Pedido desesperado

“Tengo los narcos en el barrio”

  • Lo asegura Rocío Ríos, la mamá del pequeño baleado en San Agustín I.
  • El menor permanece internado en el Hospital de Niños en estado delicado.
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“Yo no me voy a ir del barrio. Son ellos los que se tienen que ir”, dijo Rocío Ríos en el hospital. Foto: Danilo Chiapello
 

Danilo Chiapello

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“Tengo los narcos en el barrio. Antes de que lleguen ellos, San Agustín no era así. Yo me crié en ese barrio y en los 31 años que tengo nunca me pasó nada”, dice Rocío Celeste Ríos parada en la puerta del sector de Cuidados Especiales del Hospital de Niños.

Pese a que las lágrimas brotan, la mujer no interrumpe su relato.

“Esto me cansó... no va más. Porque ahora tocaron a mi hijo. Estos narcos hacen lo que quieren y nadie les hace nada”, se queja amargamente.

La vida de esta mujer cambió drásticamente el mediodía del sábado cuando su hijo Exequiel, de 11 años, fue alcanzado por un balazo.

El menor se encontraba jugando en la puerta de la casa de sus abuelos cuando a poca distancia estalló una pelea entre varios sujetos. Uno de ellos abrió fuego y el proyectil alcanzó a Exequiel en el abdomen.

Se cree que el autor del disparo es un tal “Patiko”, un oscuro sujeto que desde hace tiempo siembra el terror en el barrio a fuerza de tiros.

“Me pica la panza”

“Mi hijo estaba en la casa de sus abuelos jugando en la puerta. De repente, a dos cuadras, se armó una de piñas entre varios vagos. Luego se agarraron con cuchillos. En eso apareció otro sujeto que fue el que sacó un arma y comenzó a disparar.

“El nene no sintió nada en un primer momento. Entró a la casa y le dijo a mi madre: ‘nona me pica la panza’. Mi madre le levantó la remera y lo vio todo lleno de sangre.

“Un vecino amigo de la familia lo llevó a mi hijo en la moto hasta el Mira y López y de ahí lo trasladaron de urgencia hasta acá.

“La bala le pegó en el abdomen y el proyectil quedó alojado en la arteria de la pierna. No se lo pudieron sacar, por eso quedó acá en Cuidados Especiales.

Los médicos me dijeron que hay que esperar 72 horas. Que el proyectil se tiene que mover para que ellos lo puedan sacar”, agregó.

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El tal ‘Patiko’, el sujeto acusado de realizar el disparo que hirió a Exequiel
Foto: El Litoral

Se tienen que ir

Más adelante Rocío apuntó que “no puede ser que yo a mi hijo lo tenga que tener encerrado. Que no tenga derecho a salir a jugar con sus primos a la vereda.

“Yo no tengo por qué irme del barrio. Son ellos los que se deben ir”, sentenció Rocío cuando se le preguntó si pensaba mudarse.

Rocío Ríos es policía (se desempeña en la sección Logística) y junto a su madre cuidan del niño. Aseguró que lo que le pasó a su hijo es consecuencia de “la guerra entre los narcos del barrio, son los soldaditos los que actúan”.

Consultada sobre si realizó alguna denuncia por la presencia y las consecuencias de un kiosco de drogas en el barrio aseguró que “hay algunos de los jefes que se portaron muy bien conmigo, Rodríguez, Román, Grau, Castillo, Cabañas se pusieron a disposición mía, pero hay jefes de zona con los que es imposible hablar porque ellos son los que van y cobran en ese kiosco”.

Las declaraciones de la mujer van en sintonía a lo que relató en su momento el sargento Pablo Cejas, que aseguró ser víctima de acoso por negarse a colaborar con el encubrimiento a los narcos.

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El pequeño Exequiel permanece alojado en la sala de Cuidados Especiales. Foto: Gentileza Flia. Ríos.

El huevo de la serpiente

Desde hace un tiempo los barrios de la ciudad han cambiado dramáticamente su fisonomía.

Y hay una única causa que explica esta situación.

La aparición de siniestros “personajes”, que con sus actividades “non santas” obligaron a los buenos vecinos a permanecer encerrados en sus casas o, lo que es peor, a mudarse de barrio.

De repente la inocente costumbre de tomar mates en la vereda o ver a los más chicos jugando un “picadito” en la plaza o simplemente caminar por las calles, se volvió riesgosa.

Siempre flota en el aire la sensación de que en cualquier momento puede desatarse un tiroteo u otra acción delictiva.

Las situaciones más desagradables giran siempre en torno a una (o varias) vivienda donde se ejerce la comercialización de estupefacientes.

Estos verdaderos “kioscos” funcionan las 24 horas y son generadores de los más variados conflictos, muchos de los cuales terminan de manera trágica.

Detectarlos es por demás de sencillo. Porque su labor no pasa desapercibida para nadie. Autos, motos y personas de a pie “desfilan” a toda hora en busca de la mercancía.

Así lo explicó hace un mes el suboficial Pablo Cejas quien reveló que existe una lista de “kioscos” que no se pueden tocar. El uniformado fue baleado en un “extraño” suceso que todavía hoy no fue esclarecido.

En sintonía con los dichos de Cejas se expresó Rocío Ríos, la mamá del pequeño Exequiel. La mujer (también policía) señaló que su hijo fue baleado por “comerciantes de drogas” que se instalaron en San Agustín.

Conceptos como “narcos” o “soldaditos” ya forman parte de los temas de conversación en las mesas de las preocupadas familias santafesinas.

Sin embargo ninguna de estas imágenes parece llegar a los escritorios de quienes supuestamente deben combatirlos.

No se sabe cuántos “kioscos” “tumbó” la policía en lo que va del año. Tampoco cuántas “cuevas de drogas” halló durante el año pasado. Se sospecha que muy pocas.... o ninguna.