Aprendiendo a vivir

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Por María Luisa Miretti

“El gato que venía del cielo”, de Takashi Hiraide. Traducción Yoko Ogihara y Fernando Cordobés. Alfaguara. Buenos Aires, 2015.

En esta novela, de aparente simplicidad pero de profunda connotación reflexiva, Hiraide (1950) -quien abandona el campo editorial en Tokio para dedicarse a la escritura con este debut, sorprendiendo al mismísimo Kenzaburo Oé (Nobel de Literatura 2012)- ofrece una historia bastante similar a la propia.

Un joven matrimonio se retira de la locura citadina, se van a vivir a los alrededores de la urbe -son freelancers-, consiguen la parte posterior de un edificio donde habitan unos ancianos, hasta que aparece un gato, al que llaman Chibi (pequeño). Todo parece normal hasta aquí. Sin embargo, la aparición de ese gato les cambia la vida y aquí reside el nudo gordiano de la novela.

El gato es el pretexto o la excusa para abordar temas varios que van desde la economía hasta los problemas personales: lo difícil que les resulta acceder a una propiedad, los esfuerzos que realizan, los trámites, el contexto y lo que están viviendo. Aparecen así la realidad sociopolítica -acaba de morir el último emperador (son los ‘80) y los precios suben de modo escalofriante-, las dificultades económicas, los problemas sociales, ciertas referencias culturales (muy bien aclaradas a pie de página), incluidas algunas observaciones sobre el sistema de salud, pero dentro del relato ficcional, donde es posible observar a los dueños y a los inquilinos debatiéndose en la propiedad aludida.

Lo anecdótico -por momentos tragicómico- es posible de observar en la conducta gatuna, ya que Chibi se enfrenta y se relaciona con otros gatos del lugar, con el matrimonio y con los viejos -sus verdaderos dueños-, pero al mismo tiempo, se desliza por un lugar especial hasta lograr cobijarse bajo el edredón de los jóvenes, muerde la mano de la joven al intentar comer más shakos, demostrando progresivamente una conducta peligrosa, que finaliza siendo dominante.

Lo más destacable por cierto es la ductilidad de la prosa narrativa que logra estos aciertos, con verdaderos toques sorprendentes, hallazgos que sin duda son los que han sido tan reveladores para la crítica mundial (mucho más por cierto, para los amantes de la raza felina).