Espacio para el psicoanálisis

“No hay relación sexual”

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Collage de Max Ernst.

 

Por Luciano Lutereau (*)

Es un lugar común en el psicoanálisis de nuestro tiempo afirmar que “no hay relación sexual”. Sin embargo, nunca queda del todo claro el sentido de esta afirmación y, mucho menos, su alcance clínico.

Suele considerarse que este enunciado remite la falta de complementariedad entre los sexos, a la pérdida de objeto que caracteriza a la pulsión, al agujero en la estructura, etc. Podría decirse que estas acepciones son adecuadas, pero no quedaría esclarecido el motivo de recurrir a una formulación tan compleja para decir algo tan simple o que puede decirse de otro modo menos aforístico.

“No hay relación sexual” es un aforismo, sin duda. Nadie esperaría de un aforismo que sea inequívoco. Sí que sea intensivo y que incluso contradiga el sentido común. De este modo, una primera manera de pensar esta célebre afirmación podría ser a partir de las consecuencias que implica el descubrimiento freudiano de la pulsión parcial, que llevó a Lacan a sostener el carácter “a-sexual” del objeto libidinal. Por lo tanto, ¡la sexualidad descubierta por Freud no incluiría el sexo! Dicho de otra manera, no hay nada en la sexualidad que produzca la diferencia entre hombre y mujer.

Ahora bien, ¿cómo se articulan entonces sexo e inconsciente? “Fase fálica” es la respuesta freudiana conocida por todos. En Lacan, el falo también es un intento de solución, pero destinado a demostrar el fracaso de la genitalidad (en la medida en que las pulsiones no se sintetizan en una unidad). Sin embargo, no porque falte la integridad (o la integración de las pulsiones) deja de existir un goce que no se confunde con el masturbatorio. He aquí un punto al que los lacanianos casi no prestamos atención: para decirlo con un título de W. Reich, me refiero a la “función el orgasmo”.

En Lacan, encontramos pasajes muy precisos sobre esta cuestión. Se ocupa con interés del tema en el seminario La angustia (en relación a la “pequeña muerte”), pero es en el Aun que hace una observación capital: el goce de la masturbación defrauda respecto del encuentro de los cuerpos; es decir, si bien es cierto que en el encuentro con otro cuerpo el hombre se satisface con su órgano (goza de su falo), sin embargo hay (¡hay!) una diferencia entre masturbarse y copular. Por lo tanto, ¿cómo pensar este lugar para el orgasmo en la clínica lacaniana?

Colette Soler se refiere a esta cuestión en los siguientes términos: “La falta de proporción sexual no excluye el éxito del acto, al contrario, el éxito del acto quiere decir un acto que va hasta el orgasmo”. Y, por cierto, podríamos proponer modos discretos de respuesta subjetiva ante ese goce exitoso. Hay sujetos que lloran y gozan del balbuceo, otros que fuman, otros que piensan en una canción o la lista de tareas que tienen que realizar en la semana, en fin, al goce logrado responden otras formas parciales de gozar.

Este goce después del goce es un modo de anticipar que la relación sexual que no hay es la que podría cancelar esta imposición de la parcialidad en el encuentro con el Otro. Por lo demás, la detumescencia del órgano es la mejor demostración de que al “hacer el amor” se corrobora una separación respecto del otro. Y, en última instancia, en el orgasmo es donde mejor se verifica el interruptus de la relación con el Otro. He aquí el sentido de afirmar “No hay relación sexual” entre psicoanalistas.

(*) Doctor en Filosofía y Magíster en Psicoanálisis por la Universidad de Buenos Aires, donde trabaja como docente e investigador. Autor de varios libros, entre ellos: “Los usos del juego”, “Celos y envidia. Dos pasiones del ser hablante” y “La verdad del amo”.