MUESTRA RETROSPECTIVA

Domingo Sahda en Nueva York

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“Es una aventura suponer que con una imagen uno puede conmover a otro”, sostiene el artista santafesino.

Foto: Gentileza Raúl Galoppe

 

Raúl Galoppe (*)

East Harlem, también conocido como El Barrio, se extiende en Manhattan al este de la 5ta. Avenida y al norte de la Calle 96 y termina en el límite natural que ofrecen los ríos Este y Harlem. Alberga a una de las comunidades latinas más prominentes de Nueva York y, como es de suponer, sirve de importante referente cultural al fusionar múltiples tendencias artísticas y representarlas cotidianamente en sus calles, en sus edificios y en el modus vivendi de sus habitantes.

Allí mismo, en el corazón de East Harlem, el artista plástico santafesino Domingo Sahda presentó una muestra retrospectiva de pinturas que cubrió 40 años de su producción. Presentada en un importante centro cultural que incluye teatro y galería de arte llamado The Poet’s Den, la exhibición tuvo su apertura el viernes 10 de abril y se extendió hasta el 1º de mayo.

La muestra agrupó cuatro series de trabajos: Mapas Tumultuosos, Desde el Arrabal del Mundo, Santa Fe Horizontes y Realidades Abstractas. Las tres primeras presentan punzantes comentarios políticos y sociales de las distintas vicisitudes que sacudieron a la Argentina a partir de 1976. La última, en cambio, explora los límites de la comunicación a partir de la forma y el color al servicio del erotismo y la sugerencia.

Enigmas

—¿Cómo resumir la experiencia?

—Me he sentido conmovido al ver la actitud de las personas que miraban mis pinturas con sorpresa y asombro. Esa actitud me llevaba a preguntarme qué es lo que ellos veían detrás de mi proposición. Todo eso me llena de inquietud y me obliga a reflexionar sobre esta aventura. Porque es una aventura suponer que con una imagen uno puede conmover a otro.

—Muchas obras de esta retrospectiva de 40 años fueron producidas en la década de 1980 y poseen un contexto político, social e histórico muy específico: la reflexión y denuncia post-dictadura ante los abusos de la década anterior. ¿Creés que pudo leerse ese contexto aquí en Nueva York?

—Es un enigma saber si el grado de aceptación o de gratificación que yo veía en los gestos del público era una pura formalidad o una posibilidad de profundizar en el discurso visual. Creo que el arte no es un adorno, nunca lo ha sido, porque nunca se ajusta a las modas. Y cuando se ajusta a ellas, es una cuestión totalmente descartable. El arte narra la historia de la humanidad desde el origen de los tiempos, desde uno u otro ángulo repitiendo una y otra vez esas preguntas conmovedoras de Paul Gauguin: “¿De dónde venimos? ¿Qué cosa somos? ¿Hacia dónde vamos?”. Ésos son interrogantes constantes y para mí han sido los movilizadores que me llevaron al cuestionamiento y a la elaboración de preguntas en forma de plano (o de volumen en el caso de las esculturas) tratando de indagar permanentemente. Agradar o no agradar es una cuestión anexa, no descartable pero sí tangencial. Lo importante es saber cómo alguien que se supone un buceador de la condición humana no se va a conmover y trasladar a imágenes todo lo que hemos vivido. De igual modo lo hicieron los artistas alemanes del post-nazismo y los italianos del post-fascismo. Cuando el arte es una aventura de taller que se cierra sobre sí misma, es un enigma irresuelto que vale como adorno pero no como testimonio. A mí, me importa el arte como testimonio.

—¿Por qué en Nueva York?

—Es un desafío. Me he cuestionado en alguna oportunidad la orientación que, yo creo, es impuesta sobre los artistas por los teóricos del arte al hacerles sentir que cada quien debe buscar lo diferente para ser significativo, lo nuevo para ser importante. En realidad, los teóricos se equivocan cuando entienden al arte como una evolución científico-tecnológica. Desde el paleolítico, el ser humano ha apelado a la imagen para preguntarse qué es, de dónde viene y hacia dónde va.

—¿Cómo se ve tu obra en el contexto de esta galería de East Harlem?

—Es difícil ser objetivo. Me ha gustado mucho el modo en que fue presentada con una pared de espejos que parece repetir al infinito, a modo de eco, la expectativa de la condición humana. Indirectamente, tiene que ver con lo que yo constantemente me planteo a través de las imágenes, imágenes que son más o menos crudas (en el sentido convencional del término), agresivas, violentas... en fin, son un desafío.

—¿Se colmaron todas tus expectativas o hay algo que todavía queda pendiente?

—Siempre va a quedar algo pendiente porque siempre viviré preguntándome a mí mismo y preguntándole a los demás: qué cosa es esto, qué cosa es lo otro y qué cosa vendrá.

(*) Santafesino, vive en Estados Unidos. Allí se graduó como doctor en Letras Hispanas y formó un Programa de Estudios GLBTQ (Gays, Lesbianas, Bisexuales, Trans y Queer) en la Universidad de Montclaire, en Nueva Jersey.

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La muestra agrupó cuatro series de trabajos: Mapas Tumultuosos, Desde el Arrabal del Mundo, Santa Fe Horizontes y Realidades Abstractas. Foto: Gentileza Raúl Galoppe

Más allá de las barreras

  • Las preguntas de Domingo Sahda encontraron respuesta en la concurrida asistencia a la apertura de su muestra y en el entusiasmo expresado por los presentes, entre los que se destacaron la famosa sexóloga Dra. Ruth Westheimer y una delegación de estudiantes de postgrado de la Montclair State University de Nueva Jersey, donde Sahda había sido invitado el lunes anterior a una importante charla sobre su producción artística y el contexto en el que vio la luz.

Según Raphael Benavides, director de The Poet’s Den Gallery, “el talento de Domingo Sahda es evidente en sus pinturas pero también se manifiesta en la manera de comunicar y de comunicarse con los demás, algo nada fácil de lograr”. Es que para Sahda, las dificultades son desafíos y los desafíos se traducen en imágenes que denuncian, que exponen, que transfiguran la esencia de lo humano más allá de las barreras territoriales o lingüísticas.