Anécdotas de viaje

Lo que cabe en diez años

Allí, en medio de tierra arrasada, apareció esta idea que, desde el punto de vista periodístico, me tocó conducir. Teníamos claro que debíamos ir hacia el campo y sus actores, encarar tranqueras y caminos, escuchar, aprender, valorar, potenciar.

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Aquel número 1. La primera cobertura apuntó a la Expo Braford, y su realización estuvo marcada por las anécdotas, los errores y los recuerdos que lo hicieron inolvidable. Foto:El Litoral

 

Néstor Fenoglio

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Recuerdo los primeros viajes. Y especialmente, acaso el primero de todos, un viaje a la muestra nacional de Braford que se hacía en Corrientes. Teníamos previsto una parada en la localidad correntina de Saladas, donde vivía y vive mi viejo, para almorzar antes de pegar el estirón final hasta la capital.

LLovía a cántaros, a baldazos, desde el mismo arranque del viaje. No se veía nada, pero debíamos avanzar. En algún momento, erramos algún cruce y así seguimos kilómetros y kilómetros, alejándonos de nuestro destino. Hacia el mediodía, perdidos (ya habíamos entrado a la provincia de Corrientes, pero por otra parte), llamamos a mi viejo.

-Papá, me parece que equivocamos el camino... Estamos en Mercedes.

Silencio en la línea del otro lado. Hasta que el acento “acorrentinado” de mi viejo, preguntó, como para asegurarse.

-¿Dónde decís que estás, hijo?

-En Mercedes, papá.

Breve silencio de nuevo.

-Hay que ser boludo, hijo, para estar en Mercedes.

Todavía nos reímos hoy de ese “pequeño” desvío de doscientos kilómetros, de peludeadas por el barro, de esas ganas de encarar por cualquier camino desconocido rodeado de paraísos y de otras andanzas por todas partes.

Desde hace diez años, venimos conociendo y reconociendo a nuestros gringos, a nuestros productores, a nuestros fabricantes, a los dirigentes, a los hacedores.

Si fuera por el tango, y de verdad veinte años no fueran “nada”, la mitad de ese tiempo, sería menos que nada. Sin embargo, entra una vida entera en veinte años y un montón de cosas en diez. Si además hablamos de gráfica, de productos periodísticos, diez años es una enormidad. Pues, me sorprendo ahora, pasaron diez años desde el lanzamiento de Campolitoral, un producto de El Litoral que es marca propia y que se ha ganado a fuerza de permanencia, de continuidad, de orientación, y de sobre todo, de contenidos honestos, un lugar entre los medios de comunicación de todo el país segmentados al agro, y uno central en nuestra provincia.

Semana tras semana, hemos porfiado en rumbear para los diversos destinos y producciones de nuestra provincia, y de una región más amplia y elástica como el concepto mismo de trabajo, de mano tendida, de la importancia de la palabra, en fin, valores que nos identifican o -mejor- deberían hacerlo, pues allí estuvo siempre la fuente que nos hace posible como país en el (a veces, des) concierto de las naciones...

Recuerdo esas primeras reuniones con los directivos del diario, el especial énfasis de uno de ellos, Néstor Vittori, para encarar desde cero una publicación que El Litoral no tenía. Recuerdo a ese grupo de pibes, con Federico Aguer a la cabeza, con Juan Manuel Fernández enseguida.

No eran tiempos fáciles. Mal salía el país (y en buena parte, gracias al campo) de la crisis política, social y económica que se fagocitó presidentes en serie, sueños y sueldos, economías enteras sucumbidas por la debacle.

Allí, en medio de tierra arrasada, apareció esta idea que, desde el punto de vista periodístico, me tocó conducir. Teníamos claro que debíamos ir hacia el campo y sus actores, encarar tranqueras y caminos, escuchar, aprender, valorar, potenciar...

Hoy miramos para atrás con orgullo, equivocamos menos el camino, conocemos y nos conocen. Pero seguimos teniendo esa fe y esas ganas de ir a descubrir mano a mano y cara a cara las cosas que caracterizan a nuestro campo, acaso porque intuimos o sabemos que allí están las reservas morales y económicas de un país que necesita a gritos reencontrarse con la idea del trabajo, del esfuerzo, de la innovación, de la competitividad, de intentar honestamente ser mejores, sin atajos ni agachadas. En esa tarea estamos, como hace diez años.