Pulsos de la política provincial

La voluntad del soberano bajo sospecha

Tenían razón los grandes pensadores cuando razonaron que una palabra puede ser más letal que la espada. Y puede desatar guerras. O sospechas de fraudes. En el caso del escándalo suscitado con el resultado provisorio de las elecciones del pasado domingo 19 y su posterior subida a Internet, dos verbos fueron los causantes de la desgracia: cargar e informar.

Según el gobierno, si en el portal del escrutinio provisorio las mesas visibilizadas hubiesen figurado como “cargadas” en lugar de “100 % informadas”, la provincia de Santa Fe no hubiera estado en boca de todos, sospechada de adulterar, ya no la información preliminar, sino el propio resultado de las elecciones.

Titulábamos nuestro artículo del pasado sábado previo al acto comicial “Hacia la voluntad del soberano”, significando la trascendencia cívica que tendría el hecho de volver a las urnas para ir eligiendo en una primera etapa selectiva los candidatos que, transformados el 14 de junio en gobernantes, se ocuparán el año que viene de administrar y legislar nuestras vidas. Todo se empañó.

Al finalizar el día electoral, un primer dato ya comenzaba a ensombrecer el panorama: había asistido a votar menos del 70% de los ciudadanos empadronados, cuando la media había superado ese porcentaje en las primarias del 2011 y 2013. Las encuestas previas vaticinaban una inquietante apatía ciudadana por estas elecciones. Las agoreras predicciones se cumplieron.

Después nos anoticiamos de que un alto porcentaje aún no definido de presidentes de mesa designados, lisa y llanamente, no se presentó el domingo a cumplir con su carga pública, que en otros tiempos era poco menos que un orgullo.

Por lo visto, tampoco se presentaron los auxiliares y entonces hubo que recurrir al primero de la fila, quien además de maldecir su mala suerte tempranera, no estaba capacitado para afrontar la tremenda responsabilidad de un posterior escrutinio, complejo en un sistema que aún recoge críticas por su utilización en las elecciones primarias, donde se presentan decenas de candidatos en distintos tamaños de boletas, plagadas de logos, fotos, casilleros y tildes.

Primera distracción político-ejecutiva: las autoridades electorales deberían haber sido anoticiadas durante el día de la importante cantidad (al menos así lo hizo notar el gobernador) de presidente de mesa ausentes, para estar atentos a la carga de datos en los escrutinios realizados en esas mesas por gente que no estaba capacitada y podría cometer errores. Que cometieron nomás.

No es éste un tema menor, pues la dificultad posterior en el centro de datos para cargar ese 10% de mesas que pasaron al escrutinio definitivo, provino precisamente de la supina ignorancia de los presidentes de mesa, sean éstos los designados y capacitados, suplentes u ocasionales.

Esos errores y horrores asentados en los telegramas que luego debían cargar los operadores en el centro de recepción de datos (que por eso no los cargaron) sumados a los telegramas que nunca se enviaron, fueron el inicio del apocalipsis que el gobierno resume en aquellas dos palabras exculpatorias: “cargados” e “informados”. Todo parece indicar que si en lugar de consignarse en el portal del escrutinio provisorio los términos “mesas cargadas” en lugar de “100% de mesas informadas”, el caos no hubiera existido. Porque evidentemente nadie hubiera puesto el grito en el cielo a lo sumo hubieran preguntado- por mesas cargadas parcialmente.

Rápido de reflejos y aprovechando, inconscientemente quizás, el error oficial de consignar como “100 % informadas” las mesas parcialmente “cargadas”, los principales actores de la oposición sospecharon que algo no estaba bien (algunos ya venían recelando de la asombrosa juventud e inexperiencia de los presidentes de mesa). Para peor, el Partido PRO había instalado la sospecha del fraude tres días antes de las elecciones. Además, al publicarse los facsímiles de los telegramas en el portal oficial, se podían advertir las barrabasadas asentadas en los mismos, con candidatos que por ejemplo tenían cero votos. Sin contar otras tropelías como casilleros tachados y sobre escritos, votos imputados en otros renglones.

