editorial

Corea del Norte, delirio y terror

  • El marxismo leninismo en Corea del Norte resucitó en pleno siglo XXI a la monarquía absoluta, en una de sus variantes más sanguinarias y despóticas.

Corea del Norte suele ser noticia por las habituales atrocidades que cometen su camarilla gobernante y su jefe máximo, el siniestro y esperpéntico dictador Kim Jong-un, nieto de Kim il Sung e hijo de Kim Jong-il. ¿Sorprendente? Más o menos. El marxismo leninismo en Corea del Norte no aseguró el prometido paraíso en la tierra, pero resucitó en pleno siglo XXI a la monarquía absoluta en una de sus variantes más sanguinarias y despóticas.

King Jong-il no será recordado por sus iniciativas renovadoras en un país donde las hambrunas colectivas hacen estragos, pero que siempre se las ingenia para ser noticia por la “originalidad” con que elimina a sus disidentes. Un caso particular lo constituye la propia familia de Kim Jong-un, varios de cuyos integrantes han sufrido muertes espantosas.

Al otro día de asumir el poder -por ejemplo- ajustó cuentas con su protector y tío, Yang Son-taeck. El hombre, casado con la hermana de su padre y prominente funcionario del Comité Central del Partido, fue arrestado en plenas sesiones partidarias, arrastrado por los guardias hasta el patio del edificio y allí fue destrozado a dentelladas por los perros del mandamás.

Destino parecido corrió hace unas semanas otro destacado dirigente del régimen, quien tuvo la osadía de dormirse en una de las sesiones del máximo poder estatal. Seguramente las diferencias con Hyon Yong-chol provenían de antes, pero lo cierto es que el desdichado dirigente fue acusado de haber cerrado los ojos en un lugar que no correspondía. El juicio fue sumarísimo y expeditivo: condena de muerte. El dirigente fue amarrado a una columna y ejecutado con una ZPU-4, poderosa pieza de artillería antiaérea que -como era de preveer- desintegró su cuerpo.

A Jean-Paul Sartre se le atribuye haber dicho que a los regímenes fascistas se los reconoce por la manera de asesinar a sus víctimas. Sartre lo dijo en su momento para imputar a los Estados Unidos de Norteamérica por la ejecución del matrimonio Rosenberg, pero está claro que sus palabras designan con meridiana claridad lo que sucede en Corea del Norte desde hace más de medio siglo.

La pregunta a hacerse es cómo pudo ser posible que en nombre de los supuestos ideales liberadores del marxismo se haya arribado a semejante pesadilla. Puede que, en realidad, la pregunta sea ingenua o innecesaria, porque en nombre del marxismo se han constituido en el siglo XX y lo que va del XXI los regímenes de dominación más despiadados que haya conocido la humanidad.

Corea del Norte, en este sentido, no está sola. Camboya en su momento hizo de la carnicería una marca distintiva del ejercicio del poder. Cuba, en otro contexto cultural, no le ha ido en saga con un régimen de dominación política que se perpetúa familiarmente desde hace casi sesenta años. En todos los casos, la negación de los valores de la ilustración contribuyó de manera decisiva a la consolidación de dictaduras que, en nombre del pueblo, masacran diariamente a sus componentes de carne y hueso.

En el caso que nos ocupa, Corea del Norte, la situación se agrava por el poderío nuclear de una dictadura delirante. No es necesario hacer demasiadas especulaciones teóricas para advertir los peligros que supone para esa región y el mundo todo que semejantes desequilibrados dispongan de este tipo de armamentos. Así lo señalan los dirigentes políticos de Corea del Sur, denuncias a las que, salvo los EE.UU, nadie les presta atención porque por razones de equilibrio internacional China protege a la camarilla criminal de Corea del Norte.

Por razones de equilibrio internacional, China protege a la camarilla criminal de Corea del Norte.