Amplía competencias en materia de vigilancia

Francia: Preocupación por la nueva ley servicios secretos

Agencia DPA

Mientras Washington reflexiona sobre cómo endurecer la normativa sobre el espionaje del servicio secreto NSA, París emprende justo el camino opuesto. Así es al menos como lo ven los críticos de la nueva ley sobre inteligencia que actualmente se debate en el Parlamento francés.

“Varias disposiciones están directamente inspiradas en la legislación y las prácticas de la NSA y del (servicio secreto británico) GCHQ y realmente constituyen un mecanismo de la vigilancia a gran escala”, advierten los activistas de Internet de la organización La Quadratura de La Red.

El anteproyecto de ley, que tras una amplia aprobación en la Asamblea Nacional pasa a debatirse a partir de hoy en el Senado, otorga a los espías del Estado francés amplias competencias en materia de vigilancia de conversaciones telefónicas y la comunicación en Internet.

“Estamos ante un nuevo tipo de amenaza extremadamente madurada sobre el uso de lo digital por parte de organizaciones terroristas”, defendió el ministro del Interior Bernard Cazeneuve la iniciativa.

Aunque se trabajaba en la ley desde hace tiempo, los sangrientos atentados contra la revista satírica “Charlie Hebdo” y contra un supermercado judío a inicios de año, así como el ataque de hackers contra el canal de televisión TV5 Monde han dado un peso adicional al proyecto.

Los servicios secretos trabajan sin descanso. Cientos de franceses al parecer se han marchado a Siria e Irak para luchar con los yihadistas.

Temores y dudas

Los opositores a la esta legislación temen sin embargo que la “patria de los derechos humanos” cometa los mismos errores que Estados Unidos y permita drásticas incursiones en la esfera privada con la excusa del terrorismo.

“Estas medidas, de hecho, son intervenciones grandes y en algunos casos poco selectivas, de forma que su uso sólo podría derivar en una recogida a gran escala de datos”, advirtió el comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa, Nils Muiznieks.

Una de las medidas que más ha molestado a los críticos es la que denominan “Black Box”. Los suministradores de Internet tienen que analizar con algoritmos los datos de conexión de todos los usuarios para intentar detectar un comportamiento sospechoso. Todo aquel que visite las páginas islamistas y, además, intercambie con empeño noticias con un interlocutor en Siria, podría estar en el punto de mira de los servicios secretos.

Pero la ley permite además hacer escuchas con micrófonos escondidos y el uso de antenas especiales que pueden captar los datos de todos los teléfonos móviles en un radio determinado (“Imsi-Catcher”). Y todo “sin verdadera supervisión”, según el presidente de la Comisión de Control de Actividades de Escucha, Jean-Marie Delarue.

A todo ello se suma que la lucha antiterrorista es sólo un punto en la lista de casos en los que el servicio secreto intervendrá en el futuro. La defensa del espionaje económico está entre esos puntos al igual que las actuaciones contra el crimen organizado y la “violencia colectiva que amenace la seguridad interior”. Este último punto deja temer, por ejemplo, que los manifestantes contra la violencia policial tengan que contar con ser vigilados.

El primer ministro francés, Manuel Valls, considera injustificadas las preocupaciones. ‘En ningún caso se trata de medidas excepcionales o una vigilancia generalizada de los ciudadanos‘, subrayó el primer ministro socialista ante la Asamblea Nacional.

Además, con esta iniciativa se fijan normas para los métodos del servicio secreto que cuando se elaboró la ley actual en 1991 eran inimaginables y que actualmente se están aplicando sin una normativa legal.

La protesta no cambiará el rumbo de la ley. Pues a pesar que los socialistas en el gobierno y los conservadores se enfrentan en numerosos temas, en lo que concierne al servicio secreto conforman una suerte de gran coalición.

Y aunque la nueva ley haya sido criticada por Amnistía Internacional, así como por un sindicato de jueces, las manifestaciones en su contra no consiguen ser multitudinarias.