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El desafío de educar en libertad

ELDA SOTTI DE GONZÁLEZ

El 28 de mayo es el Día de los Jardines de Infantes y de la Maestra Jardinera. Se ha instituido en homenaje a Rosario Vera Peñaloza, maestra riojana, cuyo fallecimiento se produjo un 28 de mayo de 1950. Esta mujer puso todo su empeño en abrir una ruta constructiva direccionada hacia la educación del niño menor de seis años. Maestra Normal, fundadora, directora e inspectora de escuelas, profesora de Jardín de Infantes, escritora, conferencista, férrea investigadora, se acercó a las doctrinas de afamados pedagogos -entre ellos el alemán Federico Froebel, creador del Kindergarten o jardín de infancia-, quienes lograron verter en ella las semillas de una escuela nueva, de una escuela activa. Publicó varios libros en los que ha dejado plasmada su gigantesca tarea.

Dictó numerosos cursos, consciente de que la capacitación constante jerarquiza la profesión y lógicamente mejora la calidad de aquello que el docente ofrece, permitiéndole además atender a las demandas de un mundo que exige cambios de enfoques. Pero también asistió a cursos dictados por otros profesores especiales, porque sabía que en la vida del ser humano el aprendizaje no encuentra límites. En el año 1898, en La Rioja y en la Escuela Normal que hoy lleva su nombre, fundó y dirigió el primer Jardín de Infantes que abrió sus puertas en la citada provincia.

¿De qué manera esta docente entendía que se debía favorecer el proceso de maduración del niño menor de seis años, ampliando todo aquello que al respecto la familia había podido iniciar? En pensamiento vivo de Rosario Vera Peñaloza se refiere al Jardín, ese ambiente de juego en el que se desenvuelven todas las actividades. Dice: “Es una escuela de libertad, de espontaneidad provocada por medio de mil recursos, para descubrir las tendencias innatas a fin de encauzarlas...”. Y esto sería así porque entre poesías, cantos, narraciones, actividades manuales y lúdicas asoma el mundo interior del niño, se fortalece su personalidad, mientras su curiosidad va despertando frente a la sabia Naturaleza. ¿Qué se busca? Que aprenda jugando, que sea un niño feliz compartiendo, que aflore su inclinación por aquello que más le satisface.

He tomado de la obra Rosarito Vera, maestra, de los compositores Félix Luna y Ariel Ramírez, estos versos: “Tu oficio, qué lindo oficio, / magia del pueblo en las aulas. / Milagro de alfarería / sonrisa de la mañana”.

En “Mi credo patriótico” de R. V. Peñaloza descuellan estas palabras: “Creo en el magisterio argentino y en su obra; (...) a ellos, los maestros, toca formar las generaciones capaces de mantener encendida, siempre, la lámpara votiva que dejaron a nuestro cuidado los que nos dieron patria”. Qué maravillosa tarea esa que han emprendido Rosarito y tantos otros maestros: formar al hombre libre.