La burundanga

Mito y realidad de la “droga del violador”

16_1_JOVE.jpg

Las discotecas son lugares donde la droga podría haber circulado. Se la conoce también con otros muchos nombres: beso del sueño, polvo zombi, aliento del diablo... Foto: Archivo El Litoral

 

Cuando Miriam se despertó, aturdida, de inmediato sospechó que la habían violado. Sus recuerdos eran confusos y los análisis no detectaron ningún rastro de droga. Pero Mohamed llegó a filmarse con su víctima, anulada, cuando mantenía relaciones sexuales.

La Justicia no le creyó a Miriam, de 31 años y profesora de inglés para ejecutivos en Barcelona. Y el supuesto violador, con una docena de antecedentes, llegó incluso a negar haber estado con la mujer, hasta que no pudo negar la evidencia de las imágenes. Así es un caso judicial habitual en torno a la “leyenda” de la burundanga, un droga de sumisión que anula la voluntad de las víctimas, que las convierte poco menos que en zombies.

Hay médicos en España que la consideran una ficción. No es el caso del toxicólogo forense Emilio Mencías, del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses . “Se habla de la burundanga como un mito, pero existir, existe”, explica el experto, que reconoce que pueden darse casos habituales, aunque difíciles de demostrar.

El caso más significativo ocurrido en España fue el del llamado falso chamán, un hombre con síndrome de acondroplasia (una variedad de enanismo) que fue denunciado por supuesta agresión sexual a cerca 40 de mujeres de Madrid, que cayeron rendidas en sus brazos.

Dicen que no hay forma de detectar la burundanga si no se actúa rápido y se realizan análisis de sangre en las primeras horas después de la agresión. Pero también la realidad es otra: sí hay forma de “cazar” a la burundanga. Y hasta muchos meses después del delito.

Burundanga es una palabra afrocubana que hace referencia a un brebaje hecho con arbustos o plantas que contienen escopolamina y que pueden encontrarse en muchos lugares del mundo. Su origen está en América Latina, donde su uso es habitual para cometer delitos en países como Colombia, Venezuela, Ecuador o la Argentina. Se la conoce desde hace miles de años: se usó como veneno en la antigua Roma o como filtro amoroso en la Edad Media.

Se la conoce también con otros muchos nombres: beso del sueño, polvo zombi, aliento del diablo... El alcaloide es una sustancia incolora, inodora e insípida. Puede administrarse tanto por vía oral como cutánea y tarda como máximo cinco minutos en hacer efecto. Parece que puede surtir efecto pasando las páginas de un periódico, con un abrazo, en unos besos, un pañuelo, un soplido o una bebida. También en perfumadores, en comidas e impregnada en billetes.

Administrada la droga en dosis adecuadas, reduce la voluntad de la persona, que pierde la memoria de ese período de tiempo cuando desaparecen sus efectos, que, dependiendo de la cantidad administrada, pueden durar alrededor de dos horas. Por eso, se utiliza en los delitos de sumisión química: la víctima no puede aportar datos claros sobre lo ocurrido, lo que dificulta cualquier futura condena. Se da sobre todo en agresiones sexuales, pero también para cometer robos y otros delitos.

La burundanga es sólo una de las llamadas drogas de sumisión (alcohol etílico, benzodiacepinas y drogas de abuso), que según han concluido la semana pasada en Madrid expertos sanitarios y forenses, están detrás del 20% o 30% de las agresiones sexuales que sufren en su mayoría las mujeres, sobre todo jóvenes de 15 a 19 años. Y en torno al 80% de los casos no se denuncia; la mayoría, por vergüenza.

Pero la burundanga tiene su talón de Aquiles. “En el cabello, se puede encontrar la huella de la sustancia, aunque sea seis meses después”, explica el toxicólogo forense Emilio Mencías.

Por Paco Pardo

(EFE)