PUBLICAN LIBRO SOBRE LA BIBLIOTECA POPULAR VIGIL

“Una organización inédita decidida a la transformación social”

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Natalia García, la autora.

 

Estanislao Giménez Corte

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La Biblioteca Vigil (Rosario) fue una “organización popular de vanguardia” vinculada a una serie de actividades que van de lo cultural a la construcción de viviendas, intervenida en 1977. Puede verse como un caso más, con sus (muchas) particularidades, de iniciativas, emprendimientos, proyectos y desarrollos interrumpidos por la Dictadura y que, increíblemente después de tantos años, esperaba, hasta hace muy poco, una suerte de compensación de la historia. En estos momentos y desde el año pasado, el servicio de biblioteca, talleres de teatro, plásticas, circo y el mismo teatro están en pleno funcionamiento. Ya está a la venta la primera rifa y se publicó el primer libro de la editorial. Recientemente, además, se desarrolló en la ciudad del sur provincial un acto de “Señalización de la Biblioteca como lugar de Memoria del Terrorismo de Estado”. Natalia García es Prof. en Ciencias de la Educación (UNR) y doctora en Educación (UNER). Es investigadora y docente (UNR) y acaba de publicar y de presentar “El caso Vigil. Historia sociocultural política y educativa de la Biblioteca Vigil (1933-1981)”. Dialogamos con la autora.

—En el origen de tu investigación se mezclaron de alguna forma lo emotivo y lo académico ¿cómo hiciste para “salir del enamoramiento” del caso y desarrollar una investigación acorde al doctorado? O, bien ¿cómo pasaste de “un estado de indulgencia a uno de fidelidad de la historia” (como vos misma referiste)?

—Esa tensión entre emotividad y disciplina académica estuvo decididamente en sus comienzos, pero nunca se esfumó del todo. En verdad, era necesario reconocer las emociones que se disparaban pero también sensibilizar lo académico. Las memorias y sus huellas dolorosas y felices estaban en sus protagonistas que militaban una reparación histórica; paradójicamente, el olvido y las desmemorias no sólo se tejían desde la impunidad sino desde los propios claustros universitarios. Yo integraba ambos espacios y la investigación podía volverse un puente vital. Eso tenía un precio: olvidar la novela institucional, “faltarle el respeto” y alejar la empatía traumática ante tanto despojo. Lo interesante fue el efecto final: porque dejar caer los “mitos”, tensionar su trama política, advertir sus contradicciones, yerros y toda la humanidad que habita en una institución que alcanza tamaños logros, no hizo otra cosa que valorar aún más su experiencia histórica; ver sus grises fue echar luz a toda su grandeza.

—¿Considerás que el caso Vigil estaba “invisibilizado” o que, por diversos motivos, no se conocía, incluso para profesionales de tu área?, ¿Por qué creés que sucedió eso? ¿Qué viste en esa asamblea de 2004 que despertó tu interés?

—Nunca entendí del todo el silencio académico en torno del caso. En la facultad revisamos todo tipo de experiencias pedagógicas lejanas que, por diversas y legítimas razones, destacaban en el tiempo. No creo que se trate de algo en particular, sino de ciertas lógicas de pensamiento y prácticas que restan importancia a la historia local; a lo cercano en general. Precisamente, aquella Asamblea me acercó una historia desconocida que asimismo me recordó una repetida sensación “derrotista” que quedaba flotando en las aulas tras estudiar aquellas exóticas experiencias pedagógicas; cierta idea de que aquí no era posible. Eso despertó mi interés; en una barriada marginal había existido una organización inédita decidida a la transformación social que merecía ser estudiada en profundidad.

—¿Cómo se puede describir en términos generales la obra colectiva de la Vigil? ¿como un proyecto pedagógico, como una “organización popular de vanguardia” -que incluso arrojaba excedentes en el ejercicio contable- y que podía verse como amenazante?

