llegan cartas

Un barrio en el desamparo

ALDO ESTEBAN DUCRANO CASALI

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Hace unos sábados, cerca de las 3 de la mañana, ingresaron por cuarta vez al salón de la Pquia. Virgen de los Pobres y Beato Ceferino Namuncurá, en calles Misiones y 12 de Octubre, Bº Yapeyú, correspondiente a la ciudad de Santa Fe. Destrozaron puertas, arrancaron ventanas, se llevaron una alacena, destrozaron sanitarios. Las calles linderas están a oscuras, la inseguridad, a la luz del día y de la noche... Ningún organismo asegura nada en beneficio del barrio, ni se controla absolutamente nada. El vecindario se compone en su mayor parte por trabajadores, decentes y defensores de la familia, respetuosos de los demás, pero esto no es reconocido, ni atendido, ni protegido por las autoridades. Las calles están sin atención. No se controla la frecuencia del transporte. Robos, accidentes y acciones varias contra la paz del vecindario están a la orden del día.

Anhelamos la paz, el respeto, la concordia, pero para ello es necesario un control y la seguridad de la sanción hacia el que delinque; como también las oportunidades para que los niños, los jóvenes, las familias puedan desempeñar su rol ciudadano en la educación, la salud, el bienestar en general, donde el Estado no puede ni debe seguir mirando hacia el costado o sólo hacia el centro de la ciudad, con placitas, luminarias, paseos, festivales, etc., sólo para “los del centro”. La “acción social, asistencial y promocional” del Estado no alcanza a cubrir las mínimas necesidades de la comunidad barrial. La Municipalidad, la Provincia, la Nación, cada uno en su función y en su parte, deben velar por todos los ciudadanos, ricos y pobres, con y sin trabajo, brindándoles salud, educación, vivienda, transporte, posibilidades económicas, etc.

Hacer lo que hoy no se hace será una verdadera acción para el bien común y será justicia.