Habitar el silencio

Habitar el silencio

“Todo está bien, hay algo esencial que permanece inalterable, intocado por cualquier circunstancia adversa, cualquiera sea”, dice Cecilia Lammertyn, instructora de yoga, en esta entrevista.

TEXTOS. ANA LAURA FERTONANI ([email protected]).

 
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Para la instructora de yoga, “a los occidentales nos cuesta cualquier tipo de actividad que implique ir hacia adentro o estar simplemente presente, aquí y ahora”.

“Quizás estás buscando entre las ramas lo que tan sólo se encuentra en las raíces”. Rumi.

Repite mentalmente, en silencio, el sonido SO al inhalar y el sonido HAM al exhalar. SOOO HAAAM. La respiración se vuelve rítmica: el mismo tiempo para inhalar, el mismo tiempo para exhalar. Son veintipico de personas, en círculo, alrededor de Cecilia Lammertyn -instructora de yoga y creadora de espacios de meditación- que se dejan guiar hacia el silencio, hacia la sabiduría interna, han resuelto parar los pensamientos y ahí poco a poco se encuentran respirando desde el corazón.

El corazón se agranda, se llena de aire -o luz blanca- abarcando todo el pecho cuando inhalo y vuelve a su tamaño normal, cuando exhalo. La respiración se torna en extremo lenta y completamente inaudible. No hay sonidos en mi pecho. Siento como si inhalara silencio y como si exhalara silencio.

Cecilia los guía.

La meditación es una herramienta que invita a “escuchar el silencio descansando de la mente superficial, a tomar distancia respecto de lo conflictivo en uno y permite descubrir una fuente estable de energía completamente interior que no depende de las circunstancias externas”.

ESA SABIDURÍA

Aquí Cecilia comparte su experiencia.

- ¿Cuánto tiempo hace que meditás y cuáles fueron los cambios o beneficios que ves en vos que te llevan a querer trasmitirlo a otras personas?

- La meditación como práctica siempre estuvo conmigo de una manera u otra, aunque conscientemente hace poco menos de diez años que comencé a realizarla más sistemáticamente. Desde la infancia, siempre tuve una tendencia natural hacia la oración y yo creo que fue a partir de la oración -que para mí no está realmente separada de la meditación- que descubrí que ciertos estados de silencio, de concentración o de introspección son estados de meditación.

Después vino el interés y el estudio del Yoga, al cual accedí porque me interesaba casi exclusivamente por el tema de la meditación. Recuerdo que lo primero que me atrajo intensamente de la práctica de meditar, es decir, de sentarse y aquietarse, fue escuchar el silencio.

Siempre fui una persona muy mental, muy encerrada en la cabeza y por momentos, muy apegada, muy identificada con los pensamientos, con el trabajo conceptual de generar ideas. Aunque mi mente podía ser precisa y creativa, no paraba y entonces sufría episodios de agotamiento, de estrés y fatiga física. Escuchar el silencio en el centro del pecho y percibir cómo todo en el fondo, el espacio mismo, tiene una raíz en el silencio, como si todo estuviera esencialmente cubierto por un manto de silencio, de quietud, fue algo profundamente apaciguador para mí. Es como un bálsamo que en lo profundo nos dice: “todo está bien”, hay algo esencial que permanece inalterable, intocado por cualquier circunstancia adversa, cualquiera sea.

- ¿Por qué meditar desde el corazón?

- Corazón quiere decir centro, el punto focal del cual surge el ser y la conciencia. Es otro nombre para decir lo más esencial de nuestro ser. Todas las tradiciones espirituales y místicas de todos los tiempos, hablan del corazón como punto de partida y meta de la autorrealización del hombre. Cuando meditamos en el centro del pecho, estamos buscando ese centro, esa fuente de luz y verdadera alegría, esa esencia de la cual emana todo. El corazón, por estar en el centro del cuerpo, es aquel que une lo inferior con lo superior, es el punto de síntesis y equilibrio. Posee una sabiduría propia, totalmente diferente de la mente racional y de la emoción, una sabiduría que nos remite a la capacidad superior de la intuición. Intuir es saber sin pensar, es un tomar contacto, un “tocar” la realidad sin que medien pensamientos o emociones. Hacemos uso de esa sabiduría en algunos momentos de nuestra vida, por ejemplo, cuando tomamos una decisión e interiormente sentimos que “hicimos lo correcto”, “hicimos lo justo”. La meditación centrada en el corazón nos ayuda a aprender a vivir con la conciencia de que el corazón es el centro. Vivir así centrados nos brinda fortaleza, alegría, serenidad y nos permite desarrollar un creciente amor y compasión hacia todos y todo. Por supuesto, no es algo inmediato o carente de dificultades, porque no se trata simplemente de meditar sino de iniciar un camino de auto-transformación.

