De domingo a domingo

¿El impuesto a las Ganancias? Muy bien, muchas gracias

19-DYN21.jpg

Nada de lo que se esperaba fue anunciado por Kicillof con respecto a las escandalosas cuestiones relacionadas con el Impuesto a las Ganancias: ni de una rebaja en el mínimo no imponible ni de la adecuación de las escalas. ¿Echegaray le hizo una “cama”? Foto: DyN

 

Por Hugo E. Grimaldi

(DyN)

Si bien la semana estuvo gravemente teñida por la discriminación destituyente y humanamente miserable que partió de diferentes voces del gobierno y también de operaciones paragubernamentales destinadas a deslegitimar los 97 años y los servicios que le ha prestado a la Nación el ministro de la Corte, Carlos Fayt, hubo dos discursos de posicionamiento político con resultados bien opuestos que se han ganado el podio para el análisis.

No se pueden comparar los actores, ni en experiencia ni en sapiencia política, pero la presidente Cristina Fernández fue quien se adueñó una vez más de la semana discursiva instalando nuevamente al PJ en el centro de la escena política, a partir de aquel discurso que hizo mucho ruido porque ella, desde su posición dominante, le solicitó nada menos que “humildad” a la tropa.

En tanto, la contracara la protagonizó su ministro preferido, Axel Kicillof, quien hizo una ensalada perfecta cuando quiso dar una buena noticia por el lado del impuesto al trabajo y al gobierno le terminó saliendo el tiro por la culata.

Un balde de agua helada

Tras las secuelas de ese fallido discurso del último lunes, en el Ministerio de Economía no esconden que están que trinan contra el titular de la Afip, Ricardo Echegaray, a quien acusan de haberle hecho una “cama” a Kicillof con el bordado de la resolución del impuesto a las Ganancias sobre los salarios, que debía instrumentar la buena nueva destinada a los trabajadores en relación de dependencia que ocupan la franja de ingresos de hasta 25 mil pesos.

Así lo aseguró alguien que circula a diario por el área reservada del quinto piso del Palacio de Hacienda, lo que no exculpa a Kicillof de haber sido un pésimo comunicador cuando se despachó con la novedad, ya que tuvo la extraña habilidad de convertir algo que sonaba a positivo en un galimatías que puso al gobierno contra las cuerdas el resto de la semana.

Nada le salió bien al ministro en materia de difusión, es cierto, pero resultó ser más grave su orfandad en temas tributarios.

Lo cierto es que él no habló de las cuestiones que se esperaban, ni de una rebaja en el mínimo no imponible, ni de la adecuación de las escalas, ni de las deducciones, ni de sumar de una buena vez a los trabajadores autónomos al régimen, quienes hoy pagan el máximo de la escala (35%) con sólo facturar 12 mil pesos al mes, sino que hizo una larga exposición que, por atropellada, dejó la sensación que sumaba distorsiones a las distorsiones.

No se recuerda en boca de un funcionario haber generado tanto barro en un solo discurso, tanto que en los días sucesivos hubo que hacer aclaración tras aclaración, hasta que se conoció la letra chica de la resolución, más allá de lo grotesco que resultó que finalmente se supo que los trabajadores que cobraban desde 15 mil hasta 25 mil pesos en agosto de 2013, con un aumento salarial de 25% para este año van a terminar pagando por Ganancias hasta 50% más, es decir una proporción de sus ingresos más alta que en 2014.

Kicillof tuvo que terminar reconociéndolo el viernes, aún en una media lengua que dejó en claro que el problema básico de la Argentina es la inflación (“lo que se va a pagar es más, como lo que va a pagar más de muchas otras cosas”), mientras sus allegados destilaban bronca contra la Afip: “Con pequeños retoques extra no hubiese sido tan evidente, pero no se esmeraron lo suficiente”, decían con la habitual cuota de paranoia que domina todas las internas.

¿La inflación será el problemita?

