Todas las voces y un canto

Todas las voces y un canto

Con un programa lleno de presentaciones y festejos, el Coro Universitario de la UNL, se prepara para celebrar en noviembre sus primeras cuatro décadas de vida, pasión y compromiso.

TEXTOS. marina zavala. FOTOS. MAURICIO GARÍN Y ARCHIVO EL LITORAL.

 

UN AÑO DE FESTEJOS

El 2015 fue pensado por el Coro Universitario de la UNL como un año de recordaciones, de nostalgia. Por eso gran parte de los programas previstos para celebrar estos 40 años tiene un “aire retro”. Se repondrán recitales emblemáticos y se contará con la presencia de viejos amigos de la agrupación, como Opus Cuatro o Damián Sánchez.

Todos los meses el coro brindará un recital importante. El primero se realizó el pasado abril y se trató de un concierto dedicado a Carlos Guastavino.

El próximo 14 de mayo, con la orquesta del Instituto Superior de Música de la UNL y la presencia de un coro de Rafaela, se va a presentar el Gloria de Vivaldi, bajo la dirección de Manuel Marina.

Más adelante llegará la Cantata a Don José Esperanza y en julio un recital con Opus Cuatro. La agenda continúa con el Festival de Coros Universitarios, una propuesta que se organiza cada dos años, dedicada especialmente a los coros de universidades nacionales. En septiembre se compartirá un recital con Damián Sánchez. Para octubre, el plan es realizar un viaje grupal.

Finalmente, en noviembre, llegarán dos compromisos importantes. El 4, en el Teatro Municipal, junto a la Banda Municipal se brindará un recital en el marco de Musicalia, el ciclo que organiza el Instituto Superior de Música. En tanto que el 28 en el Centro Cultural Provincial se vivirá lo que será el colofón de los 40 años, la fiesta mayor, un recital de música popular donde el coro recorrerá la mayor parte de las obras más emblemáticas que ha realizado a lo largo de estas cuatro décadas, con instrumentos. El espectáculo ofrecerá fragmentos de “Mercado.com”, “Misa por la paz y la justicia” y “Prohibido olvidar”, entre otros.

Además, se está preparando un libro con la historia del coro que será presentado en agosto, y una cena que pretende reencontrar a viejos coristas y al primer director Oscar Castro.

“Cuarenta años de pasión y compromiso”, resumen la vida del Coro Universitario de la UNL, presto a celebrar un nuevo aniversario el próximo noviembre. La ocasión, que amerita una generosa programación de presentaciones a lo largo de todo el año, es válida para repasar junto a su director Jorge Céspedes, nota a nota la historia de esta agrupación que, surgida en medio de un clima social y universitario agitado, acompañó con su canto y desde sus inicios la realidad social que le ha tocado vivir.

UN CORO UNIVERSITARIO

En el año 1975, a partir de la iniciativa de un grupo de coristas que venían una etapa anterior coral universitaria en la ciudad, se entusiasmó a Elisa de Zurbriggen, en ese entonces directora del Instituto de Música de la UNL, con la idea de retomar el coro universitario. Ella, con el asesoramiento del padre Osvaldo Catena, dio el visto bueno para la creación del Coro Universitario de la UNL. El mismo se inició con la dirección de José Antonio Gallo, la que al poco tiempo quedó en manos de Oscar Castro.

En ese momento, Jorge Céspedes cursaba en el ISM y comenzó a cantar en el coro, a su vez, ese mismo año y por circunstancias aleatorias, empezó a dirigir el coro de la iglesia de la Merced. Cuando en marzo del ‘76, Castro decide irse de Santa Fe por razones políticas, citó a Céspedes en un bar y le dijo que tenía una lista de tres directores a quien ofrecerles el coro, él era el primero. “Me dijo que si yo le decía que si, no hablaba con nadie más -recuerda el director- y yo inconcientemente dije que si. Ahí empezó este devenir, hoy en día la dirección coral es mi profesión, vivo de esto, cosa que no pasaba en aquella primera época. Esto lo digo con mucho orgullo porque veo que es posible vivir de las cosas que a uno le gustan, la felicidad es grande”.

El 4 de abril del 1977, cuando Jorge llevaba un año largo dirigiendo el grupo, fue detenido por la dictadura. Luego de unos meses de incertidumbre y temor, sus integrantes decidieron buscar un director reemplazante hasta tanto Jorge volviese. El convocado fue Abel Schaller, de Paraná, que trabajó para sostener el proyecto del coro universitario por un año y medio.

