A las vueltas

A las vueltas

¿En qué vuelta se acuesta el perro? Es una vieja y ancestral pregunta para tratar de enganchar a alguien que no sepa que es, indudablemente, en la última. De ahí a la palabra y concepto de vueltero hay un paso, o unos cuantos pasos -en redondo- si quieren. No doy más vueltas y escribo lo que escribo. Y si no te gusta, date vuelta.

 

TEXTO. NÉSTOR FENOGLIO. ([email protected]). DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI ([email protected]).

Hay quienes, a pura observación de su propio can, sostienen que la vuelta en que se acuestan o echan es la tercera, la quinta, la séptima. No suelen nombrar vueltas pares. Hay quienes aseguran que han tabulado las vueltas de varios perros (ustedes saben que el ser humano es capaz de estudiar y medir las cosas más increíbles, también las vueltas del perro...) y que el supuesto estudio daría un supuesto promedio de dos vueltas y media. Gente capaz de afirmar eso es muy vueltera: ya la complica con las fracciones, cuando la vida de todos, humanos y canes, debería ser infinitamente más sencilla y directa.

Hay quienes aseguran también que este comportamiento de nuestros pichichos es una herencia atávica del primitivo lobo, que giraba sobre sí para emprolijar el lugar donde se echaría a torrar una siestita y a la vez para espantar alimañas y objetos o seres molestos (y nosotros hacemos más o menos lo mismo; y está muy mal que consideres siquiera que tu pareja es un objeto o ser molesto); otros señalan que esos giros permiten también al animal ir encontrando la forma (“enroscada”) en que finalmente reposarán.

La expresión se extendió, entonces, decía, para afirmar que alguien es vueltero. Los tipos vuelteros son precavidos, pueden presentarse también como dubitativos, van y vienen, cavilan, le buscan los pro (los que votaron ese partido) y los contra (parecen ser los mismos del pro, vaya contradicción) de cada cosa. Quiero pensar que no soy vueltero, que soy más directo y ejecutivo, más llano y simple, aunque en la práctica todos en algún momento somos (un poco) vuelteros.

Hay vuelteros institucionales (ya son así para todo), ocasionales (de vez en cuando son vuelteros), sustantivos (son vuelteros para las cosas importantes), coyunturales (lo son para cosas cotidianas, para las nimiedades), intuitivos (de pronto, ante un tema que surge, les nace ser vuelteros), racionales (piensan en qué momento y temas pueden ser vuelteros).

En defensa de los vuelteros, hay que señalar que matizan y sazonan los actos humanos y hasta permiten que, animales con raciocinio, analicemos siquiera un poco lo que hacemos o no. Pero está claro que la humanidad y los vuelteros necesitan a los directos, a los que toman decisiones, a los que van para adelante, o para el costado o incluso para atrás, pero que no dan vueltas. Esos pueden provocar catástrofes, pero son los revulsivos mediante los cuales evolucionamos. De los vuelteros se suelde decir que son reflexivos, de los segundos que son hombres de acción. Ambos son necesarios, ambos pueden convivir en una misma persona. El problema son los porcentajes de la mezcla. Es jodido tener una persona ochenta por ciento vueltera y veinte por ciento directa o proactiva. Y la mezcla contraria también es peligrosa: un tipo con noventa por ciento de actuación y sólo un ínfimo porcentaje vueltero puede hacer un kilombo importante de impredecibles consecuencias, que darán material constitutivo para que los vuelteros analicen una y otra vez los motivos de ese accionar tan irreflexivo como terminante.

También surge de nuestra mascota la expresión “la vuelta del perro”. En efecto, puede decirse que fulanito o menganita fueron a dar la vuelta del perro. Una vuelta corta, algo inútil, pero que puede servir para calmar una ansiedad, resolver un pensamiento obsesivo (aunque dar vueltas sobre sí mismo es la representación misma de un pensamiento obsesivo) o simplemente tomarse un respiro ante los problemas cotidianos, una suerte de bajar la mochila un rato, dar una vuelta y volver para tomarla y seguir.

Y nos fuimos. O mejor, nos vamos yendo, mascullando y dándole vueltas al asunto. Ahora viene la segunda vuelta, una especie de balotaje. Puede que alguno crea que soy el típico vueltero que no puede resolver de una un problema. Es que estoy de vuelta.