La tremenda historia del estadio Nacional de Santiago, escenario de la final...

Las torturas a 12.000 prisioneros, Juan Pablo II y aquella pantomima sin rivales

El mismo lugar en el que Messi y Vidal se cambiarán y harán de las suyas en el gran partido de mañana, se usó de campo de concentración en el golpe de Pinochet. La muerte de Neruda, la visita del Papa en 1987, los testimonios y ese partido que no se jugó contra la URSS del repechaje para el Mundial de 1974.

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Lugar de memoria. En una excelente iniciativa, una parte del estadio Nacional de Santiago mantiene intactos los tablones de madera que estaban en 1973, cuando miles de personas fueron torturadas y asesinadas allí durante la dictadura de Pinochet. Foto: DyN

 

Enrique Cruz (h)

(Enviado Especial a Santiago de Chile)

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“Los obligo a mis muertos en su día. Los descubro, los trasplanto, los desnudo, los llevo a superficie a flor de tierra, donde está esperándolos, el nido de la acústica”, reza el escrito de Stella Díaz Varín en la placa ubicada en el mítico y tristemente célebre estadio Nacional de Santiago de Chile, el escenario de la gran final de mañana. “Entre el 11 de setiembre y el 7 de noviembre de 1973, el estadio Nacional de Chile fue utilizado como campo de concentración, tortura y muerte. Más de doce mil prisioneros políticos fueron detenidos aquí sin cargos ni proceso. En recuerdo de todos aquellos que sufrieron tras sus muros y por los que aquí esperaron a oscuras ver la justicia y la libertad”, culmina el escrito de esa placa que fue colocada en setiembre de 2001.

Unos años antes, en abril de 1987 y durante aquella recordada visita del Papa Juan Pablo II a esta parte de Sudamérica, el Sumo Pontífice estuvo en el estadio y lo refirió como “lugar de competiciones, pero también de dolor y sufrimiento”. En ese entonces y al observar en la pantalla del estadio la imagen de Jesucristo, transmitiendo con su voz esa calma no exenta de energía y precisión que lo caracterizaba, hizo un silencio y lo señaló con la mano bien extendida, como para que nadie dejara de verlo, y dijo: “¡No tengáis miedo de mirarlo a Él!”.

Luego, Juan Pablo II se inclinó sobre el césped que mañana van a transitar con toda su vitalidad, sus sueños y su enorme destreza Lionel Messi, Arturo Vidal y los suyos, para hacerse la señal de la cruz y pedir “para que de él brote la paz y la reconciliación”. Muchos lo vieron como una suerte de exorcismo sobre ese estadio en el que más de doce mil presos políticos, algunos de ellos argentinos, vivieron el peor de sus calvarios, del cual muchos ni siquiera pudieron sobrevivir. Dormían en esos camarines y durante el día permanecían sentados en esas tribunas que mañana albergarán a una multitud expectante, fervorosa, ávida de un festejo, ya sea argentino o chileno.

“El olvido está lleno de memoria”, dice un verso de Mario Benedetti reproducido en aquellos lugares de Chile que fueron empleados como cárceles, centros de tortura o campos de exterminio.

Los datos oficiales consignan que en aquél régimen militar liderado por Pinochet, en esos tiempos aciagos de la historia sudamericana de la que nuestro país no escapó, entre 1973 y 1990 unos 33.000 chilenos fueron torturados por causas políticas durante la dictadura, de los cuales 3.200 murieron.

Dos días después de aquel Golpe de Estado de setiembre de 1973, los presos fueron llevados al estadio. Pasaban el tiempo sentados en las tribunas y por los altavoces muchos eran llamados al centro del campo de juego para ser llevados a interrogatorios al velódromo u otros sectores, en sesiones que incluían golpes, aplicación de electricidad, inmersiones en grandes tiestos con agua inmunda y simulacros de fusilamiento que numerosas veces fueron reales.

También unos días después del golpe, falleció Pablo Neruda, uno de los escritores más famosos de la historia chilena. Su muerte ha dejado dudas. Si bien estaba muy enfermo, Mario Amorós escribió un libro que tituló “Sombras sobre Isla Negra” (lugar en el que vivió Neruda, cerca de Viña del Mar), dejando la duda sobre si su muerte se dio en forma natural o si, como se dice, habría sido envenenado.

Neruda, pocos días antes de su muerte, dijo: “Estoy indignado por la brutalidad de los militares. Son peores que los nazis, asesinan a sus propios compatriotas”.

Un hecho de curiosidad política se registró en 1973, cuando en la clasificación para el Mundial de 1974 debían jugar Chile y la URSS un repechaje. El de ida se jugó en Moscú y empataron sin goles. Luego del golpe, la selección de la URSS desistió de viajar al encuentro de vuelta.

Pese a ello, la FIFA programó el partido y la dictadura se apresuró a desocupar el estadio de prisioneros y el 21 de noviembre y en presencia de dos altos dirigentes del organismo, el brasileño Abilio D’Almeida y el suizo Helmuth Kaeser, se escenificó el triunfo de Chile por no presentación del rival. El equipo chileno, algunos de cuyos jugadores habían exigido y logrado la liberación de Hugo Lepe, volante de la selección de Chile en el mundial de 1962 y preso en el estadio, participó en la pantomima del inicio del encuentro, que acabó con un gol simbólico de Chile, con jugadores que, torpemente, se fueron pasando la pelota hasta meterla adentro del arco vacío y sin rivales que se opusieran.

Para que la afición estuviera allí, se había programado a continuación un amistoso con el Santos de Brasil, que goleó por 0-5 a la Roja. Leonardo Veliz, jugador de la selección de aquel entonces, dijo: “Fue terrible, patético. Creo que en los vestuarios había rastros de todo lo que había pasado antes”. Tremendo.

Hay una sección de tribuna que no fue incluida en la remodelación del estadio, iluminada y sin público, que conserva los antiguos tablones de madera de 1973, en cuya parte superior se lee un cartel con la frase de Benedetti que dice: “Un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro”.

¿Por qué Julio Martínez Prádanos?

  • El estadio Nacional se llama, desde 2008, Julio Martínez Prádanos, que fue un periodista chileno especializado en fútbol, que tuvo una extensa trayectoria en la prensa escrita, radial y televisiva. Considerado por muchos como el más grande periodista deportivo que ha tenido este país, obtuvo el Premio Nacional de Periodismo en 1995. Martínez Prádanos murió en enero de 2008 y la decisión de ponerle el nombre al estadio se dio en agosto de 2008, lo cual motivó fuertes críticas debido a la demora en su ejecución. En algún momento, en el estadio Nacional ingresaron más de 70.000 personas, el aforo actual es de 50.000 espectadores sentados.