Preludio de tango 

Julio Jorge Nelson

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Manuel Adet

Era judío, pero se inventó un nombre de corsario inglés. Sus padres lo llamaron Isaac. Isaac Rosofskky, pero la noche porteña y sus miles y miles de oyentes lo conocieron como Julio Jorge Nelson. Así lo anunciaban en la radio, en algunos programas de televisión y en los innumerables escenarios a los que subió para presentar cantantes y grandes orquestas.

A lo largo de su vida hizo muchas cosas, pero si algo lo distinguió desde 1936 en adelante fue su afición incondicional a Carlos Gardel. A su creatividad verbal pertenece la calificación de “El bronce que sonríe”; o la consigna gardeliana que acompañó a sus prolongados programas: “Cada día canta mejor”. Su leal y empecinada militancia a favor de Gardel, la defensa sistemática acerca de las virtudes artísticas del Morocho del Abasto, le valió el apodo de “La viuda”, apodo que él recibió con gracia y buen humor. De todos modos, los historiadores aseguran que con su histrionismo, sensiblería y reiteraciones, Julio Jorge Nelson hizo mucho para que las nuevas generaciones se familiarizaran con la voz y los tangos de Gardel.

Julio Jorge Nelson (vamos a llamarlo así) nació en el muy judío barrio de Villa Crespo, el 27 de abril de 1913. Como muchos de los artistas de su tiempo, no realizó estudios sistemáticos, pero era por definición un hombre culto, un hombre que escribía muy bien y que se interesaba por todo lo humano. Se sabe que cursó la escuela primaria, pero después, para desencanto de sus padres, largó la escuela y se metió de lleno en el universo en expansión de los teatros de revista y la aguerrida bohemia porteña.

Aún no era mayor de edad cuando descubrió su vocación por el teatro de la mano de la directora Angelina Pagano y de Rosa Rosen, Marcos Zucker e Irma Córdoba, entre otros. Trajinando por las calles nocturnas de Buenos Aires, una noche conoció en el Teatro Nacional, a Carlos Gardel. Se lo presentaron, hubo un apretón de manos y algún comentario de ocasión. Eso fue todo, lo suficiente para que Julio Jorge Nelson suponga que después de estar con Gardel ya no le quedaba nada interesante por conocer y disfrutar en la vida.

Este momento celebrado por los dioses ocurrió en 1933, el último año que el Morocho estuvo en la Argentina. Al año siguiente, Nelson inició su programación radial en homenaje a Gardel. Precisamente, fue en Radio Buenos Aires donde lanzó su primera consigna vendedora: “Escuche esta noche a Gardel”. Y efectivamente fue así. Nelson logró la hazaña de que muchos para quienes el tema de Gardel resultaba indiferente empezaran a descubrirlo y a quererlo.

Francisco Canaro, el gran Canaro, cuenta que él y José Razzano lo encontraron a Julio jugando a la carambola en el mítico bar “Los treinta y seis billares” y le dieron la noticia de que Gardel se había matado en Medellín, el 24 de junio de 1935, para ser más precisos. Según declaró después en una entrevista, la noticia fue la más dolorosa de su vida. “Nos abrazamos y lloramos como chicos, estábamos desconsolados”.

Como se sabe, los restos de Gardel llegaron a la Argentina unos meses después de su muerte. Presiones de los familiares y de la legión de amigos, solicitaron a las autoridades que le permitieran hacerle un homenaje radial desde el mismísimo cementerio de la Chacarita. Parece que en la ocasión se le ocurrió calificar al cantor como “El bronce que sonríe”. Esto ocurrió en los primeros días de febrero de 1936.

Después va a estar en Radio Callao con Carlos Enrique Cechetti y en 1941 ingresará a radio Mitre, donde se hará famoso por la siguiente interpretación gardeliana: “A través del tiempo y de la distancia perdura su nombre como el más auténtico símbolo de nuestro arte menor. Carlos Gardel, el bronce que sonríe”. El programa concluía con otra de sus famosas consignas, que luego la gente de la calle trataría de hacer suyas. En este caso me refiero a las frases ingeniosas e inteligentes en el sentido más noble de la palabra que el hombre improvisaba en el micrófono.

En Radio Callao lidera el programa “El éxito de cada orquesta”. Después pasó por Rivadavia y otra vez por Mitre. Para entonces había instalado una de sus consignas más típicas, aquella que cerraba el programa: “Hasta mañana, si Dios así lo permite”.

No sólo animó memorables programas radiales. También incursionó en las letras. Su tango preferido, el que le permitió incorporarse a la privilegiada galería de letristas, fue “Margarita Gauthier”, un homenaje con ritmo de dos por cuatro a la heroína de Alejando Dumas hijo. “Margarita Gauthier”, tiene música de Joaquín Mora. El primero en grabarlo -en 1935- fue Alberto Gómez. Siete años más tarde lo hizo Raúl Berón. Después llegarán Francisco Fiorentino con Aníbal Troilo, Osmar Maderna con Pedro Datila y, en 1964, Astor Piazzolla con Roberto Yanés.

Del poema creo que vale la pena recordar algunos fragmentos: “Nunca olvido aquella noche que besándome en la boca, una camelia muy frágil de tu pecho se cayó, la tomaste tristemente, la besaste como loca y entre aquellos pobres pétalos una mancha apareció. ¡Era sangre que vertías! ¡Oh mi pobre Margarita!, eran signos de agonía, eran huellas de tu mal. Y te fuiste lentamente, vida mía, muñequita, pues la parca te llamaba con su sorna tan fatal”. A decir verdad, el poema es lo que se dice más o menos, pero la música de Mora lo beneficia y mucho.

Hubo otros tangos de Julio Jorge Nelson. Recuerdo “Qué será de tí”, “Carriego”, “Óyeme mamá”, “Escuchando tu voz”, “Al volverte a ver” y “Nocturno de tango”. En estos emprendimientos contó con la colaboración de músicos como José García, Miguel Nijonshon, Roberto Nievas, Marcos Larrosa, Roberto Nievas Blanco y Armando Baliotti. También hubo algunas incursiones en el cine: “Carlos Gardel, historia de un ídolo”, filmada en 1964, dirigida por Solly Schroeder y la participación actoral, entre otros, de Tito Lusiardo y Juan Carlos Copes. También se le atribuye una modesta participación en “Soy del tiempo de Gardel”, filmada en 1954, dirigida por Homero Cárpena y Humberto de la Rosa y con actores del nivel de Pedro Quartucci, Marcos Zucker y Enrique Alippi. Capítulo aparte merecen sus relaciones con Juan Gelman, Paco Urondo y Leopoldo Marechal. Marechal lo incorporó como personaje en su novela “Megafón y la guerra”.

Un personaje, todo un personaje de la mitología tanguera. En 1936 se casó con Margarita Ibarrola Insaurralde. No duró mucho el matrimonio. Pocas veces, muy pocas veces, los matrimonios de los hombres del espectáculo duran mucho. En 1951 intentó probar suerte con Susana Carballo, conocida en el ambiente del tango como Susana Ocampo. Tampoco duró mucho, pero veinticinco años después, la buena mujer se hizo presente para reclamar lo que quedaba de la herencia.

Sus últimos años fueron duros. En algún momento se fue a vivir con el hijo, pero poco tiempo antes de morir se instaló en el hotel Wilton que le quedaba cerca de la radio. Enfermo del corazón lo internaron en el sanatorio Anchorena. No la estaba pasando bien, pero mitigaba los dolores la cercanía de otro internado ilustre: Julián Centeya. Julio Jorge Nelson murió en su entrañable Buenos Aires, el 6 de marzo de 1976.