Comienza con la búsqueda de una experiencia

Cuando el juego se convierte en adicción

De acuerdo con los especialistas no tiene cura, ya que se trata de una enfermedad crónica. Lo único que ayuda es la terapia. El 60 por ciento de las personas que la inician tienen buenas chances de no volver a jugar. El objetivo más realista es lograr una abstinencia estable y satisfactoria.

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El juego en principio no es algo malo, aunque para algunos puede salirse de control y convertirse en una adicción tan dañina como las drogas o el alcohol.

Foto: Agencia DPA

 

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No se trataba de ganar dinero. Lo que buscaba Antonio Figueras cuando hace 20 años accionó por primera vez una máquina tragamonedas era distracción. En ese entonces, había perdido su primer gran amor y con ella, a su círculo de amigos. El bar con la máquina tragamonedas le brindó distracción. “Allí me sentía ocupado. Ya no me acuerdo si gané dinero”, dice.

Cuando mira hacia atrás, Figueras, que hoy tiene 40 años, cree que fue una decisión fatal. Actualmente tiene tres terapias detrás de sí, perdió muchas relaciones y más de dos millones de pesos jugando.

De acuerdo con los especialistas, los adictos al juego no buscan en primer lugar dinero, sino “una experiencia”. Creen que, después de sus primeros éxitos, deben jugar con cierta frecuencia hasta volver a tener un golpe de suerte como para pagar las deudas adquiridas.

La adicción al juego es considerada una alteración psíquica. Figueras siempre jugaba hasta el final. “Recién paraba cuando se me terminaba el dinero o cerraba el bar”, recuerda. Si bien ganaba lo suficiente, siempre tenía problemas de dinero. Le robaba a sus empleadores e incluso a su pareja. “Hacia afuera, era una persona confiable”, dice.

Salir del laberinto

Los adictos al juego no suelen contar con tiempo ni con dinero, muchas veces a pesar de tener buenos ingresos y un tiempo de trabajo regulado. Otro síntoma son los cambios repentinos en el estado de ánimo. Los jugadores se vuelven intranquilos cuando no pueden jugar. Los primeros en negar su condición son los mismos jugadores. Sin embargo, el comportamiento adictivo logra dominar el juicio, lo que es un síntoma típico de todas las adicciones. Muchas veces tiene que ocurrir algún tipo de catástrofe personal para que los adictos al juego reconozcan sus problemas.

“Las personas más cercanas al adicto al juego deberían hablarle claramente de las consecuencias de su comportamiento”, dice Figueras. En concreto: “Cerrar el acceso a fondos comunes de dinero, amenazar con irse de la casa...y de ser necesario hacerlo”. Figueras afirma que con eso no quiere decir que los familiares o amigos deban dejar que el adicto se derrumbe. Sin embargo, apunta que cuando las amenazas no se traducen en actos, el adicto sigue comportándose igual que antes.

No son pocas las veces en que los familiares quedan entrampados en las deudas del adicto por asumir créditos o prestar dinero. “Aunque crean lo contrario, los familiares no ayudan al adicto dándole dinero, sino que lo que hacen es contribuir con el componente adictivo del ser querido”.

De acuerdo con los especialistas, lo único que ayuda es la terapia. El 60 por ciento de las personas que la inician tienen buenas chances de no volver a jugar. La adicción al juego no tiene cura, ya que se trata de una enfermedad crónica. El objetivo más realista de una terapia es lograr una abstinencia estable y satisfactoria.

Figueras tuvo varios retrocesos. Actualmente, sigue sin jugar, pero no tiene trabajo. No quiere regresar a su anterior puesto como administrativo. “El dinero es peligroso para mí, no puedo administrarlo para otros”, dice. Figueras intenta actualmente dedicarse al trabajo social. No cuenta con ningún patrimonio, pero asegura que eso no es grave. “Pagué todas mis deudas, no me falta nada”. Está abstinente. Sin embargo, no estará nunca curado.