Un festejo nunca visto por los 110 años

Colón llenó la cancha sin jugar

  • En otra prueba incondicional de amor popular, miles y miles de sabaleros pagaron entradas para ver sólo una pantalla. Además, muchos llegaron en caravana copando las calles de la ciudad.
Colón llenó la cancha sin jugar

“Y ya lo ve... Y ya lo ve...”

Esto es Colón de Santa Fe

Cuarto día del mes para los bolsillos, lunes a la noche y uno de los días más fríos después del cambio de tiempo del fin de semana en la ciudad de Garay. Una vez más, nada le importó a la gente. En otra prueba de amor incondicional, miles y miles de sabaleros coparon el Cementerio de los Elefantes para esperar los 110 años.

Foto: Mauricio Garin

 

Darío Pignata

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Le pido licencia, amigo lector, después de 25 años delante de este mismo teclado: ¡qué partido de mierda!. Antes, durante y después. Una altura del mes donde hay casi nada en el bolsillo de los más pobres. Y una noche, con este cambio de temperatura que nos agarró a los santafesinos en los últimos días, donde el frío se metía por todos lados. Todas esas podrían ser excusas para otras ciudades, para otros clubes, para otros hinchas. Nunca hay excusas en esta ciudad de Garay cuando la cita es con Colón.

Por eso lo de anoche quedará grabado a fuego en las páginas más lindas de esta querida institución que llega hoy a los 110 años, casi a altura del “Cordobazo” en el ‘93, el éxodo a Paraguay en el ‘98 por la Libertadores o el estallido social nunca visto cuando se cumplieron los 100 años.

Anoche, con la sola excusa de esperar el cumpleaños del ser más querido, Colón llenó la cancha sin jugar. Porque en definitiva eso es Colón para muchos en esta ciudad: el ser más querido. Que iguala a la vieja o que sólo se compara con eso incomparable con lo que Dios bendice a algunos mortales y que viene en un envase llamado hijo. ¿Se puede querer a un club o se pueden amar dos colores tanto o más que a un familiar? Que quede claro algo: yo no estoy haciendo valoración personal de escala. Estoy simplemente relatando lo que pasa en esta ciudad que tiene un Puente Colgante pero cuya forma geográfica, sin dudas, es redonda como una gran pelota.

Sólo el que no intente razonar puede entender lo de anoche en el Cementerio de los Elefantes, por más que usted lo lea y suene a contradicción total. Creo que la frase que más debo haber usado para describir en general al fútbol en esta ciudad y a Colón en particular es la siguiente: “El corazón tiene razones que la razón no entiende”. Eso es Colón, ni más ni menos. Una razón del corazón.

Porque si el cohete ruso Progress M-27M, el mismo que está extraviado en el espacio dando vueltas, hubiera elegido caer en Santa Fe anoche no hubiera entendido nada de nada. ¿Qué hacen 20.000 almas en una cancha de fútbol donde no juega un equipo de fútbol?. La respuesta es “festejan”. La siguiente pregunta, cerca de las once de la noche y cuando los oftalmólogos de la ciudad se hubieran llenado de plata a la luz del día por el dolor de ojos que genera este equipo, es “¿qué festejan, será que su equipo ganó y jugó bien?”. Aunque dura, la respuesta es “cada vez gana menos, cada vez juega peor”.

¿Cómo explicarle al que entiende poco de esta pasión llamada Colón que la gente festeja simplemente “ser de Colón”?. Por eso vuelve, con un martes laborable a la vista, cerca de la una a su casa. Pero no es que vuelve el padre de familia solo, sino que vuelven todos. La mujer de la casa, el nene más chico, el abuelo más grande. No hay edades cuando se trata de Colón.

Hace tiempo, cuando Santa Fe había perdido el clásico, me generaba una sana envidia ver a 150 kilómetros cómo esperaban los rosarinos un Newell’s-Central, con el famoso banderazo y llenando las dos canchas para ver solamente un entrenamiento.

Si algo patentó como propio Santa Fe, desde el centenario de los clubes para acá, es la vigilia de cada cumpleaños. Se espera, como nunca, el nuevo año. A pesar que se respetan todas las opiniones, la decisión de los dirigentes de abrir la cancha me pareció fantástica desde el mismo momento que lo comunicaron. Y me pareció bien también que se pidiera una colaboración con la entrada.

Otra vez, después de ver dolorosamente la tele anoche durante 90 minutos y luego seguir por las redes sociales lo que pasaba en el Cementerio de los Elefantes, me quedo con una sola idea: “Hinchada grande, equipo chico”.

Nada dio más pena en estos últimos años que verlo a Colón descender esa tarde en Rosario. Pero anoche, de a ratos, daba vergüenza futbolera ver a Colón defenderse contra una Mutual que hace 25 años juega a la pelota en Misiones.

Me quedo tranquilo porque Javier López siente, sabe, sufre y conoce lo que es Colón. Lo que me hace ruido es que por ahora no se lo pudo explicar a estos jugadores, que no entienden que Colón tiene afuera una hinchada cada vez más grande con un equipo cada vez más chico en la cancha.

¿Qué hacen 20.000 almas en una cancha de fútbol donde no juega un equipo de fútbol? Festejan “ser de Colón”.