El coro ha vivido toda la dictadura militar, también el proceso democrático con sus vaivenes; ha atravesado días difíciles de la historia del país y sus miembros destacan que siempre lo hizo comprometido con esos momentos. La agrupación acompañó movimientos sociales y reclamos de justicia; apoyó el Caso Cabezas, cantó en la Carpa Docente durante el menemismo así como en otros conflictos gremiales, y se presentó en la recuperación como espacio de memoria de la Seccional 4ta de Santa Fe. De ahí que el lema elegido para celebrar estas cuatro décadas sea “Cuarenta años de pasión y compromiso”.

RECORRIDO

Su director asegura que el coro fue siempre muy numeroso, asegura su director. En un comienzo estaba integrado por 50 personas, aproximadamente. La cantidad de cantantes siempre hizo algo engorrosa la búsqueda de lugares de ensayo y la organización de los viajes. “Son complicaciones lindas”, aclara Céspedes. “A mi siempre me gustó trabajar con coros muy grandes -agrega. En el 2001, cuando estrenamos Mercado.com, éramos 120, algo muy difícil de sostener, es complicado contar con la infraestructura edilicia adecuada para tanta gente. Actualmente mantenemos el número de 50, 60 integrantes. Nos acompañan Alfonso Paz como asistente de dirección y Lucía Díaz como profesora de técnica vocal.”

En su periplo hasta llegar al Foro Cultural de la UNL, donde hoy ensaya, el coro ha trabajado en la escuela República de Bolivia, la iglesia de Fátima, la Unión y Benevolenza, entre otros. Pero un lugar que quedó especialmente guardado en la memoria de sus integrantes fue la “mítica casa” de Castellanos 2269, una edificación que encontraron casi derruida y que, con el esfuerzo de todos, lograron recomponer hasta transformarla en “la casa del coro”, no solo porque allí se realizaban los ensayos, sino porque también era el espacio en el que se generaban los nuevos espectáculos y se recibían amigos como Tucho Spinassi, Francisco Maragno, Remo Pignoni, el Dúo Salteño, Cuchi Leguizamón y Hugo Maggi.

Se trata de un lugar que fue emblemático para el coro que en ese momento era universitario independiente, y lo siguió siendo durante catorce años, desde el ‘76 al ‘89, cuando volvió a pertenecer a la Universidad Nacional del Litoral.

A la hora de los recuerdos, Céspedes quiere hacer mención a la imagen de Eduardo Baumann: “Él integró el coro durante 20 años y mientras estuvo con nosotros, su presencia fue absolutamente movilizadora. Hicimos tres viajes a Europa y todos tuvieron su impronta. Como buen cantante y fundamentalmente como buen amigo, su partida nos dejó un hueco muy importante”.

REPERTORIO

A lo largo de sus 40 años, el repertorio del coro ha ido variando y transformándose para encontrar distintas herramientas con las que armar sus propuestas musicales. El abanico es amplio, incluye recitales tradicionales de música erudita, sinfónicos corales, conciertos con grupos instrumentales pequeños; pero también teatro musical y óperas. Los dos espectáculos más importantes que puso en escena el grupo, Prohibido olvidar y Mercado.com, fueron multimedia. Hace poco presentó Ludus Eroticus, un entremés humorístico musical; y ahora está pronto a reponer la Cantata a Don José Esperanza, de Coco Domínguez, que está escrita como cantata musical y que el coro pensó escenificada. Además, la agrupación ha sido soporte de León Gieco en 1995, cuando participó del II Festival de la Canción junto a la Banda Municipal. “Todas las formas imaginables de cantar, suponemos que habrá otras, el coro las ha experimentado”, asegura Céspedes.

CUENTAS PENDIENTES

En un balance, Jorge Céspedes, habla de lo que aún queda pendiente: “Podemos hablar de deudas, de lo que ha faltado o que falta hacer. En este caso, se trata de un aspecto que es un poco más general y no se limita al coro de la universidad. Creo que la actividad coral no tiene el lugar que merece o que entendemos nosotros que debiera merecer, ni del estado ni de la sociedad misma. Somos culpables en parte, porque muchas veces los coros presentamos espectáculos que no son atrayentes, o repertorios que no son atrayentes o con propuestas artísticas que no tienen el nivel que pudieran hacerlas atrayentes. Pero el desafío es ese. Hay cada vez más gente que canta, pero cada vez menos gente que escucha; aquí hay una contradicción, algo que no se está manejando bien. Esto debiera ser motivo de charla permanente entre los directores de coros, entre las autoridades de la cultura. Pero en tanto el Estado nacional, municipal, provincial, no se involucre más directamente en la actividad, no va a pasar nada”.

Primeros ensayos y conciertos

Por Oscar Castro.

