Escenas de la realidad

Últimas imágenes del naufragio

  • La “década ganada” fue en verdad una “década palíndromo” y termina como empezó. Dos libros para entender el presente y vislumbrar el PorVenir.
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Los precios deprimidos, y la falta de competitividad se reflejan en situaciones como las vividas recientemente en el Alto Valle. Las economías regionales, en su peor momento del "modelo".

FOTO: El Litoral

 

Por Sergio Serrichio

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No, el título no se refiere (o no se refiere solamente) a las inundaciones que en las últimas semanas asolaron a distintas áreas del país; en especial, a algunas localidades bonaerenses, y concentraron la atracción mediática y las energías de los candidatos en campaña.

El naufragio es visible, incluso más claramente, en los estertores del “modelo” económico: reservas dibujadas y exhaustas; gasto y déficit fiscal galopantes; saldo comercial extinguido y virando al rojo, deudas por todos lados; recesión en extraño concubinato con persistente y alta inflación, economías regionales desoladas, desempleo en ascenso y hasta el reconocimiento expreso del titular del Banco Central, Alejandro Vanoli, de que levantar el cepo cambiario “implicaría una maxi devaluación e hiperinflación”.

Días antes, el propio jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, había dicho que si se levantara el cepo (que antes decía que no había) “perderíamos las reservas en tres días”.

En suma, el jefe de los ministros y confirmado candidato oficialista a la gobernación bonaerense y el presidente de la institución cuya misión primaria es preservar la estabilidad de la moneda, dicen que el peso está atado con alambre y estamos en riesgo de corrida sobre las reservas, estampida del dólar e hiperinflación. Hasta ahora contenidas, aunque esto no lo dicen, con operativos policiales, manotazos de ahogado y mentiras estadísticas.

Tampoco es tranquilizador que por decreto se haya aumentado del 50 al 90% la parte del capital del “Fondo de Garantía de los Depósitos” (unos 20.000 millones de pesos) para la compra de títulos del gobierno. El “seguro” de depósitos bancarios termina así cubriendo el rojo fiscal. Igual que los fondos jubilatorios.

Las imágenes del naufragio son visibles hasta en las tandas del “Fútbol para Todos”. El Banco Central empezó a publicitar allí sus nuevas disposiciones de tasas de interés bancarias mínimas, cercanas al 26 % anual para depósitos a 180 o más días, señal inequívoca de que está desesperado por evitar que la gente retire el dinero de los bancos.

Es lógico que el BCRA se preocupe por eso. Tiene conocimiento de autor de la cantidad de dinero que viene emitiendo para financiar a un gobierno insaciable. Sobre esa insaciabilidad basta decir que el fisco K recauda por día más de lo que recaudaba por mes en junio de 2003, primer mes completo de gobierno de Néstor Kirchner. Y no le alcanza. El déficit fiscal de este año superará los 300.000 millones de pesos (esto es, más de 3.000 millones de billetes de cien; por algo Boudou buscó quedarse con la máquina de fabricarlos). En cuanto a la emisión, en julio viajó al 46 % anual, y acelerando.

Para evitar que ese combustible avive aún más el fuego inflacionario el gobierno, a través de la Tesorería y del Banco Central, se dedicó a colocar bonos (absorbiendo pesos, pero endeudándose cada vez más) y ahora tienta a la gente a inmovilizar dinero en los bancos (aunque, esquizofrénico, de otro lado promueva el ‘consuma hoy, pague mañana’ del “Ahora 12”). Y la tienta, repetimos, con una tasa de interés que casi duplica la mentirosa inflación “oficial”.

Son bolsas de arena en las puertas de la ciudadela asediada por las aguas, intentos de vaciar a baldazos un bote agujereado. Algunos de los intentos son admisiones vergonzantes, como la colocación de Bonad, un bono “atado al dólar” que Economía lanza mientras se escriben estas líneas, para hacerse del equivalente en pesos de 500 millones de dólares dejándole al próximo gobierno el vencimiento, en febrero de 2017, de esa misma suma, por lo que el dólar valga entonces.

Como empezó

La “década ganada” termina así como empezó, volviéndose en verdad una “década palíndromo”, como la llamó el economista Eduardo Levy Yeyati, en la que fuimos “del corralito al desendeudamiento al corralito, de la recesión a las tasas chinas a la recesión, del descenso de Videla al ascenso de Milani”.

Una “década” de más de doce años en la que la economía argentina (siempre “en emergencia”) creció al principio tirada por los buenos precios de la soja, sostenida a su vez por la voracidad de más de mil millones de chanchos chinos (sí, el rodeo porcino es el principal destino de nuestras ventas sojeras a China) y disfrutó el alivio de recortar su deuda externa en default en más de dos tercios, para luego volver a aumentar sistemáticamente su deuda pública y caer de nuevo en un default con más ingredientes judiciales que financieros.

Una década en la que al gobierno no sólo se le escapó la proverbial tortuga, sino incluso una Vaca Muerta. Con el precio del petróleo cerca de 40 dólares el barril, el manotazo que dio en abril de 2012, cuando expropió la mayoría de Repsol en YPF pensando hacer un gran negocio con el botín de los “hidrocarburnos no convencionales” escondidos en las profundidades de una portentosa formación geológica, se le volvió una apuesta de final incierto. Después de años de derrochar recursos con energía barata y subsidiada mientras el precio mundial del petróleo volaba, ahora el gobierno persiste en ir a contramano: ahora la YPF Nac&Pop sube cinco veces en siete meses el precio de los combustibles cuando el petróleo cae a menos de un tercio del pico que alcanzó en 2008.

Allí donde hacían falta visión de largo plazo, tecnología e inversiones, el gobierno montó una timba inmobiliaria con las cartas marcadas a favor del amigopolio K, como cuenta Alejandro Bianchi en “Argentina Saudita”, su exhaustiva investigación de la políti-K energéti-K y la Vaca que el gobierno buscó ordeñar con más ansiedad que conocimiento.

A la larga, tal vez sea para mejor que el país deje de cifrar su futuro en el extractivismo rentista y se plantee el desarrollo más como una apuesta a la educación y a la creación, sin simplificaciones mentirosas como las de la “industrialización” a toda costa. En su libro “PorVenir”, Levy Yeyati invita a resistir el desánimo y la bronca. “La Argentina está saturada de prejuicios, abrumada de presente y de pasado, de coyuntura y cuentas pendientes”, señala. El país no está condenado al éxito, pero tampoco está condenado al fracaso, explica. El futuro es mejor verlo como una responsabilidad y una oportunidad creadora.

Sólo así, las últimas imágenes de este naufragio serán la previa de una recuperación que no nos lleve otra vez al principio.