—Biblioteca Vigil no se propuso ser un megaproyecto vanguardista... eso es lo más interesante. En principio, creo que cabe definirla como un complejo social, cultural y educativo de proporciones únicas en la Argentina y América Latina. Nació de unas humildes prácticas altruistas “del tiempo libre” y se volvió una entidad mutual de sólido capital financiero y patrimonial que requirió de sus dirigentes una dedicación completa. Ello, en función de su afamada rifa “pagadera en cuotas”. Aquí hay que considerar que desde mediados de la década del ‘60 esta rifa o bonos comienza a venderse en muchas provincias argentinas arrojando ingresos mensuales millonarios que demandaban más de 3.000 vendedores y 500 cobradores sumando incluso un inédito sistema computadorizado; las IBM 360 que sólo empresas como el frigorífico Swift tenía por entonces. El punto es que tamaña capacidad de autofinanciamiento se volcó a los sectores populares; a su empoderamiento y democratización en el acceso de bienes culturales que sólo se hallaban en circuitos fuertemente arancelados y nunca en las barriadas. Eso fue lo amenazante para diferentes sectores del poder eclesiástico, político y empresarial mucho antes de la intervención de 1977.

—¿Cómo y por qué se interviene en 1977? ¿Cómo se puede comprender y explicar ello?

—Vigil quedó atrapada en una coyuntura político-económica que funcionó como chivo expiatorio para aniquilarla. Por un lado, hacia el segundo semestre de 1974, el gobierno de Isabel Martínez de Perón intentó controlar la inflación impidiendo la suba de precios. Algunos sectores respondieron con la paralización total de entrega de mercaderías desabasteciendo a la entidad de los bienes destinados a premios ya contratados (autos, viajes, electrodomésticos de lujo, etc.). Al año siguiente, todo recrudeció con el “Rodrigazo”; la dramática devaluación se manifestó en una caída de las ventas de bonos en más de un 70%, en tanto el programa de sorteos no podía frenarse por expresas normas legales. Así, por primera vez en más de quince años de pujante desarrollo, la Vigil arrojaba un pasivo irrefrenable. Ya sobre 1976, y en medio de amenazas y atentados con bombas en reiteradas oportunidades, algunos ganadores de premios iniciaron demandas legales; en realidad una veintena entre cientos que supieron comprender la situación. Pero esto fue suficiente y oportuno para que se decretara una “normalización financiera” desde el gobierno de facto provincial y nacional. Ese 25 de febrero de 1977 llegó la “patota de Feced” no sólo con armas sino acompañado de civiles contadores, abogados y escribanos que requisaron capilarmente toda la institución. La Vigil quedó a cargo de la Marina. Esa etapa duró unos cuarenta días y fue exitosa “hacia afuera” haciendo saber a la ciudadanía que sólo se “regularizarían las finanzas” como lo titulaban los diarios. Pero hacia dentro, la intervención no encontró prueba alguna de malversación de fondos de la Comisión Directiva ni actividades de “subversión” como describían los servicios de inteligencia ya desde 1968. La carátula pasó entonces a una “intervención liquidadora” a manos del Ejército, al tiempo de ocho dirigentes eran secuestrados y desaparecidos en la madrugada del 10 de mayo de 1977. En adelante, el saqueo fue dantesco.

“Una organización inédita decidida a la transformación social”

Textuales

-EL TIEMPO TRANSCURRIDO: (...) la democracia no llegó a la Vigil sino décadas después. La destrucción de su patrimonio y los crímenes cometidos contra las personas fueron obra de la dictadura, pero continuaron en la desidia e incluso impunidad de la democracia (...) La entrega de los inmuebles recién se concretó en diciembre del año 2013”

-¿GENOCIDIO CULTURAL?: “Yo me tomo esa “atribución teórica” que no tiene todavía posibilidades jurídicas. Creo que es la figura que mejor expresa lo sucedido en la Vigil. Un proceso criminal destinado a borrar las enormes capacidades de un colectivo blanco del terrorismo de Estado; una población que se extendía mucho más allá de los 20.000 socios que la sostenían (...) No creo que exista un concepto que le haga más justicia a este caso, aun cuando la Justicia argentina aun no contemple esta mirada”.

-EL TRABAJO SOBRE LAS FUENTES: “Sin dudas las fuentes documentales primarias dieron espesura al estudio; fuentes que se buscaron y rebuscaron “apasionadamente” para no repetir un relato “enamorado” y novelado. El encuentro de tantos y tan importantes archivos puso fin al potente imaginario de una destrucción total e irreparable; aquello que siempre escuchaba “nada quedó, ni sobrevivió””