editorial

  • Durante toda una década, el ex agente secreto cumplió órdenes de los Kirchner.

Jaime Stiuso, el hijo que el kirchnerismo niega

El día que Néstor Kirchner se encontró ante la encrucijada de decidir entre su ministro de Justicia, Gustavo Béliz, o su espía favorito, Jaime Stiuso, no mostró ninguna duda. Fue el 23 de julio de 2004, cuando Béliz advirtió al entonces presidente de la Nación sobre las maniobras ilegales que venía realizando el director de Operaciones de la Side.

Stiuso no sólo permaneció en su cargo, sino que además fue ungido por el ex presidente con la delicada responsabilidad de colaborar con el hombre designado al frente de la Unidad Fiscal Amia: Alberto Nisman.

Para Béliz, en cambio, se inició un derrotero que comenzó con su renuncia al puesto de ministro, continuó con su forzado exilio a los Estados Unidos y su interminable calvario por los distintos estamentos de la Justicia. De hecho, hace apenas un par de semanas que la Corte Suprema falló a su favor y cerró definitivamente la causa que se le iniciara por haber develado en televisión el rostro del intocable Stiuso.

Frente a este cúmulo de antecedentes, sólo resta concluir que si Jaime Stiuso es realmente esa suerte de monstruo que el gobierno describe -incluso ante Naciones Unidas- se trata de un engendro creado por el kirchnerismo.

Párrafo aparte merece el último discurso de Cristina Fernández en la ONU. Fue, lisa y llanamente, la más pobre de sus exposiciones, ya que la mandataria argentina desperdició un estrado tan importante para hablar de cuestiones domésticas que -salvo contadas excepciones- el resto de los presentes desconocía.

Fiel a su costumbre, la presidente terminó construyendo una nueva y particular teoría conspirativa, en la que acusó al gobierno de los Estados Unidos de estar protegiendo al hombre que, a lo largo de toda una década, trabajó para el kirchnerismo.

De hecho, fueron Néstor y Cristina -al menos hasta hace poco más de un año- quienes utilizaron a Stiuso para espiar y perseguir a todo aquel que se atrevió a interponerse a sus intereses: políticos opositores, periodistas, empresarios, líderes de opinión. Nadie estuvo a salvo en la Argentina de esa verdadera maquinaria secreta destinada a confeccionar las famosas “carpetas” con información sensible.

Incluso se sospecha que el cardenal Jorge Bergoglio fue uno de los objetivos de la Side de Stiuso y compañía. Era otros tiempos en los que, para el kirchnerismo paranoico y con ansias de poder absoluto, este cura jesuita representaba un problema.

Cristina Fernández dijo ante la ONU que su gobierno citó al embajador norteamericano en la Argentina -Noah Mamet- para saber en qué calidad se encuentra este ex agente secreto en los Estados Unidos. Y es probable que existan circunstancias por las que el país del norte no esté interesado en entregar a Stiuso. Sin embargo, la presidente argentina sólo cuenta una parte de la historia.

No sólo evita hablar del apoyo que el kirchnerismo le brindó a este espía, sino que jamás explicó de qué manera fue posible que Stiuso abandonara el país luego de haber prestado declaración ante la Justicia por la muerte del fiscal Nisman.

Ahora se sabe que estuvo en Brasil y, desde allí, partió a los Estados Unidos. Si el kirchnerismo conocía cada movimiento de Stiuso y sabía de sus antecedentes, no se entiende cómo fue posible que se le permitiera cruzar la frontera.

Frente a lo que huele a falaz y patética sobreactuación política por parte de la presidente, bien podría sospecharse que a Stiuso lo dejaron partir a cambio de un acuerdo de silencio.

Un pacto que, de existir, el ex espía parece estar cumpliendo a la perfección.

Utilizaron a Stiuso para espiar y perseguir a todo aquel que se atrevió a interponerse a sus intereses.