llegan cartas

La deshumanización en el ejercicio de la medicina

CARMEN MIGNO DE OYARZÁBAL

LC. 2.983.049

“Más vale una esperanza que consuele que una verdad que ilumine”.

El epígrafe que encabeza esta nota tiene que ver directamente con el espíritu. Obvio, pertenece a Santo Tomás, pero lo asimilo al ejercicio de la medicina, pues reiteradas veces se dijo, tal vez sin profundizar en el aserto, que la vocación y el desempeño del médico son un verdadero sacerdocio: curación de los cuerpos y curación de las almas. Pero esto actualmente es letra muerta, salvo en los casos aislados, que también los hay, quizás como la excepción que justifica la regla. Y los profesionales inmersos en ella son objeto de reiteradas muestras de gratitud y afecto. Y está muy bien que así sea.

Una consulta médica se resuelve, mayoritariamente, en diez o quince minutos, y el “paciente” sale de allí con un desencanto, un vacío en el alma, un cúmulo de preguntas sin respuesta, porque ni siquiera fueron escuchadas, no interesa... El acoso de circunstancias adversas no existe, porque como persona, todo se reduce a un hígado, un hueso, los pulmones... “Habla usted o hablo yo”, me dijo no hace mucho tiempo un médico joven, que exhibe en su recetario pomposas maestrías en el exterior.

Mi interrogante es cómo podría hacerse un diagnóstico certero con sólo mirar velozmente un estudio sin un paneo verbal de las dolencias. Y así fue el resultado: nefastas infiltraciones que agudizaron el mal. Y comparo su actitud y aptitud con la de un profesional ya retirado, al que toda la ciudad le reconoce y agradece su eficiencia y su sentido humanitario: “Y... ¿cómo anda la madre...?”, “Y... doctor, morirse no se muere y matarla da no sé qué...”. Así transcurrió una partecita del diálogo que mantuvo con pacientes rurales que traían sus males a cuesta, pero el médico no retaceó interés hacia el entorno.

Es más que evidente que en gran proporción los médicos no van más allá de lo atinente a su profesión.

Ortega y Gasset, “El hombre y sus circunstancias”... Y éste, ¿quién es?... Cuánto bien les haría abrirse al mundo de la cultura, pero prefieren hacerlo al de “la ganadería”: las vacas rinden, y en un buen campo, mucho más. Y así vendrán los dólares y los viajes y el cambio del automóvil y la casa. Muchas veces lo dije y no me cansaré de repetirlo: ningún título ni cargo dignifican a la persona. La dignidad no se consigue yendo por el camino errado de la ambición, sino volviendo a lo que dejó de ser moneda corriente: la contención, la asistencia, el sentido humanitario y todo eso, va de suyo, con el sello de la idoneidad.

Otrosí, digo parafraseando a José Zorrilla (poeta español): “Y por si acaso, lector, dijeres ser comento, como lo he vivido te lo cuento”.