De domingo a domingo

La sociedad decide si contestar a una encuesta o votar valores

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“Siempre es mejor la amistad que la pelea, la paz que la guerra”, proclamó el Papa, en una intervención que parecía destinada a las decisiones ante las cuales se encuentran los argentinos. Foto: EFE

 

Por Hugo E. Grimaldi

(DyN)

Es evidente que el jesuita Jorge Bergoglio, aquel “diablo con sotana” y “jefe de la oposición” que tan mal le caía a Néstor Kirchner, no deja nunca de lado la posibilidad de operar sobre la realidad de su país y la prueba está en que eligió hacerle llegar al mundo desde una muy pequeña y laboriosa localidad del interior de la Argentina una reiteración del mensaje de valores que pregona la Iglesia.

Sólo porque lo hizo un día antes de las elecciones primarias, quien no lea esta supuesta intervención pastoral urbi et orbi dirigida sólo a los jóvenes (“siempre es mejor la amistad que la pelea, la paz que la guerra”) en clave política local habrá equivocado el análisis. En este sentido, el tema puntual que se puede interpretar de los dichos del Papa está referido a la importancia que deberían dársele a las Paso desde dos puntos de vista diametralmente opuestos.

O bien desde lo estrictamente formal, casi como si la elección fuese solamente una gran encuesta para saber dónde está parado cada candidato, una banalidad que puede servir luego como referencia a los que siempre les gusta votar a ganador o si se trata de algo más de fondo.

Lo que horadó el antidiálogo

Es en este punto, en el que Francisco llama a “caminar juntos” a toda la sociedad para que se vuelque a votar unida cuestiones bien profundas que se vienen degradando desde hace tiempo, como son la convivencia republicana o la fortaleza de su matriz social, hoy horadadas por el antidiálogo, la pobreza y las drogas, justamente tres de las obsesiones papales que los obispos no se cansan de marcar.

La palabra del Santo Padre resultó ser, en todo caso, un bálsamo de reflexión y de paz, tras un cierre de campañas con muchísima mugre y alteración política, salpimentada por graves acusaciones de todo tipo dentro y fuera del oficialismo y por una mención de la propia presidente, cuando comparó en un desgraciado combo a los medios que denuncian, a los opositores “del centro a la derecha” y a algunos sectores del Poder Judicial con las “fuerzas de tareas” de la dictadura.

Las inundaciones en la provincia de Buenos Aires, que llegaron sobre el final de la semana y que desnudan los problemas de gestión del gobernador Daniel Scioli, muchos atribuidos al racionamiento de fondos al que lo sometió el kirchnerismo durante buena parte de sus ocho años de gobierno, en todo caso fueron la frutilla amarga de un postre demasiado ácido para el oficialismo.

Con la descarnada aparición del narcotráfico y las presunciones de sus vínculos con el poder, por primera vez en mucho tiempo, la sociedad pareció haber sentido un escalofrío. Ya se verá a la hora de contar los votos, si es verdad que esta desgracia que hoy la atraviesa en todas sus capas, ha puesto a pensar a la gente de un modo más profundo que el que le ha aplicado a otros males que la asuelan a la hora de descartarlos como problema, como son la inflación, la pobreza, la inseguridad, el avance sobre la Justicia o el deterioro institucional, incluida la corrupción.

La cuestión es el narcotráfico

Hoy todo es diferente porque el tema drogas adquirió una inusual visibilidad y es materia de conversación diaria en el seno de las familias.

A todos sin excepción les consta que el tobogán hacia la oscuridad se ha dado en los últimos años y que el flagelo está a la vuelta de la esquina. Hay miedo. Si hay algo en que el kirchnerismo ha sido siempre experto fue en usar las estadísticas a su favor o comparando contra lo peor de la serie (2001) o truchándolas o anulándolas. Sin embargo, en este caso nadie se anima a negar nada, porque bien se sabe que cuando llegaron las autoridades que se irán en diciembre no existían, ni por asomo, las actuales condiciones de indefensión provocadas por la penetración narco en la política, las fuerzas de seguridad y la Justicia.