Los estudiantes del Instituto Superior de Música de la Universidad del Litoral de aquella época hacía mucho tiempo que aspirábamos a generar un grupo coral abierto a toda la comunidad. La oportunidad de hacer realidad nuestro anhelo se dio en mayo de 1975, en ocasión de un concierto de alumnos y profesores al que estuvo especialmente invitado el entonces Rector de la Universidad del Litoral, Ingeniero Roberto Ceretto. La Directora del Instituto de Música, Prof. “Bocha” Zurbrigen fue la encargada de transmitirle nuestra inquietud. La apoyaron en esa gestión el Padre Osvaldo Catena, su asesor institucional, y Oscar Caamaño, su secretario académico. Inmediatamente el Rector Ceretto dio su consentimiento y encomendó a nuestro profesor de dirección coral, José Gallo, la tarea de organizarlo.

El Prof. Gallo residía en Buenos Aires y solamente viajaba a Santa Fe cada 14 días. A poco tiempo de iniciados los ensayos, decidió designar un asistente. Sin falsa modestia, nunca supe las razones por las cuales me eligió a mí. Cuando me transmitió su decisión, sentí que no tenía la formación adecuada para responder a tamaña responsabilidad. Al mismo tiempo entendí que se trataba de una experiencia profesional importantísima y que no debía desaprovecharla. Con más entusiasmo que capacidad, acepté el desafío.

Al poco tiempo el grupo sumó más de ochenta personas, cuyas edades promedio rondaban los 22 años. Pertenecían a las diferentes facultades de la UNL, pero también había de la Universidad Católica e incluso estudiantes secundarios. La inmensa mayoría no tenía formación en canto y mucho menos en lectura musical. Fue preciso enseñarles todo. Los estudiantes de música organizábamos clases de formación musical e impostación, además de los ensayos parciales y generales.

El espíritu de trabajo y estudio era altísimo y la vida social que inmediatamente se generó fue intensa. Después de los ensayos se conversaba largamente y los fines de semana se guitarreaba hasta el amanecer. Nuestros magros bolsillos de estudiantes no permitían un servicio gastronómico muy variado en esas reuniones: solamente mate amargo y agua fresca. Mi austera casa de la calle Domingo Silva era la sede más frecuente. La música y la amistad eran los convocantes y el canto el principal protagonista. El repertorio más habitual eran obras del folklore latinoamericano, bossa nova, canciones de Serrat y del naciente rock nacional. Cuando el Prof. Gallo observó la cantidad de noviazgos que se habían formado en tan poco tiempo me dijo por lo bajo una frase que me quedó grabada: “No hay agencia matrimonial más eficaz que un coro universitario”.

El ambiente entusiasta, amigable y creativo que se vivía dentro del Coro se contraponía al miedo, la inseguridad y la violencia política que envolvía a todo el país por aquel entonces. En septiembre de 1975, las universidades nacionales de todo el país fueron intervenidas por el Gobierno de Isabel Perón. El Rector Ceretto, nuestro mentor, fue reemplazado por Julio García Martínez, representante de la derecha porteña más calcitrante. En pocos días el clima dentro de nuestra casa de estudios cambió radicalmente: todos pasamos a ser sospechosos.

José Gallo, nuestro profesor de dirección coral y director oficial del Coro, decidió renunciar a sus cargos previendo una inminente cesantía. Naturalmente, nuestro concierto inaugural fue cancelado por las nuevas autoridades y se nos impidió seguir ensayando en el Instituto Superior de Música. Fue un momento difícil, pero nuestra decisión de continuar con el Coro era total.

Cuando la Interventora del Instituto de Música me citó a una reunión para saber por qué continuábamos con los ensayos, con mucho respeto y serenidad le respondí que nos habíamos reorganizado como Coro Universitario Independiente, lo cual significaba que no pertenecíamos a ninguna universidad, y que la dirección de nuestra sala de ensayo no se la podía dar (yo temía que nos mandara la policía). Su reacción no se hizo esperar: me aplicó una suspensión por diez años, extensiva a todas las universidades nacionales del país, “por irrespetuoso”. Quedé anonadado. Me faltaban tres materias para terminar mis estudios universitarios y una sanción de esta naturaleza implicaba que quizás nunca podría diplomarme. Cuando comenté esta situación a mis compañeros ocurrió algo sorprendente, que jamás había sucedido antes: se declararon en huelga por tiempo indeterminado hasta tanto se levantara la suspensión. Nunca he olvidado esa muestra de valentía y solidaridad. Los estudiantes de música hemos sido tradicionalmente apolíticos, sumergidos en el individualismo propio de los espíritus creativos. En esa oportunidad ocurrió todo lo contrario: durante dos semanas ningún estudiante entró a clase y muchos profesores se solidarizaron con mi situación. Ante este problema, la Interventora me citó nuevamente. Cambiando totalmente de actitud, me levantó las sanciones.