Un cóctel fatal que el peronismo y el PRO no podían dejar de aprovechar (“la política no es para tiernos”, solía repetir un enjundioso operador político del Lole Reutemann).

La tormenta perfecta.

A las cinco de la mañana del lunes 20 (momento del cierre de la carga de datos) nadie en el centro de recepción de datos se preocupó por el 10% de mesas que faltaban “cargar” porque, de acuerdo con lo que afirma el Gobierno, en las elecciones del 2011 y 2013 se registró el mismo porcentaje. Tampoco advirtieron un razonamiento lógico: si restaba cargar el 10 % de las mesas, en el portal no podía figurar “100% informadas”. La tormenta comenzaba a formarse.

Mientras el oficialismo no reaccionaba después del shock provocado por los resultados “cargados” hasta ese momento que le auguraban el peor de los mundos, la oposición se dedicaba a corroborar la evidente contradicción entre “100 % de mesas informadas” y “mesas cargadas”. De ahí a gritar “fraude” había solo un paso político. Que no dudaron en darlo.

El oficialismo seguía conmocionado por el golpe de las urnas y reaccionó tres días después. Demasiado tarde.

De ahora en más.

Mientras el gobierno realiza ingentes esfuerzos para recobrar la confianza ciudadana, explicando que nunca existió un intento de fraude, acusación a su entender utilizada maliciosamente por la oposición (término que más tarde trocó por “irregularidades”), los siete senadores radicales que revalidaron ampliamente en las urnas sus liderazgos territoriales, se ocuparon de visitar al fastidiado ministro de Gobierno, Rubén Galassi, y al candidato Miguel Lifschitz (quien anda buscando el o los responsables de tamaño dislate) para garantizarle que el 14 de junio la amplia diferencia que existió el domingo pasado entre los votos obtenidos por ellos y los cosechados por el entonces precandidato a gobernador se achicará.

“Necesitamos aceitar las estrategias; unificar el discurso que debe ser contundente en señales de gobernabilidad y respuestas a las demandas insatisfechas de la sociedad que hicieron tronar en las urnas”, dijeron casi al unísono.

Se referían a la inseguridad y el narcotráfico, dos delitos de orden global que hace tiempo dejaron de ser una “amenaza” para la Argentina. Lograron flagelar a la sociedad al punto tal que la misma llega a considerar que no tienen remedio. O que los antídotos deberían ser categóricos, y que sólo el que los convenza de aplicarlos con efectividad recibirá la definitiva bendición electoral el 14 de junio.

En esta cuadrícula, el que más expuesto está es el candidato oficialista Miguel Lifschitz pues, salvo el incombustible gobernador bonaerense Daniel Scioli, todo lo que prometa le será facturado como debe a su gobierno, cuyo jefe Antonio Bonfatti insólitamente recibió casi el doble de los votos que él en la categoría diputados.

Perotti y Del Sel pueden darse el lujo de mostrar atractivas propuestas que la ciudadanía evaluará de aquí al 14 de junio si son meras expresiones de deseos, dulces cantos para sus acongojados espíritus, o programas serios y aplicables para salirle al cruce a problemas que, como señalábamos hace dos semanas atrás, desde Obeid para acá nadie pudo resolver. Todo lo contrario: se agravaron. “la gente votó en contra de la inseguridad, ahora (Del Sel) tendrá que explicar cómo lo hará”, sentenció el híper racional Carlos Reutemann mientras le levantaba la mano al exitoso candidato, la noche del domingo en Rosario.

Cuando termine el esclarecedor escrutinio definitivo “que no cambiará las tendencias”, adelantó el gobernador Bonfatti, comenzará el psicodélico juego de las proyecciones para el 14 de junio; para lo cual se utilizarán las matemáticas, la física cuántica y, por qué no, predicciones astrológicas.

Por Darío H. Schueri

Una palabra puede ser más letal que la espada. Y puede desatar guerras o sospechas de fraudes. En el caso del escándalo suscitado con el resultado provisorio de las elecciones del pasado domingo 19 y su posterior subida a Internet, dos verbos fueron los causantes de la desgracia.