Apertura de embajadas en los EE.UU. y Cuba

El exilio cubano en Miami con el corazón partido

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Lugar de reunión. El popular restaurante “Versailles”, situado en la Calle Ocho del barrio “Pequeña Habana”, en la ciudad de Miami, es un habitual punto de encuentro del “exilio” para tomar café y discutir asuntos y noticias vinculados con la isla caribeña. Fotos: Toni Belchi/Efe

 

Por Ignacio Esteban (Efe)

Más de medio siglo después de dejar atrás sus hogares y sus familias, los exiliados cubanos que escaparon del régimen castrista asisten hoy, entre la resignación y la esperanza, a una nueva etapa diplomática entre los EE.UU. y Cuba que remueve los sentimientos más profundos de varias generaciones.

En las calles de Miami, en la Pequeña Habana, a nadie tomó por sorpresa el histórico anuncio que hizo Barack Obama el pasado primero de julio. Entre otras cosas porque el deshielo comenzó hace seis meses, el 17 de diciembre último, y desde entonces los cubanos que viven en Estados Unidos han tenido tiempo para atemperar sus emociones.

Miami, como centro neurálgico del exilio, apenas ha registrado movimientos de protesta en estos seis últimos meses, hasta el punto de que hoy, en la calle, cuando el periodista pregunta, lo más habitual es encontrarse con opiniones prudentes que prefieren esperar y ver qué depara la apertura de embajadas.

En el conocido café Versailles, en la Calle Ocho de la Pequeña Habana, se concentraron en las últimas horas más periodistas que exiliados cubanos con ganas de protestar. Todo lo que había que decir, ya se dijo.

Aun así, media docena de furgonetas con enormes antenas para transmitir vía satélite se apostaron allí para recoger las impresiones de una comunidad que se cansó de esperar y que ahora, resignada, confía en que la nueva política traiga lo que no pudo lograr un embargo político y económico de cinco décadas.

Armando González, con 75 años, llegó a los Estados Unidos en 1978 y hoy reconoce que esta nueva etapa abierta por Obama le provoca “sentimientos encontrados”, pero admite que “todo tiene su razón” y esta normalización de relaciones “llega en el momento oportuno”.

Víctor Gómez, otro veterano -no sólo del exilio sino de la guerra del Vietnam con el país que lo acogió-, reconoce que “no funcionó lo que se hizo para tratar de tumbar a ese hombre (Fidel Castro)”, y ahora está “contento” de que se intente arreglar las cosas por otra vía.

Sea por respeto o por simple estrategia, Obama ha tratado siempre con cuidado al exilio en Miami, tanto en su discurso del 17 de diciembre como en su última visita a la ciudad, el pasado 28 de mayo, cuando se acercó a la Ermita de la Caridad del Cobre, símbolo religioso del exilio, para expresar personalmente su respeto por los cubanos que “dieron su vida por la libertad”.

A pesar de ello, el exilio histórico, el que dejó en Cuba algo más que su corazón, su familia y su patrimonio, ve hoy en Obama a un “traidor” que ha sacado bandera blanca ante un régimen opresor que tiene detrás “cincuenta años de dictadura y violación de derechos humanos”. Así lo expresa a Efe con amargura y verdadero rencor Orlando Cordobés, apostado en la barra del café Versailles como quien ve la vida pasar.

Un poco más lejos, en el centro de la ciudad, en el Museo de Historia de Miami, que hace unos días abrió al público una exposición sobre la operación “Peter Pan” que en los años sesenta sacó de Cuba a miles de niños con destino a los Estados Unidos, algunos de los visitantes recuerdan con emoción una experiencia que marcó sus vidas. Al borde de las lágrimas, algunos protagonistas anónimos de aquella “pesadilla”, agradecen ahora la oportunidad que supuso para ellos ser acogidos en EE.UU. y poder desarrollar sus vidas en libertad, y en muchos casos con éxito, como ocurrió con el propio alcalde de Miami, Tomás Regalado, el senador por Florida Melquíades Martínez o el cantante Willy Chirinos.

A diferencia de esa generación “perdida” para Cuba, los recién llegados, los más jóvenes, bien formados y culturalmente armados para analizar este giro histórico, observan con esperanza la nueva etapa y subrayan que “la sola posibilidad de que haya cambios ya merece la pena”.

Indira Magaz, una joven productora audiovisual cubana de 28 años en busca de futuro profesional en Miami, reconoce que el anuncio de Obama era “impensable” hace tan sólo unos años, y no puede dejar de emocionarse con la idea de que todo aquello a lo que renunció “está más cerca”.

“La Cuba que yo conocí me dio las herramientas suficientes para saber que hoy quiero estar aquí, en Miami, y lo que quiero lograr. No puedo dejar de creer que ésta será una oportunidad para cicatrizar, para mostrar respeto por todos los que se tragó el mar, por todos los que salieron y nunca han podido volver, por todos los que se quedaron y nunca los dejaron salir”, dice Indira.

También deja traslucir cierto escepticismo y no cree que los cambios sean “inminentes”, ni que todos sean “para bien”.

La encuestas realizadas tras el anuncio de Obama en diciembre confirmaron que la mayoría de los estadounidenses y los hispanos apoyan la normalización de relaciones diplomáticas.

Sin embargo, entre los cubanos residentes en Estados Unidos el resultado es más ajustado, casi un empate técnico, con un 48 por ciento en contra del diálogo, y un 44 por ciento que respalda la política aperturista de Barack Obama.

 
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A diferencia de la generación “perdida” para Cuba, los recién llegados, los más jóvenes, bien formados y culturalmente armados para analizar este giro histórico observan con esperanza la nueva etapa.