editorial

  • La Policía Federal desarticuló en Rosario un taller textil clandestino. Vivían y trabajaban en condiciones infrahumanas.

Trabajo esclavo

Las evidencias son concluyentes y demuestran hasta qué punto algunas de las más importantes empresas dedicadas a la venta de ropa sostienen sus ganancias gracias a la explotación de personas desesperadas.

Desde hace años, distintas organizaciones no gubernamentales vienen denunciando la situación. Sobre todo, en la ciudad de Buenos Aires, donde los talleres textiles clandestinos proliferan. En gran parte de los casos, lo hacen ante la pasiva mirada de las autoridades o, incluso, gracias a la connivencia con aquéllos que deberían controlar.

Días atrás, en la ciudad de Rosario, la Policía Federal realizó un procedimiento en un domicilio particular donde desarticuló un taller con estas características. Un matrimonio de bolivianos explotaba laboralmente a nueve personas de la misma nacionalidad. Entre ellas, dos embarazadas y tres niños.

Quienes pudieron observar el lugar donde vivían y trabajaban coinciden en que subsistían en condiciones infrahumanas. Por cada hora de trabajo, los explotadores les pagaban 7 pesos. Tenían salidas restringidas y vigiladas, y carecían de la posibilidad de acceder a la calle de manera directa.

La ropa producida en este domicilio de Rosario no tenía como destino las ferias populares, sino que estaba destinada a proveer a marcas reconocidas. No es la primera vez que sucede.

Cuando se habla del delito de trata de personas se suelen circunscribir los hechos a la explotación sexual. Sin embargo, esto representa un error, ya que gran parte de los casos se vinculan con trabajo esclavo o reducción a la servidumbre. Los niños, suelen ser víctimas silenciosas.

En Buenos Aires, a mediados de este año, la ONG La Alameda dio a conocer un listado de 155 probables talleres textiles clandestinos. Según cifras de la Cámara Industrial Argentina de Indumentaria, el trabajo esclavo que alimenta este millonario circuito clandestino mueve más de 700 millones de dólares al año, sólo en la Capital Federal y el conurbano bonaerense.

Quienes investigan este fenómeno, explican que en las décadas de los ochenta y noventa comenzaron a reproducirse estos talleres, pero se trataba de una metodología marginal dedicada a la falsificación de ropa de primeras marcas. Sin embargo, la realidad cambió durante los últimos años, cuando se convirtieron en un problema sistémico y la mano de obra esclava terminó produciendo vestimenta para las marcas de primera línea.

La problemática hizo eclosión a partir del 29 de marzo de 2006, cuando seis ciudadanos bolivianos -una mujer, un adolescente y cuatro niños- perdieron sus vidas en el incendio de un taller ubicado en el barrio porteño de Caballito. A partir de entonces, los casos comenzaron a multiplicarse.

Hace sólo cinco meses, dos niños de 7 y 10 años murieron durante el incendio de una casa del barrio porteño de Flores en la que funcionaba un taller textil clandestino desde hacía varios años. A pesar de las tragedias, el problema persiste. Y en la mayoría de los casos, los explotados son trabajadores bolivianos -también algunos peruanos- que llegan a la Argentina engañados por la promesa de un trabajo digno al que nunca acceden.

El caso detectado en Rosario es una clara muestra de que ya no se trata de un problema circunscripto a la Capital Federal y el Gran Buenos Aires. Y aunque se trate de un delito federal, el Estado provincial y las autoridades municipales -especialmente de las grandes ciudades- deberán seguir este asunto con suma atención.

Un matrimonio de bolivianos explotaba laboralmente a nueve personas de la misma nacionalidad. Entre ellas, dos embarazadas y tres niños.