El momento del sol

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Angélica Gorodischer. Foto: Eduardo Juncos

 

Por Hugo Borgna

“Otras vidas”, de Angélica Gorodischer. Colección Dos Ríos. Ed. Palabrava. Santa Fe, 2015.

Otras vidas, de Angélica Gorodischer, es la puerta de entrada a situaciones y ámbitos que parten de la realidad y llegan a lo más profundo de cada personaje y, por tanto, de cada lector.

Las historias tienen en común la apariencia de irrealidad de los hechos concretos y comprobables, y al mismo tiempo la duda de si esas circunstancias son tan así. La forma de relatar es fluida, ágil, a veces demorando la acción para permitir que los detalles cobren importancia y protagonismo. Como en círculo, las ideas se esbozan, desarrollan y cierran, abriendo camino a las reflexiones que surgen después de cada final.

Angélica Gorodischer intenta con éxito destruir la barrera que significa el lenguaje convencional (tan alejado de la idea madre) y consigue una comunicación íntima con el lector. Para eso utiliza con libertad y eficiencia la omisión o el uso de los signos de puntuación, reemplazados a veces por vocablos en función de nexos, las palabras onomatopéyicas o las que se usan para hablar con un familiar querido (“y entonces la Güela, cuando ya se recostaba la conversación dijo eso”) y la alteración permanente del orden en las partes de la oración.

La frescura y la espontaneidad son herramientas usadas con sabiduría por la autora que toma distancia de sus personajes en la función de relator omnisciente, o los acompaña afectivamente, pero siempre respetando sus personalidades, ésas que ella misma les dio. En un ámbito de misterio siempre cambiante, combina armoniosamente lo insólito con lo que se acepta como corriente, y el límite con lo metafísico con la realidad palpable. Cada cierre de relato tiene un emocionado toque humano.

Como narradora cabal, lleva cada historia según el énfasis que necesita, poniendo muchos detalles o quitándolos, dando protagonismo al pensamiento o a la acción. En este último caso se puede considerar “Absit”, donde en la precisión de la denuncia hace jugar también el suspenso. Es una gran creadora de climas mostrando diversos ambientes donde habitan también la tensión y la ironía. Todo es permanente alusión.

En “Nihil”, brilla la poesía. “Jacoba, viento y escoba” y “El jardín del Edén” son notables ejemplos de acción interior, previsibles (no tanto) e inevitablemente emotivos.

En “El kiosco de la esquina” trabaja con el misterio, la frescura y la espontaneidad. Los personajes parecen etéreos a pesar de que se manejan con bases de realidad. En esa niña parece estar la autora cuando asombrada se asoma (y entra) a las profundidades inexploradas de la vida; como la niña, las investiga, se admira, vuelve de ellas enriquecida de sensaciones y las vuelca en trabajos de escritura; parece decir que las cosas no son lo que aparentan, sino lo que resulta de la mirada de quien las ve. La frase “Soy sólo un pensamiento perdido y solitario pero no estoy solo”, refleja admirablemente su medida como ser sensible y pensante.

Desde 1936, Angélica Gorodischer vive en Rosario. Es una personalidad mediática, conocida y apreciada por críticos y lectores. La multitud de libros escritos (treinta, entre cuentos, novelas, memorias) y de premios (nacionales e internacionales), becas obtenidas, y las más de 350 conferencias dadas en Argentina y el extranjero, hablan por sí mismas de la calidad creativa de la autora de esta obra.

Otras vidas es un libro inspirador, encantado y encantador, sensitivo, y feliz. Absolutamente necesario.

Revivan los lectores la conmovedora tarea de sentir en profundidad estas “otras” vidas.

Las pinturas de tapas de los libros de la colección Dos Ríos pertenecen a Nydia Andino en “Otras Vidas” de Angélica Gorodischer. Adolfo Previderé ilustra la de “Relatos para el desAmparo” de Jerónimo Rubino.

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