Desde la esencia de este deporte

Una historia, miles de historias ...

Es apenas un caso, entre tantos otros, que no hace más que reafirmar que para el rugby jamás existieron diferencias de biotipo, ni de cualquier otra índole. Todos son bienvenidos...

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Bruno Vivas con su hermano menor Franco, junto al escudo de la institución que rápidamente los cobijó con muchísimo afecto, transformándose en escenario de muchos de los mejores momentos de su diario devenir.

Fotos: Gentileza Flia. Vivas

 

César Miño

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El origen de este relato data de hace casi dos años, cuando Bruno Vivas fue a una escuelita de fútbol junto a Franco, su hermanito menor, con el deseo de divertirse junto a niños de su edad, a través del deporte que él mismo eligió por aquellos días.

De la mano de su papá Alberto, llegaron con las ilusiones propias de criaturas que pensaban disfrutar a partir de una actividad tan sana como es el deporte infantil. Sin embargo, un par de semanas después, ambos expresaron a su padre que no querían ir más a esa actividad, por motivos que permanecieron celosamente guardados por ambos hermanitos... Hasta que por fin, el instinto maternal y paternal, sumado a la sabia insistencia, hicieron que surgiera la verdad: le habían dicho a Bruno, que por su contextura física, no era apto para practicar ese deporte.

* “No fue fácil superar una situación para la que no teníamos respuestas. La ayuda de mi esposa resultó fundamental, para que nuestros hijos y nosotros mismos pudiéramos sortearlas...”, recuerda el padre, con muestras evidentes de la tristeza que seguramente los habrá atrapado por aquellos días.

Sin embargo, después de algo más de un año, surgió algo que le cambió la vida a Bruno y a toda la familia Vivas: el rugby... “Fue a partir de dos amigos como Sergio Saux y César Bruschini, quienes los invitaron a que se sumen a los infantiles de CRAI...”, señala Alberto, esbozando su primera sonrisa de la entrevista.

Luego, rememora visiblemente emocionado: “Nunca olvidaré la manera en la que Bruno volvió de su primera práctica. Llegó pleno de felicidad, hablando de sus nuevos compañeros de la M8 de CRAI, quienes lo habían recibido como si se tratase de alguien que, como ellos, vienen jugando juntos desde la Escuelita del club”.

Más adelante, el emocionado padre expresa: “Agradezco desde lo más profundo de mi alma a Julio Tejerina (h) y a Juan Martín Doldán, quienes fueron el “motor” de esta maquinaria que en ese momento se puso en marcha. Actualmente, hago extensivo el mismo agradecimiento para Raúl Girolatto, Diego Audisio, Patricio Pascual, Nicolás Wainer y Dardo Cejas, los profes de la actual M9 de CRAI, que siguen mimando y enseñando a mi hijo a ser un buen compañero y a enseñarle los valores de este juego tan hermoso”.

Más adelante rescata cuestiones que van mucho más allá de lo eminentemente deportivo, precisando por ejemplo que Bruno evidencia mejoras sustanciales en cuestiones intrínsecas a su salud; que recibe apoyo nutricional y médico de la institución; y fundamentalmente, que la integración lograda con sus pares del club y de tantas otras instituciones con las que se relacionan habitualmente, constituyen elementos de un valor incalculable para el desarrollo pleno de una critatura de 9 años.

Agradeciéndole a El Litoral la oportunidad de dar a conocer esta historia, Alberto y su esposa reafirman aquello que desde siempre a formado parte de la esencia misma de este deporte: “para jugar al rugby no importa si un niño es gordo o flaco, alto o bajo, débil o fuerte... Solo se necesitan las ganas para comenzar a practicarlo...”.

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Menores de 9 años de CRAI. Bruno junto a los compañeros de la categoría, con los cuales aprende rápidamente a disfrutar de un deporte acostumbrado a generar acciones tan destacables.