HACIA EL FONDO DEL OCÉANO

Ahí, en el centro del corazón hay un pedazo de cielo, un espacio vasto, infinitamente abierto, dilatado, etéreo, gaseoso. Un espacio donde la conciencia se expande, donde el ser se libera de toda amarra, de todo condicionamiento. Un espacio blanco y pleno de paz.

- ¿Considerás que a nuestra sociedad, la occidental, le cuesta meditar?

- Sí, a los occidentales nos cuesta cualquier tipo de actividad que implique ir hacia adentro o estar simplemente presente, aquí y ahora. Nuestra mente está habituada a la dispersión, a estar volcada hacia afuera, hacia el estímulo externo que proviene de los sentidos, a ir y venir al pasado y al futuro (...). Por otra parte, en una cultura que privilegia el ruido y el movimiento, parece que tenemos una aversión natural al silencio y la quietud, como si ello implicara un miedo a “perder la conciencia”, es decir, a caer en un estado de inconsciencia. Esto es sólo un miedo instintivo y pasajero que viene de la mente superficial, que se resiste a cesar su actividad y a renunciar a su predominio. Otra razón por la que nos cuesta aquietarnos, es que en tales estados los aspectos conflictivos de la mente emocional pueden agudizarse. En un momento de silencio e inactividad, los pensamientos pueden intensificarse y parecer abrumadores. Pero hay que insistir en que todo este malestar y estas resistencias son totalmente normales cuando uno inicia la práctica de la meditación. Son pasajeros y se superan con la persistencia de la práctica, también en la medida en que nos vamos “enamorando” del silencio y la calma que vamos hallando en la meditación. Nos vamos identificando con ese otro lado de la mente, la mente profunda, que como el fondo del océano siempre permanece ecuánime y en calma.

- Siguen existiendo distintas concepciones culturales sobre el corazón.

- La concepción occidental que tenemos del corazón es totalmente limitada y dualista. Para nosotros, “corazón” es lo irracional, aquello que es opuesto a la lógica y al cerebro. Por descarte, hemos depositado en el corazón todo lo que no entra en la mente racional: los sentimientos, emociones, instintos y hasta el amor. Le hemos negado al corazón toda capacidad de aprehender la realidad, toda universalidad, como si fuera un ámbito viciado por lo personal y lo subjetivo, cegado por lo pasional. El corazón es lo “visceral”, una impulsividad carente de inteligencia. Para Oriente, sin embargo, el corazón es la dimensión interior que nos conecta con lo macrocósmico. En el corazón mora nuestra ligazón eterna e indestructible con el divino. Por ello, el corazón no es ni material, ni irracional, ni personal ni impulsivo. Es exactamente amor-sabiduría. Un ansia de unión que posee inteligencia o discernimiento, es decir, que sabe la dirección correcta a seguir, a diferencia de la pura emoción o del puro sentimiento. Los sabios dicen que por medio del corazón accedemos a la sabiduría universal que nos permite conocer la realidad oculta del universo.

“Lo primero que me atrajo intensamente de la práctica de meditar, es decir, de sentarse y aquietarse, fue escuchar el silencio”, dice Cecilia Lammertyn.

Habitar el silencio

Una vez que se toma la decisión de meditar, es importante hacerlo al principio por 5 o 10 minutos y luego un poco más, en forma progresiva.

EN ESE ESPACIO INTERNO

Para Cecilia Lammertyn lo fundamental es hacer la experiencia de meditación, tomar la decisión y sentarse a meditar, al principio 5 o 10 minutos y luego un poco más, progresivamente, pero no abandonar.

“Meditaciones hay muchas y la forma de meditar que le sirve a alguien, puede no servirme en absoluto a mí. Yo sugeriría que tome alguna técnica o método que sea lo más simple posible y que lo pruebe por un buen tiempo para ver cómo se siente. Es importante profundizar en una forma de meditar, o sea, explorarla, probarla por un buen tiempo. Para que la meditación dé sus frutos debe ser practicada por un largo tiempo. De lo contrario, si una y otra vez estoy probando técnicas -incluso varias al mismo tiempo- y las voy variando, el resultado es un trabajo muy superficial que puede agitar aún más la mente y crear la falsa ilusión del ego de que domino muchas técnicas ‘espirituales’ “.

“La forma más simple de meditar -concluye- es tomar un objeto de concentración, como puede ser el corazón”.