editorial

  • Las turbulencias callejeras de estos alcances no se conocían desde los tiempos en que fue asesinado el dirigente religioso Martín Luther King.

Violencia policial y conflicto racial en los EE.UU.

Los disturbios callejeros que sacuden a la ciudad norteamericana de Baltimore confirman, por si había alguna duda, que en los EE.UU., el racismo goza de buena salud, sin que la presencia de un presidente negro, como lo es Barack Obama, pudiera alterar esta relación que nunca termina de resolverse de modo satisfactorio. Como es de dominio público, los incidentes se iniciaron con la detención y muerte de Freddie Gray, un joven negro de 25 años. Gray fue detenido, según se sabe, por portar una navaja ilegal. La brutal paliza que le propinaron le provocó la muerte una semana después y las explicaciones de la policía se parecen más a coartadas que a respuestas responsables de funcionarios públicos en un Estado de derecho.

Como era de prever, la noticia dio lugar a violentas movilizaciones callejeras que rápidamente se extendieron a otras ciudades norteamericanas como Los Ángeles, Seattle, Chicago, Birmingham y Cleveland. Las refriegas incluyeron a marginales de todo tipo y la violencia dejó un saldo de destrozos, detenidos y un tendal de heridos. La Guardia Nacional de Maryland ocupó la ciudad, mientras que el gobernador, en sintonía con la alcaldesa Stephanie Rawlings Blake, decretó el toque de queda. Las autoridades protestaron por la supuesta desproporción de la respuesta, pero la pregunta a hacerse en este caso es la siguiente: ¿Cuál es la respuesta proporcional a un crimen de inconfundible sesgo racista?

De todos modos -y como para matizar lo sucedido-, la noticia que asombró a la opinión pública la produjo la madre negra Toya Graham que al momento de reconocer a su hijo entre los enmascarados que apedreaban a la policía e incendiaban vehículos, salió furiosa a la calle, lo abofeteó y lo obligó a regresar a la casa. Lo sucedido se transformó en noticia porque instala el debate acerca del rol de los padres en acontecimientos de este tipo.

El presidente Obama, por su parte, condenó el racismo, pero también fue crítico con los acontecimientos de violencia. Según los observadores, turbulencias callejeras de estos alcances no se conocían desde los tiempos en que fue asesinado por un sicario el dirigente religioso Martín Luther King, hace de esto más de cuarenta y cinco años.

En agosto del año pasado, otra movilización callejera contra el racismo y la represión ilegal conmovió a la localidad de Ferguson. En la ocasión, fue asesinado el joven negro Michael Brown por un policía blanco que recibió por ello una pena mínima. En el caso de Baltimore, los policías involucrados en la muerte de Gray fueron apartados del cuerpo hasta tanto se esclarezca su situación, pero siguen cobrando sus sueldos y los entendidos aseguran que no serán condenados.

La última pregunta a responder es si efectivamente los negros son discriminados en Estados Unidos. Al respecto, hay que decir que si bien los integrantes de la negritud han alcanzado nada menos que la presidencia de la Nación, sillones en la Suprema Corte de Justicia, el comando en jefe de las Fuerzas Armadas y numerosos cargos en la alta burocracia del Estado, la gran base social de los afroamericanos muestra inocultables datos de marginalidad.

En los EE.UU., el trece por ciento de la población es negra, pero a ella le corresponden mayoritariamente la pobreza, las condenas a muerte, las detenciones callejeras, los decesos accidentales, los detenidos por sospechas y hasta los sancionados por infracciones de tránsito. En definitiva, el conflicto racial se recicla con nuevos perfiles, y los analistas han comenzado a hablar del renacimiento de la lucha por la plena vigencia de los derechos civiles.

El conflicto racial se recicla con nuevos perfiles, y analistas hablan del renacimiento de la lucha por la plena vigencia de los derechos civiles.