Señal de Ajuste

Fenómeno antropológico o puticlub

Fenómeno antropológico o puticlub

La primera emisión llegó a los dos dígitos y se trata de sostenerlos con la única fórmula posible, ésa cuyo ingrediente principal es el escándalo. Foto: Gentileza Producción

 

Roberto Maurer

América va por los dos dígitos. Y para escapar de su eterno cuarto puesto exhumó Gran Hermano, un formato que hace quince años estrenó Telefé para exprimirlo durante varias temporadas, hasta descartarlo. Aún con telarañas, Gran Hermano inspira respeto: es el abuelo de todos los reality shows. La pregunta es si a su edad merecía interrumpirse su descanso, pero América confía en un rejuvenecimiento potenciando sus genes escandalosos.

El lanzamiento de Gran Hermano 2015 fue gradual y tras sucesivos anticipos la inauguración oficial se produjo el miércoles 29 de abril (1). La campaña previa a la gala incluyó la circulación de versiones que, por ejemplo, decían que un participante era hijo “natural” (¿no lo son todos?) de un famoso cuya identidad sería revelada en el curso del encierro. Otro sería hijo de un represor, de quien habría heredado un pensamiento neonazi. A estas atracciones, naturalmente, se suma la promesa de sexo explícito.

Bajo bandera

Hubo previa, con Rodrigo Lussich y Cora Debarbieri, y un desfile de figuras del canal, cuyo relieve, sabemos, es relativo: carece de celebridades. Pero estaban absolutamente todos, como soldados. Era un ejército donde se alineaban desde Fantino a Mónica Gutiérrez, Marina Calabró y Majul, de una lista que no registraba ausencias. De afuera asistieron los que participan en lo que llaman “debate”, cuya moderadora es Pamela David, dueña consorte del canal, y donde, entre otros, se mezclan Sofía Gala y Gastón Trezeguet, Juanita Viale con el periodista Gabriel Levinas, que encontró una manera de dañar su reputación.

Había que opinar, y es muy difícil decir algo nuevo sobre GH, salvo que se posea la facilidad para el delirio de Victoria Vanucci. Obligados a responder con pavadas, quienes sentían un poco de vergüenza apelaban a la expresión “fenómeno antropológico” como excusa intelectual.

En el estudio, Jorge Rial (2) ofreció la bienvenida. Es la quinta vez que conduce Gran Hermano y posee la grandilocuencia dramática necesaria como para provocar escalofríos cuando anuncia: “¡Comenzó a latir La Casa!”. Por supuesto, sostiene que es la mejor de todas y muestra sus dependencias a la platea. Se trata de diseños colorinches, o sea distintos de la sobriedad de las versiones anteriores, y a la vez inadecuados: una puja de almas desnudas requiere ambientes neutros.

Hay una superación tecnológica y ningún complot podrá escapar al control: funcionan cincuenta cámaras en lugares antes inalcanzables que, sumadas a cien micrófonos, delatarán a los intrigantes más sutiles. En estos tiempos de espías, se trata de un factor apasionante.

El ingreso de los catorce participantes con su valijita, uno por uno según la tradición, se concretó por un largo, estrecho y sombrío túnel que recordaba a una dependencia de estación de subte, con un vallado que los separaba del escaso público más familiares que, aplastados contra la pared, había llegado para alentarlos. Además, llovía.

Flora y fauna

El primero en entrar a La Casa fue Brian, un muchacho de la La Tablada que salía a robar con su padre, y que cree tener un hijo de una mujer que le niega el ADN. Viene a representar al guachiturro del grupo. “Esto es grosso, recheto, la concha de su madre..”, exclama mientras recorre La Casa. “¡Que se pudra, que se pudra!, va cantando. Luego, estirado en un sillón, comenta: “Qué casa que se mandaron los hijos de puta”, una frase que Rial considerará “una definición técnica”.

Luego sigue Belén, el contraste. Es de Ramos Mejía (“soy de Ramos”, como ella dice), modelo y estudiante de teatro. “¡Qué linda es La Casa! La amo, la amo...”. Minifalda cortísima y sin corpiño. Admite que produce la impresión de “ser hueca, pero pasa que soy distraída”.

Se irán sumando un boxeador santiagueño que quiere pelear con Maravilla Martínez, una muñeca de pueblo, madre soltera, a quien un corredor drogó y violó; una chica encantadora que nació varón y a quien Rial presenta como un travesti que lucha por sus derechos, y un metrosexual cordobés obsesionado con su cuerpo cuya mayor felicidad “es la ropa interior mía” (sic). Se van juntando, charlan. “Están viendo Gran Hermano puro”, nos instruye Jorge Rial.

Siguen llegando, mojados por la lluvia. Aparece un langa de 35, que en varias ocasiones se preocupa de comunicarnos que conoce treinta y dos países. Es un winer, trabaja en una multinacional. “Guau, es muy loco, genial”, comenta cuando conoce La Casa. Una mocosa tuerca que sufrió un robo insiste en que hay que “matar a todos los delincuentes”, mientras otra se declara “adicta a la diversión”, intentó ingresar con juguetes íntimos y su propósito declarado es tener sexo en La Casa. “Señores, le gusta la joda”, aclara Rial sin necesidad.

“Soy de una familia bien, vivo en un country”, se presenta una participante. “Me voy a levantar un día y decir ¿quién quiere hacer un trío?”, avisa. El más joven tiene 19, viene de Posadas y fue presentado como “el último argentino virgen”. Se define como un romántico que busca una chica ideal para su primera vez y piensa que la puede encontrar en La Casa. Es posible que se lo coman crudo y no solamente las chicas sino también algunos de los muchachos, por lo que se ha visto.

Uno de esos muchachos puede ser el maquillador catamarqueño que se presenta como procedente de un lugar en el que “la gente se divide entre la que es alguien y la que no lo es. Yo estoy en el grupo de los que son”.

Una marplatense de 29 vivió siempre en la religión adventista, pero se cansó. “Como no está permitido tener relaciones antes del casamiento, dejé la religión y empecé a hacer todo lo que no podía”, y su amenaza es seguida por la confesión de un chico de Burzaco que no disimula su vocación: “Nací para estar en la televisión, para ser un mediático”.

La última en llegar cuenta que a los quince años “un tipo nos agarró a mi hermana gemela y a mí, nos llevó a una calle cerca de las vías del tren y nos violó”. A esta altura, ya nadie se asustaba. Se anunciaba una sorpresa y consistió en un participante extra, Francisco Delgado, uno de los tantos progenitores posibles del hijo de Gisela Bernal según las estadísticas.

El canal América ha sido invadido por Gran Hermano que, a la vez, se puede seguir en otras plataformas. La primera emisión llegó a los dos dígitos y se trata de sostenerlos con la única fórmula posible, ésa cuyo ingrediente principal es el escándalo. El propio Rial ofreció la medida de la apuesta de América: “Esto no es un programa, es un canal detrás de un programa”.

(1) Ésta es una crónica limitada a una jornada protocolar, la del primer día de GH. Al momento de llegar al lector, si La Casa aún no fue intervenida por Gendarmería, pueden haberse producido hechos suficientemente escabrosos como para justificar el procedimiento.

(2) Cuando GH surgió en la pantalla de Telefé, nacía “Intrusos” en América y Jorge Rial fue el principal enemigo del reality.