Quien más difícil la tiene a la hora de explicar los porqué de esta calamidad que destruye a las sociedades, como tantas otras cosas de los últimos doce años, es Scioli. Al gobernador se lo castiga por sus discursos llenos de clichés (optimismo, fe, esperanza, victoria) y también por sus indefiniciones, pero lo cierto es que él, a quien no le faltan esos valores que distingue Francisco, está en el peor de los mundos, sobre todo porque busca recoger votos de todas las especies y necesita no quedar mal con nadie.

Está claro que para quien tenga que hacer oficialismo en cualquier lugar, las cosas se le ponen siempre más difíciles y los caminos se le estrechan, pero a Scioli todo se le dificulta más porque llegó donde está casi por una obligada gracia presidencial, aunque hoy lo sustenten los gobernadores del peronismo dispuestos a traicionar a quien fuere el 11 de diciembre y él se apoye, de modo desembozado, justamente en el Papa.

Las tres “T” y las tres “I”

Las tres “T” de las que Francisco habla (“tierra, techo y trabajo”) son usadas habitualmente por el gobernador y también por las autoridades nacionales, aunque no pasa lo mismo con los conceptos de diálogo o consenso que él suele utilizar para desmarcarse del kirchnerismo y que han sido reemplazado durante años por un modo de hacer política en el que abundaron las imposiciones hegemónicas y el ninguneo.

En efecto, es una brava parada la de Scioli: o critica y se pelea con una parte de sus mentores más duros, quienes le dieron aire después de haberlo puesto a parir media docena de veces o es el sucesor del modelo y se hace cargo de toda la herencia recibida o bien busca atajos cargados de equilibrios, como los que sobrevolaron sus últimos discursos de campaña, con promesas de hacer a su “manera” todo aquello “que haga falta”.

Y en esa línea, trató de separarse bastante de las políticas actuales y dijo que buscará arreglar con los fondos buitre para que lleguen las inversiones que “bajarán la inflación, aumentarán el poder adquisitivo y nos van a permitir construir más caminos, escuelas, viviendas y hospitales”, sino que además habló de las “tres I” y se atrevió a “proponer innovación, investigación e inversión”.

Pero, además, en el límite de la separación de aguas, utilizó una frase que los kirchneristas de paladar negro deben haber rumiado, ya que ellos suelen creer, adoctrinados por la presidente, que es con este modelo con el que se tocaba el cielo con las manos: “El domingo vayan a buscar una vida mejor, la van a tener”, le dijo a los votantes.

Aunque para atemperar, el candidato volvió a las ambigüedades a la hora de manifestar que en un eventual gobierno suyo buscará “sostener lo que haya que sostener, profundizar lo que haya que profundizar y cambiar lo que haya que cambiar”.

Más allá de buscar votos entre los llamados electores independientes, esta última frase tuvo la virtud de darle letra a todos dentro del peronismo, para que cada uno lea lo que le conviene leer, incluido el kirchnerismo camporista que sabe que o se queda atado al actual gobernador con las condiciones que éste imponga o corre el riesgo de pasarse cuatro años a la intemperie, situación para la que igualmente está suficientemente preparado.

Esta teoría del mal menor habrá que ver si aguanta hasta octubre y todo dependerá también del resultado de las Paso y, en este sentido, habrá que prestarle mucha atención a las brechas de diferencia entre los candidatos. Ya en matemáticas electorales, ni para dentro ni para afuera será lo mismo para Scioli ganar ahora por cinco o por diez puntos sobre el segundo o con más o con menos de 40 por ciento de los votos. Tampoco será igual si entre Mauricio Macri y Sergio Massa y la suma que les aporten las listas de la misma interna hay doce o solamente cuatro puntos de diferencia, ya que en este caso la polarización naufragaría y dejaría abierto un tercer escenario.

El Papa llama a “caminar juntos” a toda la sociedad para que se vuelque a votar cuestiones bien profundas que se vienen degradando desde hace tiempo, como son la convivencia republicana o la fortaleza de su matriz social.