En Santo Tomé

Detienen a peligroso adolescente que había escapado de la cárcel

Tiene 17 años y estaba preso por acribillar a balazos a un joven adentro de un boliche.

 

De la Redacción de El Litoral

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Días atrás, un peligroso delincuente de 17 años escapó del Pabellón Juvenil de la Cárcel de Las Flores, donde estaba alojado por el brutal crimen de un joven ocurrido el año pasado. La policía logró recapturarlo ayer, en un procedimiento realizado por efectivos de la Sección Seguridad Personal.

El evadido tenía 16 años el 15 de junio de 2015, cuando acribilló a balazos a Marcos Sebastián Cardozo, de 25 años, luego de una pelea en un boliche y salón de eventos de la ciudad de Santo Tomé, el que se ubica en Av. Richieri al 2800.

Los uniformados esperaron con paciencia al muchacho en inmediaciones del cruce de calles Zavalla y 3 de Febrero, hasta que lo vieron aparecer en bicicleta.

Se inició entonces una persecución que terminó metros más tarde, cuando el joven cayó pesadamente dentro de una zanja. Luego, intentó escapar a la carrera, pero no llegó lejos, porque estaba rodeado. Luego de varios minutos de forcejeos, los policías lograron esposarlo.

El crimen

Marcos Cardozo fue asesinado brutalmente durante una fiesta nocturna privada. Eran aproximadamente las 4 de esa madrugada cuando se desató una fuerte discusión entre Cardozo y un joven, de 19 años. Terminadas las agresiones verbales los involucrados se tomaron a golpes de puño.

Pero el altercado no pasó inadvertido para un adolescente, de 16 años (hermano del muchacho de 19), el que decidió tomar cartas en el asunto.

Munido con un arma de fuego, el jovencito encaró a Cardozo y sin más lo acribilló a tiros, en una secuencia que lógicamente convirtió el lugar en un pandemónium.

Se cree que el homicida disparó hasta vaciar el cargador de su arma.

Es de hacer notar que en el incidente también resultaron heridos el hermano de 19 y otro de 23, aunque sólo resultaron con lesiones leves.

Concretada la demencial acción, su autor se alejó de la escena en medio de los ocasionales testigos que miraban aterrorizados.

Por suerte, quienes no se paralizaron por el miedo fueron los “patovicas”, que habían sido contratados para la ocasión.

Fueron éstos los que interceptaron al agresor cuando intentaba fugar del boliche con el arma de fuego en su cintura. En una óptima reacción, los guardias privados lo redujeron, le quitaron el arma (una pistola Bersa, calibre 22), y esperaron la llegada de la policía.