Cosa de neuromagia

16-1-EFE93279.jpg

Ilusiones, autoengaño, límites del sistema visual, son usados por la magia y revelan conocimientos útiles para la ciencia. Foto: Archivo El Litoral

Por César Celis

“Un mago no es sino un actor que representa el papel de mago”, sentenciaba el gran ilusionista francés Robert Houdin, a quien suele atribuirse el nacimiento de la magia moderna, ya que negó la participación en su arte de la brujería, el espiritismo y los fenómenos paranormales. El mago más famoso, Harry Houdini, fue su admirador y seguidor en esta tradición, desenmascarando los trucos de charlatanes y estafadores.

En Neuromagia, Andrés Rieznik se dedica a revelar la relación que puede establecerse en el conocimiento de nuestro cerebro y los trucos de magia. Tan a la par como los científicos, los ilusionistas trabajan estudiando la mente humana. Neuromagia ha dado en llamarse, precisamente, a la colaboración entre magos profesionales y científicos cognitivos. Se trata de estudios relacionados con el fenómeno de la percepción “en áreas tan diversas como el movimiento ocular, los límites del sistema visual, el autoengaño, el procesamiento cerebral de relaciones causales o la atención”.

“Falso depósito”, dieron en definirse algunos trucos que llamaron la atención de los neurólogos; un ejemplo es el de la esfera que desaparece en el aire. Consiste “en tomar una esfera, lanzarla hacia arriba con una mano desde, digamos, la región del ombligo, y recogerla con la otra mano un poco más arriba, por delante del cuello. El espectador ve cómo la esfera sube desde la altura del ombligo del mago hasta aproximadamente la altura de su cuello. Este procedimiento se repite dos veces hasta que, en una tercera oportunidad, el mago simula que lanza la esfera hacia arriba pero en realidad la retiene en la mano de abajo, escondida en su palma, aunque sigue con la mirada la esfera imaginaria atravesando imaginariamente el aire, hacia arriba, y hace de cuenta que la atrapa con la otra mano, la de arriba, para finalmente mostrar que la esfera ha desaparecido, que no está en la mano donde se suponía que debía estar. Si se realiza el truco con el timing correcto, de la forma adecuada, muchas personas caen en el engaño y creen que la esfera de verdad desapareció”. Los estudios sobre trucos similares concluyeron con que “en términos cerebrales, la construcción de las imágenes visuales está altamente modulada por la expectativa del sujeto de lo que se supone y que sus correlatos neuronales no deben ser buscados exclusivamente en la corteza visual primaria ni en la retina o el nervio óptico, sino en alguna región de procesamiento cerebral superior”.

Están también los ejercicios de magia que se aprovechan de lo que las ciencias cognitivas llaman “ceguera al cambio” y “ceguera atencional”. “Si vemos una foto y durante unos milisegundos dejamos de observarla, y luego volvemos a mirarla pero sin ser advertido de que algo central en ella ha sido modificado, no notamos el cambio. Lo realmente interesante no es que no se perciba la alteración, sino que se tenga la impresión subjetiva de que había que haberla percibido. Todos creemos que vemos mucho más de lo que realmente vemos. En ese sentido, somos muy fáciles de engañar... y los magos lo saben desde hace muchos años”. La “ceguera atencional”, por su parte, se refiere a que cuando se presta atención a una cosa no se consigue prestar atención a otras.

En forma similar, se estudian en Neuromagia (publicado por Siglo XXI) numerosos ejercicios de magia y los procesos cerebrales que permiten su éxito. La parte final del libro se interna en fenómenos más cercanos al campo de la filosofía que al de la ciencia, como el ejercicio de la voluntad y el libre albedrío, para terminar con derivaciones en los ámbitos del amor y de la religión.