editorial

  • El tradicional discurso de apertura de sesiones del gobernador ante la Asamblea Legislativa quedó en medio del proceso electoral, y esto se hizo sentir.

A la vera de las elecciones

El tradicional discurso de apertura del gobernador Antonio Bonfatti ante la Asamblea Legislativa tuvo la particularidad -como en el caso de otros mandatarios antes que él, en una provincia donde no existe la posibilidad de reelección- de ser no sólo la apertura formal del período parlamentario, sino también el último de su gestión. Pero en este caso en especial, además, no pudo evitar verse atravesado por las circunstancias atinentes al período electoral para la renovación de sus autoridades en que la provincia se halla inmersa.

En ese sentido, el mandatario provincial no pudo eludir la referencia al escándalo derivado del escrutinio provisorio, en el que una serie de irregularidades operativas generó una inaceptable situación de confusión que, por precaución o interés malicioso, muchos aprovecharon para vincular con maniobras fraudulentas; a pesar de que no existieran efectos concretos o ulterioridades que pudieran volver verosímil tal hipótesis.

Con el escrutinio definitivo terminado a tiempo -y también a la carrera-, el gobernador pudo plantarse ante los legisladores de todos los partidos y las autoridades institucionales con el respaldo de los números, para confirmar que los defectos advertidos existieron como tales, pero que no había manera de asignarles intencionalidad.

A lo que Antonio Bonfatti tampoco pudo sustraerse es al complicado escenario que, conforme a esos mismos números, se presenta en las elecciones del 14 de junio para las perspectivas de continuidad de la coalición gobernante. Inevitablemente, esta circunstancia se proyectó sobre el habitual repaso de realizaciones y proyectos, con el añadido de algún anuncio.

En esta oportunidad, el listado quedó fuertemente vinculado con el marco teórico que rigió la alocución del gobernador, y que tuvo como eje la disyuntiva entre la conservación del rumbo o el cambio de paradigma -en una perspectiva futura que estratégicamente el discurso asoció con el pasado- a la que la ciudadanía santafesina se enfrentará cuando le toque decidir en las urnas.

En el caso de Bonfatti, y producto también de las estrategias políticas frente al desafío electoral, la oportunidad tuvo carácter inédito también por cuanto la ocasión lo tuvo exponiendo ante quienes, en muchos casos y según lo previsible, a partir del 11 de diciembre serán sus pares -como lo fueron antes de que asumiera sucesivas responsabilidades en el ámbito del Poder Ejecutivo. La única vez que, con anterioridad, un gobernador encabezó una lista de candidatos a diputados provinciales, fue a efectos puramente electorales y en carácter “testimonial”, ya que luego se quedó con la banca en el Congreso de la Nación para la que había sido electo.

Las reacciones al discurso, más allá del condimento atinente a la proximidad de las elecciones generales y al efecto de las rivalidades en las primarias, se ajustaron al previsible libreto del respaldo de los partidarios y los cuestionamientos de la oposición. Sin embargo, a nadie escapaba que la serie de circunstancias que precedieron a la ritual ocasión, y la perspectiva inmediata de lo que puede ser un punto de inflexión en el rumbo político de la provincia, marcaron profundamente cada una de las palabras vertidas y las interpretaciones sobre ellas, y se proyectaron a lo que será el punto de inflexión determinante -a los efectos de la continuidad o el cambio- en la vida institucional de la provincia para los próximos cuatro años.

Bonfatti no pudo sustraerse a las críticas sobre el escrutinio provisorio, y al inminente punto de inflexión institucional de los comicios de junio.