El 15 de noviembre de 1975 dimos nuestro concierto inaugural en el salón de actos de la Escuela Técnica Nº 1 de la Ciudad de Santa Fe. El Prof. Gallo viajó especialmente desde Buenos Aires para la ocasión y junto a la ex Directora del Instituto Superior de Música estuvieron como público en la platea. Cantamos felices, con la dosis exacta de nerviosismo que ayuda a una buena concentración. Los recuerdos de un debut son siempre imborrables. Mucho más en este caso, porque ese acto musical significaba un triunfo rotundo sobre la prepotencia y mediocridad de los interventores universitarios de ese momento.

Siguieron conciertos en una Iglesia Adventista de Paraná, en la Iglesia Parroquial de Recreo y una audición en vivo en el LT10. Como estímulo para seguir creciendo artísticamente, gestionamos nuestra participación en los VII Encuentro Corales de Verano de Villa Gessell de 1976.

La situación política del país se seguía deteriorando. Todos sabíamos que un golpe militar era inminente y que la represión sería terrible. Aquellos que estábamos “marcados” corríamos serio peligro. Al regreso de Villa Gessell decidí emigrar de Santa Fe y buscar un sucesor para mi trabajo al frente del Coro Universitario. La tarea no era fácil. El director de una agrupación coral universitaria no solamente necesita solvencia académica, sino también capacidad de gestión y liderazgo. Además, por la difícil situación que atravesábamos, yo buscaba una persona que transmitiera alegría en cada ensayo y que estuviera dispuesta a desempeñarse en forma honorem. El 21 de marzo de 1976 cité a Jorge Céspedes, le planteé la situación y le ofrecí ser mi sucesor al frente del Coro Universitario. Aceptó inmediatamente. Al día siguiente comuniqué a mis queridos coreutas y amigos mi decisión de emigrar (casi diría: de huir). Entendieron que nuestra separación era inevitable e impostergable y que el nuevo director debía contar con el apoyo incondicional de todos. Les hablé de Jorge y de lo que significaba esta nueva etapa en la vida de nuestro grupo.

Tardé mucho tiempo en asimilar todas estas experiencias, enriquecedoras pero también traumáticas. Pocas veces he vuelto a Santa Fe después del ‘76. Tomo este relato como el prólogo del reencuentro emocionado y feliz que se producirá en noviembre de este año, cuando abrace fraternalmente a cada antiguo integrante del Coro Universitario de Santa Fe, a cada amigo, a su actual director, a cada cantante que no pude conocer en estos treinta y nueve años de separación. Seguramente en ese momento el canto coral nos estará envolviendo a todos, antiguos y nuevos, con su fuerza eterna e indestructible.

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Jorge céspedes dirige el coro universitario de la unl desde 1976.

En la memoria

A lo largo de sus 40 años, el Coro de la Universidad Nacional del Litoral, ha recopilado infinidad de momentos, viajes y obras. Algunos espectáculos merecen un lugar especial en la historia de la agrupación y, a juzgar por su director Jorge Céspedes, entre ellos no pueden faltar los que integran esta selección:

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PROHIBIDO OLVIDAR

Estrenado en 1996, al cumplirse 20 años de la instauración de la última dictadura militar en nuestro país, el espectáculo destacó los hechos fundamentales de la historia argentina reciente a través de la música instrumental, el canto, la danza, el humor y el video.

MERCADO.COM

Plantear un juicio crítico a la globalización fue el objetivo de este espectáculo que convocó a más de 15.000 personas a través de casi 50 presentaciones. “Pensar que un coro convoque ese número de gente es insólito e inaudito, no se si ocurre en otra parte del mundo”, resalta Céspedes.

ARIEL RAMÍREZ, LAS DOS MISAS

Fue la primera vez que en nuestro país se presentaron juntas en un mismo espectáculo la “Misa Criolla” y la “Misa por la Paz y la Justicia”. El desafío sirvió también para homenajear al compositor santafesino con sus dos obras cumbres que recorrieron el mundo y tienen un gran sentido de pertenencia en nuestro país a partir de sus elementos folklóricos.

LA PARTE DEL LEÓN

Este espectáculo presentó un tributo a León Gieco con canciones de su clásico repertorio entre las que se contaron El embudo, A veces mi pueblo, Azul es gris, La colina de la vida, Pensar en nada, Cinco siglos igual, Semillas del corazón, En el país de la libertad, La memoria, La rata Laly, La cultura es la sonrisa, De igual a igual y Cola de amor, entre otros. La puesta contó con la participación del grupo De la Calle y el ballet Guaminí.