Estacionar

Estacionar

Lo dice el mandato bíblico: estacionarás con el sudor de tu frente. Desde entonces uno debe lidiar con, al menos, la (im)pericia personal para la maniobra, la (im)pericia de los otros, los pocos espacios disponibles, el estacionamiento medido, los inspectores y las grúas. Acá toco y me quedo. Si es que puedo estacionar: ¡¡¡¡ahhhhhh!!!

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO ([email protected]). DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI ([email protected]).

 

Hay una primera incongruencia genérica que quiero remarcar: todo en la naturaleza se mueve, todo es caos y cambio fundante, eso somos, no hay dos hojas iguales (etc.: ya entendieron mis chiquitos) y vos pretendés estacionar tu auto toda la mañana en el mismo lugar y si es posible a dos metros de tu destino... ¡Imposible! Esa pre tensión (ya estás tenso antes de hacerlo) choca (a veces sí, también) con las miles de pre tensiones similares de todos esos automovilistas que, como vos, compraron la comodidad y supuesta independencia de moverse con su vehículo.

Animales de costumbres, al fin y al cabo, nos movemos todos más o menos a la misma hora y a los mismos lugares. ¿Cómo conciliar tantas supuestas libertades individuales cultivando al mismo tiempo las mismas esclavitudes que otros digitaron para nosotros?

No importa (filosóficamente hablando) el argumento ni la tesis: estás ya en el auto, estás ya llegando tarde y estás ya pulseando con el puñado de lugares para los miles de autos que -como el tuyo- se postulan para ocuparlos. Como el juego de la silla: tenés que seguir dando vueltas a ver si tenés la suerte de cazar al vuelo ese milagroso espacio que, viste desde lejos, se está desocupando a dos cuadras y media.

Angustia es, por ejemplo, recorrer esos tremendos metros entre tu auto y ese anhelado oasis, esperando que ninguno de los otros cretinos te incruste antes las luces intermitentes y te zampe la maniobra de estacionamiento antes de que llegues. No hay aquí ganadores morales, ni usucapión visual, ni yo lo vi primero: el que llega llega y reclamale a magoya (que también está buscando estacionamiento).

Uno puede estar horas a las vueltas, y como en momentos pico (casi todos, ahora) además tenés flujo de vehículos detrás, no te dejan retroceder para encajar tu auto de cola. Hay tipos y tipas que se gastan un cuarto de tanque de combustible buscando estacionar.

Hablemos entonces de tiempo: ¿cuánto tiempo se pierde? Si hubieras salido caminando de tu casa, así vivas en las afueras, pues, ya estarías en el laburo o donde quisieras.

Hablemos también de salud. Los detractores del uso continuo de los autos y el hecho de que contribuye al sedentarismo deben considerar que la gente que deja sus autos lejos, finalmente, tiene una caminata de dos kilómetros al sitio deseado. Más dos de vuelta. Con dos viajes a la heladera en sus respectivas casas está largamente cumplida la cuota de ejercicio diario requerida.

En las zonas de estacionamiento medido, también hay cuadras extras hasta encontrar la máquina que registra tu estacionamiento. Y si además tenés que ir a un quiosco a cargar crédito, ya estás entrenando para media maratón por lo menos.

Luego está la cuestión del parque automotor (¿por qué le llamaran parque?): tantos autos a las vueltas con cada vez menos espacios para estacionar conspira contra la utilidad del vehículo al menos en el centro. En muchas ciudades, se desalienta explícitamente la llegada de autos al micro centro (quieren que vengas en micro -cuac-, por ejemplo-) y en algunas otras hasta se determina por días la entrada de vehículos de acuerdo con el número final de patente. Como cuando se cobra: terminados en uno o en nueve, tal día. Se estaciona por turnos. Al haber pocos estacionamientos públicos en la vía más o menos pública, se encarecen los estacionamientos privados, justamente porque uno está privado de estacionamientos. ¡Retruécanos!

No podés estacionar frente a las cocheras (y hay tipos que hacen cocheras continuas por metros y metros), frente a la policía, frente a los jueces que quieren dejar su auto enfrente mismo del juzgado para demostrar la intangibilidad de la justicia, frente a los hoteles, frente a los hospitales y sanatorios. Podés estacionar, como las golondrinas o los gansos, estacionalmente. El verano que viene por ejemplo.