Mañana, en el Centro Cultural Provincial

Una resistencia constructiva

  • Agarrate Catalina llega con “Un día de Julio”, un espectáculo fuera de concurso, con mayor extensión y riqueza expresiva. En la entrevista, Tabaré Cardozo habla sobre cómo se gestó.
Una resistencia constructiva

Julio, el protagonista del “cuento”, un genio encerrado en su casa que enfrenta al sistema arreglando objetos que la sociedad de consumo desecha.

Foto: Gentileza producción/Rodrigo López

 

Ignacio Andrés Amarillo

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Mañana desde las 21, en el Centro Cultural Provincial Paco Urondo (Junín 2457) la murga uruguaya Agarrate Catalina presentará su nuevo espectáculo, “Un día de Julio”, donde expanden en el género en tiempo y recursos expresivos. Las entradas se consiguen en la boletería de la sala o en Internet, por Ticketway.

Genio anacoreta

El Litoral conversó con Tabaré Cardozo, director musical y (junto a su hermano Yamandú) uno de los cerebros creativos del grupo.

—¿En qué consiste el espectáculo?

—El protagonista se llama Julio, y además la acción se desarrolla durante un día y una noche del mes de julio, jugando con las palabras. Se trata de una crónica de la vida de este hombre que es un agorafóbico que no salió nunca de su casa y no quiere salir. Es un acumulador de objetos, que además es un genio, fue educado en una casa antigua por una familia de mucha plata que se vino a menos, quedó con su mamá vieja en un caserón que se está cayendo a pedazos. De niño tuvo una educación muy buena, porque muchos profesores lo educaban a domicilio.

Se transformó en una especie de genio anacoreta, y arregla objetos que la sociedad de consumo desecha, para contrarrestar al sistema.

—Es como una lucha contra la obsolescencia programada...

—Entre otras cosas sí: hay un bloque que habla de la obsolescencia programada y la percibida, y las cosas diseñadas para que se rompan en esa rueda de consumo. Él empieza de manera fortuita y después se convierte en un ícono a nivel nacional y luego regional.

Proceso creativo

—¿Cómo salió la idea y cómo tomó forma?

—Tenemos (Yamandú y yo) un mecanismo de nunca tirar una idea: siempre que se nos ocurre algo, guardarlo y dejarlo en fragua. A veces pasan años y esa idea sigue ahí, después se retoma. Éste es el caso de una idea que habíamos tenido hace unos cuantos años, después nos decidimos por hacer el espectáculo “Gente común”, en 2011, pero dentro del formato de espectáculo que plantea el reglamento del concurso del Carnaval es muy difícil contar un cuento con su planteo, su desarrollo, su arco dramático y su desenlace: en 45 minutos es muy poco tiempo y reglamentariamente no podés hablar mucho, tenés que cantar.

Ahora, como se nos planteó la posibilidad de hacer algo por fuera del concurso, tuvimos otras libertades y decidimos retomar esa idea.

—Además de un gran vestuario, que ya vienen usando, acá hay pantallas. ¿Hay una necesidad de expandir los recursos expresivos del género?

—Sí, creo que se dio de esta manera: tal vez no es deliberado el hecho de transformar el formato. Lo que pasó es que, como nos enfrentamos a estas libertades, a la hora de crear el espectáculo pudimos expandir los horizontes en forma espontánea. Pretendíamos escribir una murga, pero el espectáculo creció para otros lugares, y tiene otros lenguajes: audiovisuales, cosas interactivas con testimonios de otras personas, otro tipo de orquestación. Pero un 80 por ciento sigue siendo un espectáculo murguero.

Originalidad

—Una de las cosas que distinguió a la Catalina (junto con otros exponentes de la por entonces Murga Joven) fue la innovación musical, incorporando los lenguajes y las canciones de nuestro tiempo. ¿Cómo se trabajó esta vez?

—Creo que cada murga en su tiempo ha hecho más o menos lo mismo: más allá de que sea murga joven o clásica, siempre se nutrió de la música de su momento, coyuntural. La murga es como una crónica del momento actual; entonces es lógico que las murgas de 1930 se basaran en pasodobles y tangos, que era lo que se escuchaba en ese momento. La música de cada década acompasó el devenir de cada época.

Nosotros entramos dentro del movimiento de murga joven cuando empezamos; hoy somos gente de 35, 40 años, técnicamente el límite de murga joven es 35 años, así que hay muchos que ya no entramos. Pero de cualquier manera somos gente que se crió con otras influencias musicales: somos hijos del rock and roll; sin embargo, nos gusta mucho el tango y el folclore, y escuchamos murgas antiguas.

Musicalmente la gran innovación que ha hecho el género murga (más allá de nosotros puntualmente) en los últimos años es la inclusión de músicas inéditas, no sólo de la ya preexistente, que es muy importante porque define el género, sino -y sobre todo- para trabajar la ironía en una canción que habla de determinado tema. Eso se sigue haciendo y se seguirá haciendo siempre, mientras no entre en la ilegalidad y los derechos se paguen, creo que es una cosa divertida. Pero también empezamos a componer músicas inéditas para el espectáculo y creo que es una de las cosas más aceptadas y más utilizadas: no somos nosotros solos.

—Y en “Un día de Julio”, ¿cuánto hay de cada una?

—Quizás haya un 65 por ciento de música inédita y el resto de preexistente. Pasa que es un espectáculo largo y hay mucho cuplé, mucha parte cómica, y ahí se precisa la preexistente. En 2011 hicimos un espectáculo de 45 minutos que fue el primero enteramente inédito, y ganó el concurso, fue “Gente común”.

Este año la presentación y la retirada son mías, y de los siete cuplés hay tres con música inédita y en los otros cuatro es música preexistente con fragmentos inéditos. Es mucho más largo que el habitual, estamos hablando de más del doble: dura una hora y 50 minutos.