Mesa de café

Elecciones pasadas por agua

Por Remo Erdosain

Nublado y frío, como en el tango. Nada impide conversar sobre el tema excluyente de la semana: las elecciones; “las elecciones y las inundaciones”, agrega Quito, el mozo, furioso porque tiene parientes en Luján que están durmiendo arriba del techo de su casa.

—No busquen excusas -exclama José.- Le dimos una paliza histórica, le guste o no a los gorilas, la Argentina es peronista y lo va a seguir siendo: ahora Scioli, mañana de vuelta Cristina.

—Dios mío -murmura Marcial.

—Despacito -dice Abel-, si los resultados del domingo se repiten en octubre hay segunda vuelta y si hay segunda vuelta, pierden, y ustedes saben muy bien que pierden porque a los peronistas les encanta decir que son la inmensa mayoría de la nación, pero en secreto saben que en un mano a mano pierden, porque la mitad más uno de los argentino no somos peronistas.

—No es así como decís. Si sumás los votos peronistas del domingo descubrís, aunque los pelos se te pongan de punta, que casi el setenta por ciento de los argentinos votaron a candidatos peronistas. Desde De la Sota a Scioli o desde Massa a Rodríguez Saá.

—Si hay segunda vuelta, te voy a demostrar que estás equivocado.

—Un asado con vino de marca -apuesta José- a que Scioli gana en la primera vuelta.

—¿De dónde va a sacar los votos para ganar? -pregunto.

—Muy sencillo, lo vamos a sacar del peronismo. ¿O vos creés que los que votaron a De la Sota, por ejemplo, lo van a votar al gorila de Macri?

—Los que votaron a De la Sota -digo- están en contra de los Kirchner, por lo que es muy posible que lo voten a Massa e incluso a Macri.

—Yo no estaría tan seguro -responde José-. Cuando las elecciones se calientan, los compañeros se aferran con más fuerza a la camiseta peronista.

—Puedo admitir -dice Marcial- que los peronistas son muchos, es su exclusiva virtud, pero admitamos también que están divididos, que como los indios pampas responden a diferentes caciques y cada uno planifica sus propios malones. Y perdonen la comparación, pero no se me ocurre otra más apropiada.

—Yo lo que no entiendo es el comportamiento del electorado -se queja Abel- en provincia de Buenos Aires, sobre todo en el conurbano, la pobre gente está a merced de los delincuentes, de la droga, del hambre, de la prostitución y sin embargo siguen votando a sus verdugos.

—Los gorilas nunca van a entender por qué el pueblo es peronista.

—Convengamos que es difícil entenderlo -digo-, ahora están inundados y el señor gobernador se fue de viaje a Europa.

—Esa es una chicana -responde José-; el compañero Scioli no se fue de joda, viajó para atender un problema de salud.

—Le viene al pelo lo del brazo para hacerse la víctima -acusa Abel.

—Además -insiste José-, nosotros no podemos hacernos cargo de los caprichos de la naturaleza; si llueve no es culpa nuestra.

—Ustedes no serán culpables de las lluvias, pero son culpables de no haber hecho inversiones. Los peronistas hace casi treinta años que gobiernan a esa desdichada provincia y todos los años hay inundaciones, pero la plata la gastan en festivales y candombes porque, como los capangas, suponen que a los negros se los arregla con pan y circo.

—Ustedes están tratando de obtener beneficios electorales de una desgracia -reprocha José.

—Si así fuera -observa Marcial- no hay nada que reprochar. Nada mejor que la cercanía de las elecciones para hacer reclamos a los gobernantes. Si las elecciones no hubieran estado cerca, minga que Scioli habría suspendido su viajecito por Italia. O sea que es ahora o nunca; o los vecinos de Buenos Aires se quejan ahora o deberán resignarse a inundarse cada vez que llueva o cada vez que crecen los ríos.

—Pueden decir lo que se les dé la gana, pero las elecciones las vamos a ganar porque, como dijo el general, el pueblo nunca se equivoca.

—Así les va -murmura Marcial, en voz baja.

—Insisto -digo- en que el peronismo tiene muchas posibilidades de ganar, pero yo no cantaría victoria. Faltan setenta días y en ese tiempo pueden pasar muchas cosas.

—Te felicito por el optimismo -exclama Marcial- mi mirada es más negativa: si se inundan sacan más votos; si los roban y asaltan, sacan más votos; si denuncian que el candidato, es decir, el compañero Morsa es el jefe del narcotráfico, sacan más votos. Como dice el compañero José: el pueblo nunca se equivoca.

—Y eso te da rabia.

—Más o menos. Después de todo yo vivo bien y si la cosa se pone castaño oscuro me voy del país, pero la pobre gente está cautiva, cautiva de los punteros, de los festivales de cumbia, de los programas al estilo Fútbol para Todos.

—Lo tuyo, además de gorila, es muy individualista -reprocha José.

—Todo lo contrario -contesta Marcial- si fuera individualista no me calentaría por las elecciones porque en mi caso cualquiera sea el resultado a mí no me afecta, pero como no soy individualista me preocupo por los pobres.

—Pobres los pobres -decía el refrán español-. Tras cornudos, apaleados.

—Yo no creo que si ganara Macri -reflexiona José- los pobres vayan a resolver su situación.

—Habrá que ver -dice Abel- por lo pronto, en la ciudad de Buenos Aires, las inundaciones están controladas; la Boca no se inunda y así pasa con la mayoría de los barrios afectados por las crecientes del Río de la Plata.

—Yo diría que estemos atentos. Faltan casi setenta días para las elecciones y aunque Marcial no lo crea, la gente tan estúpida no es a la hora de sufragar. No en vano María Eugenia Vidal fue la candidata más votada en provincia de Buenos Aires.

—Yo no soy ni pesimista ni optimista: es más, si me aprietan soy más optimista, porque incluso ganando Scioli van a haber cambios, se va a terminar con la prepotencia, con las arengas de cadena nacional, con la división innecesaria de los argentinos.

—Scioli dice que él es kirchnerista.

—No le creas tanto; cuando gane la presidencia, si es que gana, vamos a ver si es tan kirchnerista como dice.

—Lo van a marcar de cerca Zannini, la Cámpora, la propia Cristina...

—Mariotto también lo iba a marcar de cerca y hoy es el más sciolista de la tropa. No nos engañemos, el kirchnerismo empieza y termina con los Kirchner, fue un negocio de familia, un negocio para hacerse millonarios ellos y sus amigos; todo lo demás fue jarabe de pico.

—No comparto -concluye José.

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