagino levantarme a las 6 de la mañana en pleno invierno con horas de noche por delante y tener que salir de mi casa a la nieve para ir a trabajar. Caro, por el contrario, dice disfrutar de salir temprano y ser la primera que deja marcas de las ruedas en la nieve. Cada ser humano va buscando y encontrando su camino; ninguno es definitivo, lo importante es cada tanto mirar donde uno está parado y preguntarse si en ese preciso momento está feliz o si cambiaría algo. ¿Cuál es nuestro lugar en el mundo? Búsqueda eterna.

La última noche hicimos un asado patagónico con cordero y nos despedimos a puro baile y risas con los hijos de Caro. Fueron días de mucha compañía, de brindis y niños jugando alrededor, de caminatas largas con buena charla y de vistas panorámicas como nunca vi en mi vida.

No viviría en El Chaltén, principalmente por el clima cambiante y la presencia del viento casi constante. Todo es lejos. Al punto que es un pueblo donde nadie nace y nadie muere. A los hijos hay ir a tenerlos a Rio Gallegos, a casi 500 km del pueblo. Y los muertos son enterrados en Calafate, a 240 km. El acceso a internet es casi nulo: solo en una hostería tienen una conexión fluida por pagar servicio satelital. No hay horizonte: el pueblo está rodeado de montañas. Pero no se puede negar que tiene su encanto, ese que se logra por vivir dentro de un Parque Nacional. Hay prolijidad, limpieza y respeto por los lugares públicos, hay conciencia ecológica y una tranquilidad difícil de encontrar en otras partes del país.

Nos despedimos con alegría de la familia de Caro y de la casilla-refugio frente a montañas que pasaron a ser nuestras al menos por un rato.

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El cerro Torre, uno de los más difíciles del mundo por la pared recta que hay que sortear antes de llegar a la cima.

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Vista del lago del Desierto, ubicado a 30 km. de el Chaltén, en inmediaciones de la frontera con Chile.