editorial

  • Sindicalistas aliados al gobierno anuncian paros ante un proceso inflacionario que sigue horadando los bolsillos.

Reclamos sindicales

Las semanas por venir no serán sencillas para el gobierno, ni para el país en general. La Unión Obrera Metalúrgica (UOM), liderada por el jefe de la CGT oficialista, Antonio Caló, anunció un paro de 36 horas en reclamo de un aumento salarial del 32 % -suspendido luego de que el Ministerio de Trabajo dictara la conciliación obligatoria-. Al mismo tiempo, los bancarios adelantaron que realizarán asambleas durante las dos últimas horas de trabajo y, la semana que viene, irán a la huelga.

El hecho de que Caló sea quien encabece el planteo de una medida de fuerza de esta naturaleza indica que algo se ha roto en el tejido interno de las relaciones políticas del kirchnerismo con un sector importante del sindicalismo. Y aunque el gobierno se niegue a reconocerlo, el factor de ruptura es, una vez más y como en tantos otros ámbitos, la inflación.

Es por ese motivo que los trabajadores exigen mejoras salariales y cambios en el Impuesto a las Ganancias. Y también es la razón por la que importantes líderes sindicales deben ceder ante la presión de las bases, aun poniendo en riesgo las alianzas que fueron construyendo con el poder político de turno.

Según los cálculos del Ministerio de Economía, los aumentos salariales para los sectores privados no deberían ir más allá del 25 ó 28 %, ya que cualquier acuerdo que se fije por encima de estos valores agravaría el proceso de aumentos de precios que viene horadando los bolsillos de cada uno de los trabajadores de la Argentina. Sin embargo, los sindicatos más importantes reclaman incrementos que van del 30 al 42 %.

En lo que parece un desesperado intento por frenar la posibilidad de una multiplicación de medidas de fuerza, el ministro de Economía, Axel Kicillof, anunció un cambio en las escalas del Impuesto a las Ganancias, que representará una reducción del gravamen para los trabajadores con salarios brutos de entre 15 y 25 mil pesos mensuales.

Lo cierto es que el proceso inflacionario que el gobierno viene negando desde hace ocho años es el gran responsable de la mayor parte de los problemas que acarrea la economía nacional. Si no fuese por la inflación, no existiría interés de los ahorristas por el dólar, no habría cepo, ni reclamo de aumentos salariales superiores al 30 por ciento.

Tampoco existirían planteos de readecuación de los mínimos imponibles de los distintos gravámenes, ni se produciría una pérdida progresiva de la competitividad de las industrias y de los sectores que producen materias primas.

Los datos de la realidad son elocuentes. Según un informe reciente publicado por la Federación Industrial de Santa Fe (Fisfe), el procesamiento de materia prima en las principales usinas lácteas localizadas en el territorio provincial mostró en el primer trimestre de 2015 una nueva contracción interanual de 2%.

La producción de acero en el primer trimestre fue de 310 mil toneladas, un registro 3,7% por debajo de igual período del año anterior. Y la industria metalúrgica sufrió una reducción de su actividad de 3% interanual principalmente por el desempeño del rubro Maquinarias Agrícolas.

La producción de automotores en Santa Fe mostró en el primer trimestre de 2015 una nueva e importante caída de 22,7% interanual. La actividad sectorial acumula en la provincia quince trimestres consecutivos de registros interanuales negativos.

Éstos son sólo algunos datos que reflejan las dificultades que enfrentarán los sectores productivos para hacer frente a los reclamos de aumentos salariales. Las semanas por venir serán, seguramente, complicadas para el país.

Axel Kicillof anunció un cambio en las escalas del Impuesto a las Ganancias.