40 AÑOS DEL ESTRENO DE “ADIÓS MUÑECA”

Un Quijote del siglo XX

Juan Ignacio Novak

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Cuando Humphrey Bogart interpretaba a Philip Marlowe (el detective emblemático del policial negro, creado por Raymond Chandler) lo hacía con encanto. Era una estrella. Y no podía desprenderse de esa carga icónica al concebir sus personajes. En cambio -y esto en modo alguno implica devaluar a Bogart, uno de los grandes actores de todos los tiempos- Robert Mitchum, que también era una estrella, le pudo otorgar al personaje “chandleriano” la carga emocional, profundidad y compleja mezcla de resignación y empuje que merecía. Lo hizo con 58 años, en “Adiós muñeca” (Farewell my Lovely), que hoy cumple 40 años desde su estreno en Estados Unidos.

La película es el ejercicio de estilo de un cinéfilo, Dick Richards, en sintonía con otros directores norteamericanos de la época. Esto se percibe en cada fotograma. Pero son los actores los que le imprimen el “aura” que hace inolvidable a “Adiós muñeca”. A la nobleza de Mitchum se entrelazan el rostro seductor y los movimientos cuidados de Charlotte Rampling, la curtida presencia de John Ireland, actor versátil y Silvia Miles, quien se llevó una nominación al Oscar. Como dato de color: aparece un Sylvester Stallone pre Rocky Balboa y John Rambo, en un papel pequeño pero significativo para la trama.

Aunque Mitchum repitió al personaje de Marlowe en 1978, en “The Big Sleep”, no se pudo superar a sí mismo. La búsqueda de una bailarina llamada Velma que emprende en “Adiós muñeca” es una gesta típica de Marlowe, con final amargo preanunciado, a la cual el actor la da una credibilidad impresionante.

Rostro

El detective que inmortalizó a Chandler tuvo, bajo diversas circunstancias y películas, los rostros de Bogart, Elliot Gould (en la irónica revisión que hizo Robert Altman en 1973 de “El largo adiós”) James Caan y James Garner, entre otros. Pero fue Mitchum el que le dio la dimensión más próxima a la concepción original del escritor.

El propio Marlowe se autodefine en una de las novelas de Chandler, narradas en primera persona: “Tengo algo de lobo solitario, no estoy casado, ya no soy un jovencito y carezco de dinero. He estado en la cárcel más de una vez y no me ocupo de casos de divorcio. Me gustan el whisky y las mujeres, el ajedrez y algunas cosas más. Los policías no me aprecian demasiado, pero hay un par con los que me llevo bien”. Esta definición se hace carne en la actuación que logra Mitchum, que está a la altura de los mejores registros de su carrera.