Mesa de café

¿Qué Santa Fe viene?

por Remo Erdosain

La mañana es fría y desborda novedades. Las tapas de los diarios informan que la provincia tiene un nuevo gobernador. Se llama Miguel Lifschitz y es el candidato del Frente Progresista Cívico y Social. Abel está eufórico; Marcial no puede disimular su contrariedad a pesar de su flema, y José mira con aire sobrador, como alguien que está de vuelta de todo. Pocillos de café y ejemplares de los diarios sobre la mesa. A un costado y a cierta altura, la pantalla del televisor pasa noticias.

—Yo sería prudente a la hora de los festejos -advierte Marcial- porque la gente del PRO va a hacer las presentaciones judiciales del caso.

—¿Otra presentación? -exclama Abel- ¿Cuándo van a aceptar que perdieron? ¿Tanto les cuesta hacerse cargo del veredicto de las urnas?

—No hablen tanto -digo- porque Del Sel acaba de reconocer el triunfo de Lifschitz. No estaba muy contento que digamos, pero ya es hora de que aprenda que en la vida no se puede estar contento todo el día.

Marcial lee con cierta desconfianza la nota que le señalo en el diario donde se anuncia la aceptación de la derrota por parte del candidato del PRO. Suspira hondo y después agrega casi en voz baja:

—Nosotros nos hacemos cargo del veredicto de las urnas, pero de las urnas, no de los vivos que las manipulan.

—Ésa es una imputación gratuita.

—Más o menos. Explicame por qué en Tartagal, por ejemplo, los fiscales socialistas reemplazaron a los fiscales del PRO?

—No fue así.

—¡Cómo que no fue así! Y no quiero saber cuántos casos hubo parecidos.

—Dejá de discutir al cuete Marcial -exclama José- si hasta el dirigente máximo del PRO aceptó el resultado.

—Que él lo haya aceptado, no quiere decir que yo lo acepte. Yo no soy como ustedes que se enorgullecen de su condición de serviles y obsecuentes del jefe o la jefa de turno.

—Lo que ustedes tienen que hacer para la próxima elección -le digo a Marcial- es capacitar mejor a los fiscales.

—Nosotros los capacitamos, pero se presume que no estamos compitiendo con tahúres que al menor descuido te despluman.

—No presumas tanto -chicanea José.

—Ustedes mejor no hablen -le dice Marcial a José-, compartieron con nosotros la denuncia sobre irregularidades en estas elecciones, y después se borraron porque seguramente la Jefa les dio la orden de quedarse en el molde ya que para el oficialismo nacional el enemigo a vencer es Macri, motivo por el cual era necesario que Del Sel perdiera a cualquier precio.

—Nosotros tenemos mucho para hablar de estas elecciones -reacciona José-; en primer lugar, porque fuimos la única fuerza que creció. Del Sel perdió votos y los socialistas vienen perdiendo votos desde hace rato. Unos y otros llegaron a su techo y nosotros, los peronistas -que ahora perdimos por un punto-, recién estamos en el piso. Ténganlo por seguro: dentro de cuatro años somos gobierno en la provincia.

—Dios me libre y me guarde -musita Marcial en voz baja.

—Ustedes los peronistas -agrega Abel- crecen llevando un candidato que no tiene nada que ver con los K. Esconden las uñas, se presenta como corderitos, cuando uno sabe muy bien que apenas lleguen al gobierno sacarán a relucir las uñas como lo han hecho siempre.

—Ustedes -responde José- deberían preocuparse para luchar con uñas y dientes no contra nosotros sino contra del narcotráfico en la provincia, aunque como dijera el General: mejor que decir es hacer, mejor que prometer es realizar. Es notable. Hace un cuarto de siglo que gobiernan en Rosario y cada vez hay más delincuencia y más villas miseria. Y eso que se dicen socialistas.

—Pongamos un poco de orden en la mesa -intervengo-, empieza un nuevo gobierno y sinceramente creo que es lo mejor que nos puede pasar. El Frente Progresista no es perfecto, está bastante lejos de serlo, pero para mí es mucho más confiable que un hipotético gobierno de Del Sel.

—¿Y por qué te despierta tanta confianza? -pregunta amoscado Marcial.

—Porque hace ocho años que vienen gobernado, porque controlan las principales ciudades y comunas de la provincia, porque tienen mayoría en diputados y una buena representación en el Senado y porque poseen experiencia de gobierno, mientras que si Del Sel hubiera sido gobernador, vegetaría en una soledad casi absoluta: sin diputados, sin senadores, sin ciudades controladas y sin experiencia de gobierno. ¿Te parece poco?

—Y no hablemos -agrega José- si, encima, Macri no gana en la Nación.

—Lo que yo sé -acota Abel- es que desde el punto de vista de la sociología política, en esta provincia hay tres espacios políticos que en términos prácticos están en igualdad: una propuesta socialdemócrata expresada por el Frente Progresista; una propuesta populista a cargo de Perotti y una propuesta liberal o conservadora a cargo de Del Sel.

—Ésa es una clasificación demasiado arbitraria. Si a vos te deja conforme, macanudo, pero en la vida real las cosas funcionan de otra manera -observa José.

—A mí me importan los hechos -afirma Marcial- y los hechos me dicen que en la provincia a los problemas terribles de la inseguridad se suman las dificultades de las economías regionales, dificultades que el gobierno provincial ha hecho poco y nada para resolver. Es que este gobierno gasta mucho en propaganda pero no gasta para resolver los problemas de fondo. Le importa más la imagen que solucionar los problemas.

—Yo voy tratar de ser mas práctico -expresa José-, este gobierno ganó por mil y pico de votos; es un gobierno al que el setenta por ciento de la población no lo votó, el llamado Frente Progresista es un gobierno que se está desgastando todos los años...

—Digan lo que digan -manifiesta Abel- nosotros vamos a gobernar cuatro años más y lo vamos a hacer en la provincia y en las ciudades de Rosario y Santa Fe. A nosotros, no nos van a enseñar los peronistas y los neoperonistas santafesinos del PRO a dialogar, a construir consensos, a respetar las instituciones y, mucho menos, a preocuparnos por los pobres.

—No propongo enseñarles nada -acentúa Marcial- pero arreglen las cosas, terminen con las villas miseria, liquiden el delito, apoyen a los tamberos y a los productores rurales en general que se están fundiendo, mientras ustedes pretenden distraernos con toda esa sanata de los nodos, proyectos que copian de otro lado y que sirven para publicidad pero que nunca se aplican.

—Lo cierto -dice Abel- es que ganamos, arruinamos la fiesta que el PRO tenía preparada, pero sobre todo, gracias a nuestra victoria, la provincia dispondrá de una nueva oportunidad para hacer las cosas bien.

—Ojalá hagan las cosas bien -enfatiza Marcial-, pero para hacer las cosas bien van a tener que hacer exactamente lo contrario de lo que han hecho estos ocho años.

—No comparto -concluye Abel.

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