Una historia que no tiene fin...

Pobre Colón

Apenas terminada la caza de brujas de aquella falsa poblada en el noviembre negro del 2013 en el club Colón, comenzó la debacle sentimental e institucional de la entidad sureña y popular de nuestra Santa Fe: muchos hinchas dejaron de asistir a la cancha enojados con los dirigentes y acusándolos de mezclar el deporte del fútbol con los negocios, como si fueran estos dos algo distinto.

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Ilustración: Lucas Cejas

 

Gastón Dubois

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Nadie puede hacerse el distraído a la hora del fútbol. Este deporte es una empresa multimillonaria y estoy en condiciones de afirmar que los clubes de Santa Fe son de las “empresas” que más facturan en la ciudad. Y por eso muchos “pillos” vinculados a la vida política del club se acercaron a Colón por un interés concreto. El hincha, por supuesto, es el último en enterarse.

La calle hablaba por entonces de un supuesto pacto entre Germán Lerche, Esteban Fuertes y un minúsculo grupo de periodistas, encargados de ocultar toda realidad. Que se vendió un partido, que tal jugador fue para atrás, que tal dirigente no hizo uso de una opción por tal o cual jugador a cambio de una coima, que las tribunas las hizo no sé qué pariente de Grondona y qué se yo cuántos cuentos populares improbables que sólo hicieron daño a la imagen este gran club que es Colón. Chismeríos baratos de alguna supuesta mafia entre dirigentes e ídolos que provocaron mucho escozor en el imaginario colectivo de este bendito club. ¡Pobre Colón!

No conozco personalmente al goleador histórico de Colón. Jamás hablé con él. Sólo admiré sus goles. Como futbolero de alma lo disfruté, por supuesto, sin que él lo supiera. No tuve relación alguna, ni antes ni después de que se retire.

Manchar sus goles —que a boca de jarro gritaron y vitorearon miles de hinchas— vinculándolo a una supuesta sociedad con el por entonces presidente Germán Lerche es, al menos, una falta de respeto a la historia viva del club y ni qué hablar al mismísimo Esteban Fuertes. Los ídolos o goleadores son quienes les dan al club algún tipo de pertenencia, de saciedad del gol, de alegría pasajera y permanente. Son los pases a la red de ellos los que llenan las peñas de anécdotas felices para algunos, tristes para los otros. Parecidos a los del “Turco” Alí pensando en aquellos de la otra vereda.

Los periodistas tampoco nos salvamos. Aquél está pago, ese otro es un coimero, a mí me dijeron que el relator de esa radio tiene negocios con tal o cual dirigente, que el periodista de aquel diario es corrupto. Y así la lista podría ser interminable. Que alguien de una vez por todas dé los nombres y las pruebas o sino que calle para siempre. El mismo Fuertes habló de facturas del club para con periodistas, aunque después deslizó no saber si eran apócrifas o no. Pobre “Bichi”, ya ni sabe qué contestar entre la maraña de micrófonos. Justo él, que de declaraciones entre grabadores en los vestuarios es un experto. Claro, estaba incómodo porque eran declaraciones en las escalinatas de los Tribunales, lugar al que no está acostumbrado.

Para dilucidar todo este misterio está la justicia. No basta con denunciar para que alguien o algunos sean culpables. Hay que saber mirar quién o quiénes están detrás de las denuncias. Si uno observa con detenimiento las imágenes de la TV a la hora de las declaraciones puede observar en el fondo de las mismas algunas banderías políticas que se suponen “justicieras”, pero que tienen algún interés concreto en la vida política del club. Son esos pseudo-dirigentes que vienen a ensuciar a los otros para aprovechar el revuelo y escupir su veneno para que todos sean ensuciados. Sacar alguna ventaja es su fin, porque hasta ahora nadie ha probado nada. Da lo mismo ensuciar a un ídolo que a un periodista o a un ex dirigente.

Miente, miente, que algo quedará. No importa si hay pruebas. Importa ensuciar. Y cuidado, que no hablo de no investigar, de no indagar —esa es la empresa de cualquier periodista— sólo estoy diciendo que el colonista no se crea todo lo que se dice. Que vea quién o quiénes proponen investigar el pasado del club, sin siquiera detenerse a investigar el presente del club. Colón ha vendido por mucho más de 60 o 70 millones de pesos, pero sigue debiendo cerca de $ 100 millones. Inentendible por donde se lo mire. Salvo Alario, todos los otros que fueran patrimonio del club y formados en la anterior comisión directiva, fueron vendidos antes del famoso Salvataje Deportivo. ¿Nadie tiene dudas?

Colón no puede permitirse que haya tanta división política dentro de una misma comisión. Los hay dirigentes honestos, verdaderos colonistas, y están los otros, aquellos que quieren propiciar el caos de todo lo anterior para sacar alguna ventaja y erigirse en los salvadores a base de mentiras y engaños. Afortunadamente, los colonistas nacen de a miles y este club ha de sobrevivir a tanta mentira.