Eruca Sativa en el Luna Park

Amor presente

Amor presente

  • El saludo final, con las caras del trío amplificadas en las pantallas: la comunión última de los artistas con su público.

Foto: Gentileza Elías Méndez

 

Ignacio Andrés Amarillo

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En realidad, ya antes del show en el Luna Park el sábado, los integrantes de Eruca Sativa y su staff más cercano sabían que habían dado un salto. Tras el logro artístico del CD/DVD en vivo y gira de “Huellas Digitales”, supieron capitalizar el parate que significó la maternidad de sus dos integrantes femeninas. Hacia adentro, porque empezaron a cranear lo que será la nueva etapa del grupo, arrancando con la canción “Nada salvaje”, coproducida junto a los “Santaolalla boys” Adrián Sosa y Aníbal Kerpel, de reciente difusión. Hacia afuera, porque empezaron a notar otras formas de la fama: especialmente en el caso de la cantante y guitarrista Lula Bertoldi, que se movió entre la viralización de una protesta por un corte de luz a salir a ser entrevistada por la revista “Ser padres hoy” (lo que se dice una publicación fuera del circuito rockero).

Pero la declaración más palmaria es el hecho de la expectativa que generó este regreso, y el desembarco a un escenario tan destacado, tanto para la prensa como para esos fans que llegaron por centenares de todo el país, algunos con la tonada de esa Córdoba que los vio nacer y desarrollarse. La cita era para las 21, pero largo rato antes la otrora catedral boxística comenzó a poblarse, mostrando la impactante puesta escenotécnica: escenario con pasarelas laterales y una estructura en altura con la batería en su primer nivel, en el estilo de las comedias musicales modernas, pero con pantallas de LED detrás de cada integrante y unidas abajo, como un tridente de luz.

Apertura

Un rato después de la hora fijada, y ante el grito de “Eruca, Eruca”, salieron dos figuras encapuchadas a tocar sobre unos toms en el segundo piso, mientras una silueta conocida se acomodaba en la batería. Una llamada morse (la sonoridad electrónica es parte de la nueva etapa) llamó al arranque. Y ahí aparecieron en pleno, como guerreros de una película postapocalíptica, Lula Bertoldi (jopo, traje de piloto sin una manga y botas con hebillas), Brenda Martin (jaquet, calzas y polainas sobre los borcegos) y Gabriel Pedernera (chaleco de tropa antimotines, con hombreras rígidas y presillas). Con “Fuera o más allá” despertaron una marea humana difícil de contener, que siguió saltando en “Paraíso en retro”.

“¡Buenas noches, Luna!”, vociferó la cantante sunchalense, “qué emoción estar de vuelta, así: esta noche no se va a borrar nunca de nuestros corazones”, mientras la gente pedía más volumen. “El genio de la nada” trajo de regreso la intensidad y la rítmica sincopada, y “La carne” cayó como un huracán, para engancharse con un tema que supo traer satisfacciones en los comienzos: la particular versión del trío de “Eleanor Rigby”, de The Beatles, con su variedad de climas.

Rupturas

Tanta energía no fue en vano, y provocó la ruptura de la valla delantera en algún punto, por lo que hubo que esperar que unos señores la arreglaran a martillazo limpio. “Espero que este momento sea un viaje placentero para ustedes, así lo disfrutamos todos”, sostuvo la bajista, con su tonada mediterránea. “Cuando era chiquito (o no tan chiquito), difícilmente hubiera soñado con decir esto: Buenas noches, Luna Park”, comentó el baterista, que mató el tiempo con un solo, seguido por uno de Brenda, del que en seco salieron hacia “Quemás” y “Desátalo”.

“Eco” tuvo obviamente coros, y de a poco fue bajando un poco la intensidad, junto a “No pueden”, que volvió al setlist serpenteando sobre las fintas del bajo de Martin, con el rap de Gabriel; hasta llegar a un nuevo destino. Otro mensaje empezó a transmitirse, y sobre la pantalla transversal se pudo leer: “Hay que activar el corazón”. Un corazón empezó a latir sobre la batería, fondo para “Corazón delator”, la versión que gestaron para un homenaje a Gustavo Cerati en la Televisión Pública (siempre alguien se destaca en esos proyectos). Por supuesto, hubo algún cántico de “Gustavo, Gustavo”.

Ahí las chicas subieron a los laterales de la batería para un segmento “huellasdigitalero”, con guitarra acústica, bajo fretless y pads y bases electrónicas: “Mi apuesta” y “Tu trampa” ampliaron la paleta rítmica y tímbrica.

Abrazos

La electricidad fue volviendo en canciones de tempo más lento como “Real ficción”, “Tanto tiempo” y “Guitarras de cartón”, con buenos vuelos guitarrísticos, hasta explotar en la etérea melodía de “Cuánto costará”. “Antes que vuelva a caer” siguió en esa línea, antes de que Gabriel tocara la acústica y las muchachas cruzaran lugares para arrancar con “Amor ausente”, ese tema que no compusieron pero que los reunió y los resume a nivel artístico (y más allá): la multitud cantó tanto como el bajo de la chica de sonrisa ancha y pelo sobre los ojos claros, y vivó todos los climas que aúna la folclórica canción.

De ahí saltaron al otro extremo, de cabeza a la flamante “Nada salvaje”, con su arranque electrónico, su segmento de dubstep e imágenes del videoclip retrofuturista, enganchada con “El límite”: ahí Lula empezó con uno de sus scats rítmimos, portando una cámara GoPro con la que enfocó su rostro, al público y los solos de sus compañeros. “Ustedes son nuestros ojos y nuestros oídos. Gracias por esta noche increíble: es maravilloso tenerlos acá”, dijo la del jopito, antes de atacar “El balcón” y devolverle la electricidad a “Para que sigamos siendo” (después de la versión sinfónica de “Huellas Digitales”).

El segmento final no dio respiro, con la pura energía eruquera de “Agujas”, “Queloquepasa” y “Desdobla”, hasta estallar nuevamente en “Magoo”. Ahí sí fue el momento de respirar, especialmente para los artistas, que tiraron púas, baquetas y besos, pero fundamentalmente se abrazaron entre ellos y (simbólicamente) con su público: un gesto de amor presente, y de una nueva prueba superada en su carrera.