La primera discordancia con Echegaray fue por la vigencia de los cambios, ya que el titular de la Afip, quizás por no haber sido avisado, indicó que se harían efectivo en junio con los sueldos de mayo, mientras que el mismo lunes de los anuncios el decía “no” saber a cuántas personas alcanzaba.

El grado de aceleración que el ministro mostró el día de los anuncios probablemente implicaba que quería descomprimir rápido el tema paritario, para decirle a los gremios -y se presume que porque antes se lo vendió así a la presidente- que el fisco ponía 6 ó 7 puntos de los eventuales aumentos y que ellos no debían pasarse de 25% para este año. Finalmente, el atajo no dejaba de ser una salida elegante, para escabullirse de las críticas que la imposición de un techo por parte de un gobierno popular generaba y para evitar que su pretendida heterodoxia se emparentara con algunos antecesores de los cuales él no querrá acordarse, pero que eran quienes consideraban, como ahora parece que él y al revés de lo que hasta ahora siempre pregonó, que los salarios motorizan la inflación.

Flaco favor le hicieron a Kicillof los empresarios, ya que salieron a agitar esos mismos argumentos, justo los que él buscaba diluir, ya que lo dejaron en evidencia por default. Tanto apuro por cambiar de estrategia en el tema de Ganancias asociado al techo paritario, como así también en haber dejado en claro que ya se arrió definitivamente la bandera del desendeudamiento (“tocó un piso”, expresó delicadamente y sin ponerse colorado el titular del BCRA, Alejandro Vanoli) y que ya no importa a qué precio se consiga financiamiento o en decisiones todavía en estudio que involucran temas fiscales y monetarios, le hacen pensar a muchos que el gobierno confía en quedarse después de diciembre, enancado en la figura de Daniel Scioli.

El sayo para presidente

“¿Y si somos nosotros el próximo gobierno?”, había arriesgado el 29 de abril el ministro en la ONU, cuando le preguntaron si estaba minándole el campo económico al futuro presidente. Y si de continuidad se habla, no se puede soslayar el segundo discurso de la semana, el que hizo el jueves en el Chaco la presidente. Si lo que dijo el ministro fue ansioso y errático a la vez, la experiencia política de Cristina se hizo notar a la hora de mandarle un mensaje bien contundente a su propia tropa sobre cómo deberá encararse la cuestión de las candidaturas.

Probablemente, porque ella y su entorno creen que fueron las siete fórmulas las que pusieron al Frente para la Victoria tercero en la Capital Federal y no la pobreza de sus candidatos, es que esta vez busca desbrozar el campo de malezas y pidió pasos al costado a quienes no miden en dos carreras fundamentales, la de presidente y la de gobernador de Buenos Aires.

En ese sentido, sostuvo que “uno puede llegar a creer también que es el más capacitado para esa función, pero nunca olviden que además el resto de la sociedad también tiene que creer que es el más capacitado para esa función”, señaló. Con seguridad, a partir de ese momento, todos los precandidatos oficialistas comenzaron a rumiar si le cabía el sayo que hizo circular la presidente y hasta el momento los cuatro o cinco que están en la carrera presidencial y los nueve o diez que aspirar a llegar a La Plata han enmudecido.

La presidente se dirigió a “mis propios compañeros de la fuerza política” a través de la cadena nacional, un instrumento que el artículo 75 de la Ley de Medios tiene reservado para “situaciones graves, excepcionales o de trascendencia institucional”. Lo más concreto es que con las referencias que hizo, el gobierno consiguió retomar el centro de la escena política, que venía copando Mauricio Macri ganando elecciones o Sergio Massa mostrándose con José Manuel de la Sota, más algunas manifestaciones de la oposición en defensa de la división de poderes, de la independencia de la Justicia y específicamente del juez Fayt. Ante esta movida bien profunda del oficialismo, el jefe de Gobierno porteño contestó con el anuncio de la obra del tren urbano.